La paz para la prosperidad

Análisis 245

El pasado 28 de enero, el Presidente americano, Donald Trump, presentó junto al Presidente Israelí, Benjamín Netanyahu, el tan esperado “Pacto del siglo”. Este proyecto para la paz en Oriente Medio pretende sentar las bases para la negociación del conflicto entre Israel y Palestina. La propuesta se divide en dos secciones: una política y  otra económica. Trump ha definido esta estrategia como una “visión conceptual”, especificando que dicha propuesta está abierta a negociaciones. Asimismo, EE.UU ha ofrecido a ambas partes un plazo de cuatro años para conseguir llegar a un acuerdo.

A priori, el  marco político propone como estrategia principal la solución de dos
Estados. Sin embargo, la división territorial de la Administración Trump no
correspondería con el cálculo territorial de 1967.  La Ribera Occidental, o “West Bank” en el
ámbito anglosajón, quedaría dividida en dos segmentos. Aproximadamente, el 60% del
territorio sería para Palestina y el 40 % restante sería territorio israelí. La
novedad de esta visión recae sobre el reconocimiento de los territorios
ocupados por Israel; que, además, pasaría a controlar el valle de Jordania. Conjuntamente,
el plan propone una desmilitarización de Gaza, autorizando a Israel a controlar
la seguridad territorial y aérea de Palestina.

Finalmente, Trump
ha querido resaltar que no concibe la idea de una frontera física en Jerusalén;
de tal manera que, las áreas el este de la ciudad entrarían a formar parte de
Palestina y el resto de Jerusalén sería reconocida como la capital de Israel.

Como era de
esperar, Palestina ha rechazado el
acuerdo alegando que este pacto supone una violación sobre su derecho de
auto-determinación. El pasado 1 de febrero, la Liga Árabe convocó una sesión
extraordinaria en la que se impugnó el plan de paz estadounidense. En esta
misma línea, Jordania ha calificado la estrategia de “siniestra”, pero asegura
mantener su pacto con Israel. Argelia, Túnez y el Líbano también se han
posicionado en desacuerdo con la misma.

Por otro lado, los
países del Golfo han apoyado el pacto
de paz y han instado a ambas partes
a sentarse a negociar. En señal de conformidad, los embajadores de Emiratos
Árabes Unidos, Omán y Baréin acudieron a la presentación del pacto en la Casa
Blanca. Egipto y Marruecos han reiterado su apoyo, defendiendo el periodo de
negociación.

El alto representante de la Unión Europea para
Asuntos Exteriores y Política de Seguridad , Josep Borrell, ha valorado positivamente
la solución de dos Estados, pero ha recalcado la importancia del cumplimiento
del derecho internacional en relación a los asentamientos. También, la UE ha
querido mostrar su preocupación por las posibles anexiones del valle de
Jordania. El Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres mantiene que
la posición de la ONU se encuentra
en conformidad con las resoluciones del Consejo de Seguridad y el derecho
internacional.

Desde las primaveras árabes de 2011, la inestabilidad de la región ha incrementado su intensidad. Las crisis de Siria, Iraq, Libia y Yemen han permutado la posición de los principales países de la región. Nuevos frentes y amenazas han forzado a países como los del Golfo a modificar sus estrategias geopolíticas dejando la causa palestina fuera de las prioridades de su agenda. La creciente influencia de Irán y la noticia de la retirada de EE.UU de la zona han provocado que países como Egipto dejen de identificar a Israel como un enemigo y comiencen a verlo como un posible aliado.

Esta preocupación se centraría en torno a dos actores no estatales como son Hamás, en el sur de Palestina, y Hezbolá, en la frontera norte con el Líbano. Uno de los antiguos líderes de Hamás, Khalil al-Hayya, ha respondido al plan de paz afirmando que “los palestinos harán uso de cualquier medio o esfuerzo que consideren necesario para pararlo.” Por su parte, Hezbolá advierte que el mayor peligro de este plan es “la naturalización de los refugiados palestinos en los estados árabes vecinos”. Estas declaraciones podrían avivar el fuego en zonas de inestabilidad, en particular, en el confín norte con el Líbano, donde España tiene tropas desplegadas en la misión UNIFIL (United Nations Interim Force in Lebanon).

El acuerdo de
paz del Presidente Trump favorece la narrativa de Israel abriendo un frente entre las partes implicadas. Sin embargo,
la propuesta económica, la solución de dos Estados y el cariz permutable del
plan han conseguido reunir apoyos entre la comunidad internacional. El éxito
del programa y su desarrollo dependerán de la posición de Palestina y su
disposición a sentarse en la mesa de negociaciones.

María Muñoz Alarcón

Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad de la autora