Inteligencia económica, un asunto de Estado

El concepto de Seguridad Nacional ha evolucionado en los últimos años, abarcando, además de aspectos militares y políticos, temas económicos, medioambientales, culturales y sociales. En este escenario, la economía adquiere un papel protagonista en las agendas de los países por su influencia tanto en el bienestar social como en su estabilidad interna. Por tanto, la dimensión económica de la seguridad se convierte en un asunto prioritario, la conexión entre economía y seguridad es imprescindible y estrecha.

Resultado de esta complejidad, surge un nuevo grupo de actores que no necesariamente persiguen un beneficio económico propio, sino que pueden tener objetivos más opacos, como pueden ser, entre otros, la quiebra de una empresa e incluso la desestabilización de un país mediante un ataque a su economía o a sus empresas estratégicas. Por ello, cada vez un número mayor de países colocan la defensa de los intereses económicos y de sus industrias estratégicas en el centro de la política exterior, empleando como herramienta para su protección y defensa la inteligencia económica.

La inteligencia es un activo intangible que se apoya en el conocimiento. Por tanto, la inteligencia es el resultado de la aplicación de conocimiento para buscar, interpretar, analizar y evaluar información relevante para un hecho determinado que suponga una amenaza o una oportunidad. Consiste en emplear la información y conocimiento más adecuados para atender a una necesidad concreta y así optimizar la toma de decisiones.

Entre los diferentes tipos de inteligencia, aparece la inteligencia económica (IE), cuyo fin último es fomentar la competitividad, la protección y la ampliación de la influencia del país y sus industrias estratégicas en el terreno económico internacional de modo sostenible, mediante la orientación de sus decisiones y el apoyo de sus acciones. En definitiva, persigue posicionar mejor a las empresas de un país, lo que redundará en mejorar el bienestar de su población y su seguridad. Japón, Estados Unidos, Francia o China, por ejemplo, han apostado fuerte por la inteligencia económica. Cuentan con sistemas enfocados a la protección y defensa de su economía y sus industrias estratégicas, una tarea que desarrollan mediante sus servicios de inteligencia, o bien a través de organismos creados para tal fin.

España posee un conjunto de industrias claves para garantizar la competitividad y el desarrollo del país. Son industrias basadas en el conocimiento, en la diferenciación a través de la I+D+i. Industrias como la defensa, aeroespacial, energética, etc., adquieren en esta agenda un papel protagonista. El desarrollo efectivo de un sistema de IE dependerá del impulso que desde el Estado se les proporcione, así como de la implicación tanto del sector privado como de la comunidad científica, encarnado por la universidad como centro de creación y difusión del conocimiento. Además, el Estado debe trabajar también en el marco comunitario de la adaptación de las leyes y de modelos de financiación requeridos para el apoyo a las empresas punteras, su lanzamiento y desarrollo.

Sin embargo, a día de hoy, España adolece de un sistema formal de inteligencia económica que blinde a estas industrias y a su propia economía. Esperamos que, al igual que ocurre en otros países, la inteligencia económica ocupe un papel prioritario en las agendas políticas y pase a ser tratada como una cuestión de Estado necesaria para la competitividad y desarrollo de un país.

Silvia Arroyo Varela, Profesora Titular de Dirección Estratégica de la Universidad de Málaga

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