«Mercenarios» en conflictos internacionales, ¿una opción complementaria?

En un contexto mundial complejo, con multitud de conflictos abiertos, el número de operaciones militares se ha visto incrementado muy significativamente, ya sean misiones bajo dirección nacional o de organizaciones militares internacionales. En ellas, puede darse la situación de que los distintos destacamentos necesiten llevar a cabo una acción ofensiva pero no puedan, ya que se ven atados por la legislación internacional, al encontrarse bajo la bandera de su país, por lo que no podrían invadir la soberanía, actuar en el territorio de otro Estado, ni realizar ninguna intervención de incierto respeto de los Derechos Humanos. Para dichas actuaciones se recurre (cada vez más) a las denominadas “Empresas Militares y de Seguridad Privada” que, ante los sucesivos recortes que sufrieron las fuerzas armadas de los países occidentales, se presentan como una alternativa para proteger los intereses de los Estados y las multinacionales en aquellos lugares y en determinados momentos donde los ejércitos no pueden hacerse cargo.

A pesar de que los actores internacionales pueden contratar libremente a este tipo de empresas, éstos se pueden ver sometidas a dos mecanismos de control no vinculantes: el documento Montreux (suscrito por 54 países y 3 de las principales organizaciones internacionales: UE, OTAN, OCDE) y el Código de conducta para las empresas de Seguridad Privada (firmado por más de 700 empresas); una dicotomía que provoca un conflicto entre dos tendencias: la provisión de un servicio necesario (análisis de riesgos, logística, operaciones de apoyo a insurgencias, incursión en países no aliados, traslado y recuperación de rehenes, etc.) y las acusaciones de falta de transparencia, actuaciones ilícitas o bordeando la legislación internacional y su no alineación con los intereses de su país de procedencia (sólo los de sus contratantes).

Dentro del sector, existen dos ejércitos no convencionales que destacan por encima del resto: el grupo Wagner y, por supuesto, Academi (más conocida como Blackwater, la empresa de seguridad privada más grande del mundo, que tuvo que cambiarse el archiconocido nombre comercial después de una operación fallida en septiembre de 2007 en la que murieron 14 civiles iraquíes). El grupo Wagner es una organización paramilitar rusa, especializada en intervenciones estratégicas, y sus actuaciones más conocidas han sido Ucrania, en las regiones prorrusas de Donetsk, Lugansk y en la península de Crimea, y en Siria, en la región de Deir en Zor, al noreste del país, para luchar contra las Fuerzas Democráticas de Siria que se oponen a Bashar al-Ásad. Por su parte, Academi, realizó sus trabajos más conocidos durante las guerras de Irak y Afganistán (sobre todo una vez terminadas, para asegurar la paz) y actualmente se han llevado a cabo misiones en Ucrania, en Slaviansk, la zona sureste, y en Yemen, en la provincia de Lahij.

En un sector en auge, que mueve más de 100.000 millones de dólares al año y cuenta con multitud de empresas por todo el mundo (incluida España), el apoyo de seguridad privado puede suponer una ventana de oportunidad a los Estados para conseguir que algunos de sus intereses confidenciales en medio de un incierto escenario global en el que predomina el uso de la guerra híbrida y otras formas de sharp power en las que no siempre se pueden resolver los problemas con influencia, diplomacia, o intervenciones militares llevadas a cabo por ejércitos bajo bandera estatal.

José Ramón Corrochano, Master Relaciones Internacionales CEU-San Pablo

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