Primer año de la guerra de Ucrania
Paper 54
24 Febrero 2023
Al celebrarse el primer año de la invasión de Rusia a Ucrania, ofrecemos un balance del conflicto desde el punto de vista del análisis estratégico de seguridad. Una comparación del mapa actual con el de hace un año, permite hacer dos conclusiones: primero, que este será un conflicto de atrición, de desgaste progresivo; y segundo, que las partes involucradas, hasta ahora, tienen la confianza de alcanzar sus objetivos mediante el uso de la fuerza armada. A pesar de la llegada del invierno, la vía política, cuyo escenario es una mesa de negociación, ha sido descartada. Mantener un frente de 2.450 km no es sencillo y supone un reto logístico de unas capacidades militares de enorme magnitud. La propaganda, por excelente que sea, no gana una guerra. La buena noticia es que los enfrentamientos no han sobrepasado las fronteras y no se han extendido a la región, en países Bálticos, Moldavia o Bielorrusia.
A pesar de las amenazas, la decisión de invadir un país de forma unilateral sorprendió a la comunidad estratégica. A pesar de la fuerte embestida inicial, y frente a todo pronóstico, Ucrania ha resistido a pesar de contar con pocos recursos y capacidades limitadas. Ante una presencia militar sin precedentes, de más de 200.000 efectivos, estaban convencidos de que la población ucraniana cedería y que el Estado colapsaría. Lo ocurrido en Crimea (2014) y en Georgia (2008) motivaba a ello. Confiando en una acción rápida y concentrada, ha habido una enorme desproporción entre recursos y objetivos. Rusia tuvo en exceso de confianza y ha manifestado una mala interpretación de la situación. Las dudas expresadas públicamente hace un año por Sergei Naryshkin, jefe del Servicio de Inteligencia Extranjera, en el Consejo de Seguridad ruso para decidir el reconocimiento de Estados independientes a las repúblicas rebeldes de Donetsk y Lugansk, se cumplieron.
La voluntad de resistencia de la población ucraniana confirmó este error, que posteriormente fue multiplicado por el apoyo internacional recibido. Hoy la guerra se ha trasladado y estancado en el frente. Detrás de sus líneas no hay escenarios de insurgencia ni de guerrilla; se sobrevive y se contraataca, lo que fomenta la devastación del terreno y de las ciudades, y el desgaste de las partes.
Un hecho sorprendente es que Rusia no ha desplegado su superioridad aérea. Otro, es el fallo de la parte híbrida, especialmente ciberataques y uso de redes sociales, como apoyo al uso de la fuerza convencional. Se confirma lo esencial de disponer de redes conectadas, de centros de mando y control, del uso eficaz de internet y redes sociales para lograr apoyo social, y del tratamiento de las imágenes, por satélites o smartphones, para la localización de objetivos. Se ha sensorizado el campo de batalla y el uso de los drones, como artillería guiada contra objetivos, pone de manifiesto el desequilibrio que hay en el coste-beneficio de la superioridad tecnológica.
La guerra se hace mejor con aliados. En cuanto al apoyo a Ucrania, los políticos europeos han dado la sensación de estar en una subasta benéfica, pero los ejércitos disponen sólo de lo que necesitan, no para donarlo, y el presupuesto es muy limitado. El aumento del gasto de defensa de Polonia, los países Bálticos y Alemania van a generar una concentración del poder militar en el Este de Europa, lo que implica modificar el balance de poder.
La OTAN se ha visto fortalecida e intenta justificar su nueva existencia. A pesar de ser frontera no participa militarmente. Tener como adversario una potencia nuclear marca una diferencia; si Ucrania hubiera tenido capacidad nuclear nunca hubiera sido invadida y esto podría ser motivo para una nueva proliferación nuclear. Para la Alianza Atlántica, la guerra supone un fallo de la distensión, de disuasión. La Unión Europea ha demostrado que no dispone de autonomía estratégica y que mantiene una fuerte dependencia de Estados Unidos. Para Washington supone una oportunidad en cuanto a su influencia política en la región, la promoción de su industria de defensa y su sector energético, especialmente del gas. Desde un punto de vista de sus intereses estratégicos, mantener el conflicto le ha beneficiado.
Las sanciones económicas impuestas han sido paradójicamente dolorosas para el ciudadano europeo que no comprende por qué todo es más caro, especialmente la alimentación y la energía. Las finanzas rusas no han quedado tan perjudicadas como se esperaba. Para Alemania, motor económico de la Unión, ha sido especialmente dramático y ha quedado muy dañada.
Por su parte, Rusia tiene apoyos, especialmente diplomáticos, pero no aliados. China no ha apoyado explícitamente; no ha dado dinero ni municiones. La oferta de su plan de paz demuestra que está interesado y que es un actor a tener en cuenta. Aunque sobre el terreno no afecta directamente a su gran proyecto de la Ruta de la Seda (One Belt, One Road), el estancamiento de la guerra no le conviene. Para Moscú, la presencia de su adversario histórico en su zona de influencia es un peligro existencial.
Creo que las fronteras de 2014 no volverán y la integridad territorial de Ucrania (Crimea y Donbass) quedará modificada. Solo será posible resolver el conflicto mediante la negociación y eso implicará aceptar el mapa de febrero de 2022. A pesar de las lecciones aprendidas, hay muchas cosas que no sabemos todavía pues el conflicto no ha terminado y queda abierta una variedad de consecuencias posibles. Por último todo, me atrevo a afirmar que el Consejo de Seguridad de la ONU ha quedado obsoleto.
Gabriel Cortina
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