México: narcotráfico y Fuerzas Armadas

El narcotráfico en México es un problema muy significativo que tiene repercusión en los aspectos económicos, políticos y sociales, siendo el principal agente generador de corrupción y violencia a lo largo y ancho de todo el país. Su influencia llega desde los estratos sociales más necesitados hasta las instituciones políticas y económicas más importantes. Dentro de su complejidad, hay muchos agentes (campesinos, empresarios, consumidores, autoridades…), y tanta variedad como cárteles de la droga hay, organizaciones que cobraron fuerza con la caída de los grandes cárteles colombianos en los años noventa.

Los vacíos de poder que décadas atrás ha dejado el Estado -en los años 70 ya era evidente la ineficacia para combatir el tráfico de drogas- han sido ocupados, principalmente, por estas organizaciones criminales que en algunos lugares del territorio nacional han sustituido al Estado convirtiéndose en “autoridades de facto”, y por lo tanto, haciendo que este pierda legitimidad aumentando la inestabilidad social y política. Alimentado por las deficiencias del sistema económico, el narco se convierte en un medio de subsistencia.

En México, desde mediados de los años 80, con la presión de los Estados Unidos como principal país consumidor, el narcotráfico se definió como un problema de seguridad nacional, superando la idea inicial de que era un problema de seguridad pública. Como las organizaciones delictivas vinculadas al narcotráfico son una clara amenaza contra la paz pública y ponen en grave peligro a la sociedad, la capacidad de contención policial se ha visto claramente superada y varios estados del país figuran entre los más violentos del mundo.

En las últimas décadas, y más fuertemente con el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012), se incorporaron a esta lucha (“Guerra contra el Narco”) las Fuerzas Armadas Mexicanas, porque es una de las instituciones del Estado con menor infiltración por parte de los distintos grupos o cárteles de la droga. La Marina, desde hace varios años, no solo controla y vigila las costas y ríos de México, sino que se puede ver en territorios del interior de la República como consecuencia de su incorporación a la lucha contra el narcotráfico en apoyo al Ejército, que había sido su principal soporte, y más con el nuevo gobierno de Peña Nieto, desde 2013.

La Infantería de Marina se ha especializado en esta lucha y está presente en más de la mitad de los enfrentamientos armados contra los narcotraficantes, y de manera especial en las detenciones de sus principales líderes, relegando a un segundo plano a la Policía Federal y al Ejército. Con la entrada en juego de las Fuerzas Armadas se ha elevado el número de detenciones y de muertes en los enfrentamientos armados al equilibrarse la potencia de fuego.

Para muchos, la participación de los militares en la lucha contra las drogas supone un retroceso en el fortalecimiento de la democracia porque genera más inestabilidad al exponer a los militares a la corrupción y la violencia. Ciertamente, el ideal sería limpiar de corrupción, en primer lugar, y dotar de capacitación, infraestructura, equipo y personal a las instituciones civiles de seguridad, principalmente a la Policía Federal, para que poco a poco las Fuerzas Armadas vuelvan a realizar, en exclusiva, aquellas funciones de defensa nacional para las que en un inicio fueron creadas.

Aún así, hay que reconocer el esfuerzo, labor y valor que han dejado los militares, siguiendo las órdenes del Poder Ejecutivo, en su desempeño por conseguir un país menos influenciado por el narcotráfico; y remarcar que su participación se dio por la clara incapacidad de las distintas policías municipales, estatales y federal. Todo ello es reconocido por la mayoría de la sociedad que ve al Ejército y a la Marina como garantes de la paz y la seguridad en México.

José Antonio Rodríguez, politólogo especialista en relaciones internacionales

México(4)

Foto: AFP / EFE / Reuters