Sistemas de misiles HGV, ¿una nueva forma de disuasión?
Análisis 263
En el contexto de las nuevas amenazas se debe poner el foco de atención en el despliegue de los sistemas de armas HGV (Hypersonic Glide Vehicles), denominados como “misiles hipersónicos”, una tecnología que lideran actualmente China y de Rusia. Además, los efectos de la pandemia Covid-19 no han detenido la carrera de armamentos, incluída la competición misilística entre China, Rusia y Estados Unidos.
El Avangard (Objekt 4202) ruso y el WU-14/DF-ZF chino son dos de los ejemplos más conocidos, ya que llevan en desarrollo desde los años 2014-2016, entrando oficialmente en servicio en 2018-2019. Estos vehículos, como parte de un sistema de armas, son lanzados mediante un misil balístico hasta una altura cercana a la órbita terrestre y, desde ahí, comienzan a descender con una enorme velocidad hacia su objetivo. Su principal característica es que los HGV orientan su trayectoria deslizándose o planeando a lo largo de la atmósfera, alcanzando velocidades hipersónicas y siendo capaces de realizar amplias maniobras evasivas en pleno vuelo. Dicha capacidad, teóricamente, les convierte en invulnerables ante cualquier sistema de defensa antimisiles actualmente desplegado, por lo que les permitiría alcanzar prácticamente cualquier objetivo con total impunidad.
Por el contrario, los actuales misiles balísticos intercontinentales o Inter-Continental Ballistic Missiles (ICBM) tienen una trayectoria parabólica estable y fija que puede ser interceptada por sistemas de defensa con relativa facilidad. No obstante, estos misiles también disponen de varios sistemas que dificultan o evitan su interceptación, como parte de la guerra electrónica, generando señales falsas. El objetivo de estas medidas es confundir a las defensas enemigas, creando una “nube de amenazas” (threat cloud) que haga difícil, si no imposible, una interceptación exitosa, haciendo creíble la disuasión.
Teniendo esto en cuenta esta nueva capacidad estratégica, cabe preguntarse qué ventajas ofrecen estos nuevos sistemas HGV sobre los ICBM actuales. No parece que los HGV por sí solos vayan a suponer un cambio de paradigma en el corto plazo, ni que su existencia vaya a alterar las reglas de juego a nivel doctrinal o a generar un desequilibrio de poderes a nivel internacional. Aunque aportan importantes novedades técnicas, estos sistemas no representan una revolución en los asuntos militares (Revolution in Military Affairs, RMA), como en su momento, supusieron los ICBM. De hecho, parecen simplemente una cara y compleja mejora de los misiles balísticos en uso.
Estas capacidades armamentísticas, por lo tanto, solo pueden ser entendidas dentro de la lógica mayor de la disuasión A2/AD, en la que tanto Estados Unidos como Rusia han estado sumidos desde la Guerra Fría, y para la que estos últimos tiempos han sido convulsos, especialmente después de que Estados Unidos abandonara el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio – Intermediate-Range Nuclear Forces (INF)- en 2019.
Aunque los HGV pueden ser parte de un plan mayor a futuro, en la actualidad parecen ser principalmente una manifestación más de la tensión geopolítica reinante entre Estados Unidos, Rusia y China, así como una forma de reforzar un efecto de disuasión que, en cierta medida, cumplían los tratados internacionales. Son, además, una constatación del avance de la tecnología por parte de Moscú y Pekín, en campos en los que Estados Unidos no ha despuntado todavía, forzando al Pentágono a competir en una nueva área de la carrera de armamentos, en la que actualmente no lleva ventaja.
Esta disputa puede aumentar la tensión entre la OTAN, China y Rusia, pero también puede crear discordias dentro de una ya cuestionada y debilitada Alianza Atlántica. Mientras que EEUU parece haber aceptado las consecuencias de la carrera por los HGV, este no parece ser el sentir general del resto de los Estados miembro. Como es evidente, el coste económico de desarrollar programas encaminados a la producción de HGV serían elevados, y se requeriría de un gran esfuerzo en dos dimensiones complejas: la colaboración público-privada, para sacar el máximo partido a los muchos avances de la industria civil; y la coordinación internacional, para evitar problemas de duplicidades que puedan hacer ineficiente el desarrollo de estos sistemas, o que puedan limitar la interoperabilidad (capacidad conjunta o joint), lo que tiende a ser un problema dentro de la Alianza.
España, como un país firmemente comprometido con el régimen internacional de la no proliferación y el desarme, debe optar por una solución conciliadora en tándem con otros países afines de la OTAN. Frente a una posible escalada armamentística, reforzar la confianza, los acuerdos y el aparato internacional es la única opción viable para defender los intereses españoles, así como para conseguir una paz y una estabilidad duraderas y sostenibles entre EEUU, China y Rusia.
Edgar Jiménez
Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad del autor.