Competición por el monopolio del poder en Irak

Análisis 254

El 9 de abril de 2020, Mustafá al-Khademi fue nombrado Primer Ministro designado, después de que Adnan al-Zurfi renunciara a su campaña por formar gobierno, debido a la presión por parte de facciones pro-Irán. Al-Khademi tiene un mes para formar gobierno, que deberá ser aprobado en el parlamento iraquí, esto es, hasta el 9 de mayo. Después de casi medio año sin gobierno, estos días resultarán críticos para afrontar una serie de crisis y evitar caer aún más hondo. En concreto, Iraq lleva meses sumido en una grave crisis económica que se está agravando con la caída de precios del petróleo, que reduce los ingresos estatales.

A esto hay que sumarle la profunda fragmentación política, las protestas por numerosos sectores sociales y la nueva crisis del COVID-19. Aunque, inicialmente, al-Khademi pareció recibir el apoyo de las facciones pro-Irán y el consentimiento tácito de Teherán, este se pronunció a finales de abril admitiendo que está teniendo grandes dificultades para formar gobierno, ya que los grupos pro-Irán han dejado de apoyarle y están presionándole para que otorgue los ministerios clave a sus partidos, como el Ministerio de Defensa, Interior, Finanzas y Asuntos Exteriores. 

Otro gran reto que tendrá que afrontar el nuevo primer ministro será la alta tensión entre Estados Unidos e Irán, que rebrotó recientemente tras los ataques a la base militar estadounidense en Camp Taji, el 11 de marzo, tras unos meses de engañosa calma. La creciente inseguridad y, quizás, la crisis del COVID-19, han provocado un reagrupamiento de tropas estadounidenses en grandes bases en Iraq mejor protegidas, abandonando así hasta 6 bases en las últimas semanas.

Un punto de fricción que no pasará desapercibido es el futuro de la presencia estadounidense en el país, tras el voto exitoso en enero de 2020 del parlamento iraquí, que pide la expulsión de las tropas estadounidenses. Por ello, el secretario de estado Mike Pompeo anunció que Washington negociaría este punto con Bagdad en junio de 2020. De todos modos, EEUU no parece tener prevista la salida del país a corto plazo, visto el reciente despliegue de nuevas baterías de misiles Patriot y sistemas C-RAM (sistema de armamento de proximidad).

Teniendo en cuenta la realidad política iraquí, formada por actores no estatales en competición por el monopolio del poder, cabe destacar que las Fuerzas de Movilización Popular (PMF) se están desmoronando tras la muerte de Soleimani y al-Muhandis, ex líder de dichas milicias. El recién electo Abu Fadak no goza del apoyo de muchas facciones dentro de las PMF, e incluso es rechazado por algunos miembros de Kataib Hezbollah, milicia de la cual forma parte. Las poderosas milicias leales a Ali al-Sistani han rechazado la legitimidad de Abu Fadak y, a finales de abril, 4 milicias leales a Sistani rompieron filas con las PMF y anunciaron que sus operaciones y administración quedarían, de ahora en adelante, bajo la dirección el Primer Ministro. Esta es una oportunidad excepcional para romper el control que Teherán ejerce sobre Iraq ya que, si más milicias deciden abandonar las PMF e integrarse en la estructura oficial del estado, las facciones pro-iraníes quedarían expuestas y terminarían perdiendo todo vestigio de legitimidad ante los propios ciudadanos iraquíes.

España, siguiendo la línea de otros aliados de la Coalición internacional contra Daesh (partes en la Operación Inherent Resolve) y sus aliados de la OTAN que también están desplegados en Iraq, ordenó a finales de marzo la retirada de 200 de los 523 efectivos. En concreto, de aquellos destinados a labores de entrenamiento, después de la suspensión de actividad por culpa del COVID-19 y la llegada del Ramadán. De todos modos, el Ministerio de Defensa mantendrá operativas otras capacidades, como por ejemplo la unidad de helicópteros de las Fuerzas Aeromóviles del Ejército en Camp Taji, y ha anunciado que la retirada será temporal: «una vez vuelva la normalidad, las tropas españolas regresarán».

Albert Vidal

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