¿Qué está pasando en Sudán?
Análisis 220
La crisis política en Sudán comenzó cuando el pasado mes de abril Omar al-Bashir fue derrocado por el ejército poniendo fin a sus treinta años de mandato. Las protestas comenzaron a finales de 2018 debido a las medidas de austeridad aplicadas por el gobierno de al-Bashir para acabar con la galopante crisis económica. Desde entonces gobierna el Consejo Militar de Transición compuesto por siete generales del antiguo régimen. La oposición lleva varios meses manifestándose y en mayo llegaron a un acuerdo con el nuevo gobierno para que las elecciones se convocasen en tres años, asegurando así que fueran más transparentes y con menor injerencia del antiguo régimen.
Hasta entonces parecía que el traspaso de poder iba a ser pacífico pero el pasado 3 de junio, el Consejo Militar de Transición rompió unilateralmente el acuerdo alcanzado con la oposición convocando elecciones en nueve meses. Esto produjo una serie de manifestaciones en Jartum y por todo el país que fueron reprimidas violentamente por el ejército sudanés, dejando más de un centenar de muertos y más de quinientos heridos.
La comunidad internacional ha condenado fuertemente los ataques a la población civil por parte del ejército. El Primer Ministro etíope consiguió la semana pasada restaurar las conversaciones entre el gobierno y la oposición pero aun no se ha llegado a un acuerdo. El territorio sudanés es clave para la seguridad regional y es por eso por lo que todos los vecinos están monitorizando de cerca lo que lleva ocurriendo desde que al Bashir fue derrocado.
Emiratos Árabes y Arabia Saudí han donado tres mil millones de dólares al ejército sudanés para que asegurar la paz y la estabilidad en Sudán, en otras palabras, para mantener su esfera de influencia. Las relaciones entre estos tres países siempre han sido estrechas, habiendo asistido el ejército sudanés a Arabia Saudí y a los Emiratos en la guerra de Yemen. Junto con estas dos monarquías del Golfo Pérsico, al-Sisi en Egipto ha mostrado un gran apoyo al Consejo Militar de Transición, temiendo que las protestas se repliquen en su país.
Por otro lado, la prensa y los gobiernos de Turquía y Qatar han condenado reiteradamente el ataque contra los manifestantes y la intervención de Arabia Saudí y de EAU en la crisis sudanesa. Parece ser que Sudán se está convirtiendo en el nuevo tablero de juego en el que se disputa la influencia del bloque anti-Qatar formado por las monarquías del Golfo y Egipto y el eje Qatar-Turquía-Irán.
En cuanto a las potencias globales, sus respuestas están brillando por su ausencia. Aunque la comunidad internacional ha condenado los ataques, hubo que esperar hasta la semana pasada para que el gobierno de Estados Unidos reaccionara enviando a un emisario, Donald Booth, para que intentase mediar entre la oposición y los militares. Por otro lado, a pesar de los intereses energéticos y económicos que China y Rusia tienen en la región, ambas potencias han mantenido el silencio con respecto a lo que está ocurriendo en Sudán, si bien es cierto que éstas bloquearon la resolución del Consejo de Seguridad que incluía sanciones y condenas al gobierno militar. Tras la caída de al-Bashir el gobierno ruso temía perder su posición dominante en Sudán, especialmente en los sectores militar, de seguridad y de extracción mineral.
No sólo la estabilidad de Egipto depende de lo que ocurra en los próximos meses en Sudán, sino también la de su vecino del sur. Tras cinco años de guerra se firmó un acuerdo de paz en Sudán del Sur. Omar al Bashir se comprometió a garantizar la paz y prometió asistencia política, económica y militar al nuevo gobierno de Machar y Kiir. Desde que al Bashir dejó la presidencia, las tensiones en las fronteras han aumentado y se ha producido una escalada de violencia y pobreza. Por otro lado Chad también depende del acuerdo de cooperación firmado con al Bashir para controlar los grupos armados en las fronteras. Además, ya se están empezando a ver las primeras consecuencias de la inestabilidad en Jartum para regiones de Sudán como Darfur, en la que la violencia ha escalado en estos últimos meses.
Sudán ha tenido durante las últimas décadas un papel muy importante de estabilidad en la región. Lo peor que le podría ocurrir a un Sudán inestable y sin gobierno es convertirse en un nuevo escenario de la guerra por la supremacía regional que libran las grandes potencias de Oriente Medio. Habrá que estar muy pendientes de lo que ocurre en los próximos meses entre el gobierno de transición militar y los manifestantes, así como las reacciones de las potencias regionales.
Beatriz de León Cobo, International Researcher and Conflict Analyst
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