Presupuestos 2019 y Defensa
Análisis Nº 212
Pablo Zuazo
A pesar de que la realidad muestre durante años una evidencia, parece que los problemas políticos solo existen cuando los responsables públicos los reconocen. Esta semana, el secretario de Estado de Defensa, Ángel Olivares, admitía que la partida destinada a su Ministerio en los Presupuestos Generales del Estado de 2019 “no es suficiente” para mitigar el deterioro que los recortes provocaron durante los años de la crisis. El proyecto de cuentas de Sánchez aún debe enfrentarse a las enmiendas de los distintos partidos, que podrán proponer cambios hasta la fecha del debate en sesión parlamentaria, programado para mediados de febrero. No obstante, el documento encierra varios mensajes políticos ya definidos que este análisis se propone observar y desgranar en ocho puntos.
Primero. Partimos del dato global: el Ministerio de Defensa recibirá este año un 1,6% más que en 2018. Este tímido incremento tiene una doble interpretación: por un lado, congela la tendencia al alza que esta cartera experimenta desde 2017; de hecho, el incremento no superará la tasa de inflación prevista para este año. Por otro, mantiene al menos el nivel en el que se ha situado el presupuesto tras dicha subida. En perspectiva, el gasto en defensa para 2019 será relativamente alto en comparación con las dos décadas que llevamos de siglo, pero en relación con los objetivos propuestos (paradójicamente, por el Gobierno mismo) el soporte presupuestario es, como veremos, insuficiente.
Segundo. El porcentaje respecto al gasto gubernamental total se mantiene por debajo de la mayoría de los socios europeos. Tampoco avanza hacia el límite del 2% del PIB para 2024 fijado por la OTAN en la Cumbre de Gales de 2014. Llegamos al ecuador del camino para lograr el objetivo y la tendencia (no sólo en España) está lejos de alcanzarlo, lo que pone en duda el compromiso de los Estados miembros en la construcción de una alianza capaz de frenar amenazas reales.
Tercero. Para determinar si es suficiente dinero o no, además de mirar a los vecinos, debemos atender a las necesidades y carencias actuales del Ejército en relación con los objetivos a cumplir. Diferenciando por armas y empezando por la fuerza marítima, un país con casi 8.000 kilómetros de costa requiere de una Armada operativa y capaz de desplegarse con agilidad, no sólo para la seguridad costera, también ante amenazas asimétricas como la piratería o el tráfico ilegal. Es necesaria una fuerte inyección de capital que saque a flote una fuerza naval capaz de hacer frente a los desafíos de seguridad de nuestro país y que disipe las dudas sobre el dominio submarino, tan minado en los últimos años. A pesar de las intenciones de comprar nuevos buques, la inversión de estos presupuestos está lejos de asegurar estas capacidades. La alarma también se enciende en el Ejército del Aire al no encontrar en su horizonte programas tecnológicos relevantes que solucionen problemas como el entrenamiento de pilotos de caza o la adquisición de “tanqueros” (aviones multipropósito de repostaje en vuelo) que aseguren la proyección de la fuerza aérea.
Cuarto. Al desglosar la partida destinada a Defensa en 2019, la mitad de los 8.537 millones de euros totales está destinada a personal, cuyos efectivos siguen limitados a 79.000 profesionales. Más que por la cantidad de trabajadores, la pregunta es si un porcentaje tan alto (54%) destinado a personal no ha convertido a Defensa en una institución de asalariados sin prospectivas de eficiencia y crecimiento.
Quinto. El texto de presentación de los presupuestos propone realizar inversiones “sin urgencias, bien planteadas y que fortalezcan la base industrial y tecnológica del departamento”. Una cita que bien refleja el continuismo que, según parece, guiará el hacer de Margarita Robles al frente de la cartera de Defensa: ni más de lo imprescindible, ni menos de lo necesario. Mientras, desde el ministerio, se reclama un pacto de Estado que proporcione la necesaria estabilidad presupuestaria a la defensa de España.
Sexto. El fin de las fuerzas armadas es que el tiempo de paz, entendido por el ciudadano medio como una situación “normal”, dure lo máximo posible hasta que la sensación general sea de perpetuidad. Para lograrlo, es necesario estar preparado para responder con el uso de la fuerza requerido a amenazas actuales o potenciales a esa normalidad. Aunque desde sectores de la sociedad civil se perciba el gasto en Defensa como innecesario o excesivamente abultado, lo cierto es que los conflictos no se vencen cuando han estallado y que es fundamental una labor de prevención que implica medios, voluntad política y dinero.
Séptimo. Destaca el aumento de la capacidad de gasto del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en 14 millones de euros. El centro dirigido por Sanz Roldán, ahora bajo el auspicio de Defensa, tendrá algo más de margen de maniobra en una época en la que la inteligencia se presenta como una herramienta crucial para frenar las principales amenazas a Europa. La incógnita aquí es si la presencia de dos servicios de inteligencia – CNI y CIFAS – bajo un mismo ministerio no provocará duplicidades o eclipses de uno al otro.
Octavo. Además de un catálogo de Políticas Sociales, de igualdad y de condiciones de los trabajadores, los presupuestos mencionan como prioridad el refuerzo de la capacidad de defensa propia y fortalecer la presencia de España en el sistema de seguridad internacional. A ellas se les une la expansión de la cultura de defensa entre la opinión pública, un esfuerzo urgente y pertinente para concienciar al ciudadano medio de la necesidad de que parte de sus impuestos sufraguen el personal, material y operaciones del Ejército.
Se trata, en fin, de unas cuentas que, en el papel, mantienen el apoyo a las Fuerzas Armadas, su modernización y la expansión de una visión positiva de las mismas. En los próximos años, España y sus socios europeos deberán aumentar sus esfuerzos en este campo si quieren costearse una seguridad independiente, no subordinada a intereses del otro lado del Atlántico. De momento estas cuentas, que podrían quedar en papel mojado si no pasan con éxito los peajes parlamentarios de un Gobierno en minoría, dan más bien pocos pasos hacia lo que Defensa necesita. La prioridad debe ser España y sus capacidades estratégicas para después acometer proyectos de peso en la construcción de una Europa con capacidad geoestratégica real. Prioridades de España y visión a largo plazo, dos terrenos resbaladizos para sus señorías.
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Pablo Zuazo es periodista e investigador, graduado en Periodismo y Relaciones Internacionales (Universidad Francisco de Vitoria)
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