Los errores de la Iniciativa de París

El presidente de Israel, Reuven Rivlin, hizo una visita a la sede de la Comisión Europea en Bruselas, así como a otras instituciones, coincidiendo en fechas similares con el presidente palestino, Mahmoud Abbas. Ambas visitas se produjeron tras la reunión de los ministros de asuntos exteriores europeos en Luxemburgo para la resolución del texto final sobre la Iniciativa de París para el proceso de paz en Oriente Medio. Tal iniciativa, adoptada el pasado día 3 de junio por 29 países, fue puesta sobre la mesa por el ministro de asuntos exteriores francés, Jean-Marc Ayrault, y busca alcanzar un acuerdo sobre cuestiones relativas al status definitivo en el conflicto palestino-israelí, con vistas a una solución de dos Estados para finales de año.

Ésta ha sido ampliamente criticada desde el ejecutivo israelí puesto que, una vez más, supone un «brindis al sol» por parte de gobiernos europeos que no logran entender la dinámica actual en el conflicto, y cuyas decisiones para llegar a acuerdos -a día de hoy-, solo sirven a modo de presión para acelerar una solución que no es viable en el corto plazo. Tal y como expresó Rivlin ante el pleno del Parlamento Europeo, es necesario que se den las condiciones prácticas, no sólo a nivel interno, sino también a nivel regional, para que se puedan poner en marcha compromisos reales a los acuerdos, y es primordial que éstas se den previamente a llegar a las mesas de negociación, y no al revés.

La estrategia israelí desde el fracaso de los acuerdos de Oslo ha consistido en un rechazo al solucionismo que, sin embargo, es el paradigma de las políticas exteriores estadounidense y europeas, y que ha derivado en reproches a Israel por no querer tomar un camino hacia la paz. No obstante, nada más lejos de la realidad: en un entorno tan hostil, la paz no puede ser alcanzada a base de un pragmatismo que se sirve de grandes planes que pretenden solventar el conflicto “para finales de año”. Más aún, una solución pacífica solo es viable en el largo plazo y el mantenimiento del actual statu quo es la única vía a la estabilidad en la actualidad. Dejando a un lado el escenario de la región, no debemos olvidar, además, que Palestina carece de un liderazgo consolidado que, en caso de que se alcanzase la partición en dos Estados, debería ser capaz de controlar de manera efectiva todo el territorio, incluida Gaza, e imponerse a Hamas y el resto de grupos contrarios a la paz.

Más allá de las críticas, Israel no adolece de una ausencia de agenda nacional para los procesos de paz, pese a las discordancias que puedan existir entre el espectro de soluciones ?los dos Estados o el Estado binacional principalmente? dentro del mismo Gobierno, sino que reconoce que no existen soluciones de facto posibles, y define así su estrategia: el rechazo a arreglos rápidos que no hagan sino empeorar el panorama. La situación que rodea y que emerge desde el mismo Estado israelí es sumamente volátil y compleja, con lo que el margen de error a la hora de tratar cuestiones para un status final es muy limitado.

Ello no implica una falta de voluntad para la paz, sino que ésta no es posible en un futuro cercano y los gobiernos europeos han fallado una vez más a la hora de empatizar con las razones que llevan a Israel a actuar de esta forma y que no se deben más que a una coherencia en la seguridad estatal. La iniciativa francesa será un fracaso, como ya sabían los líderes palestinos e israelíes, pero acabará como un reproche a la falta de voluntad israelí y enarbolando la pérdida de una oportunidad que nunca llegó a existir.

 Alicia Pérez Guijarro, Máster en Liderazgo, Diplomacia e Inteligencia

Iniciativa Paris(1)

Fotos: Flash 90 / Unión Europea