Reflexiones sobre la Operación Balmis
Análisis 256
En referencia a la lucha contra la pandemia generada por el Covid-19, hemos visto cómo se ha reforzado la labor llevada a cabo por Fuerzas Armadas. Gracias a la Operación Balmis, no son pocos los que han visto cómo esta crisis ha incrementado la buena opinión que tiene la sociedad española de las unidades militares, así como también algunos de nuestros representantes políticos, aunque paradójicamente, son los que luego pedirán recortes presupuestarios en materia de Defensa, para emplearlo en otras partidas “más necesarias”.
Apoyar a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o dar cobertura logística y material en las situaciones de emergencia está prevista en los protocolos de seguridad nacional. Sin embargo, no podemos olvidar ni obviar, que la razón de ser de la Defensa no es la de actuar como bomberos, enfermeros o policías, labor que han estado desempeñando sin rechistar y con la eficacia y eficiencia que las caracteriza.
Recientemente le preguntaban al JEMAD en una entrevista sobre la mejor apreciación que tiene la sociedad española de sus Fuerzas Armadas, tras el duro trabajo desarrollado en esta pandemia. Ante lo cual, respondía: «Siempre hemos estado ahí. No ha habido ocasión a ser expuestas al conocimiento cercano del ciudadano como ahora, pero siempre hemos estado ahí. Y preparadas para actuar en cualquier situación”. Cierto. Siempre han estado ahí. Pero su labor habitual y «cero» reconocida, es incómoda y políticamente incorrecta, por eso mejor ocultarlo: realización de maniobras en las que se preparan para combatir, defender fronteras armados, desplegar en lugares inhóspitos para realizar misiones -llamadas eufemísticamente “de paz”-, e incluso, poner en práctica esas maniobras teniendo que atacar o matar al enemigo.
Por eso, tiene que quedar claro a la opinión pública, a los dirigentes políticos y a los propios militares, que la labor que han realizado (y continúan haciendo de manera exquisita) con el Covid, no es su razón fundamental y por tanto, eso no justifica en modo alguno su existencia. Más bien, su razón fundamental y lo que sí la justifica es, parafraseando a Pérez Reverte, el «poder escabechar de la manera más eficiente posible al enemigo”. De ahí que cuando se plantea en el Congreso de los Diputados la revisión e incluso el aumento del presupuesto de Defensa, el partidismo y el oportunismo político salen a la palestra impregnados de demagogia, volviendo al manido debate de “cañones o mantequilla”.
La crisis del coronavirus, ha puesto de manifiesto que nuestras Fuerzas Armadas han utilizado recursos “militares” para paliar una crisis de emergencia sanitaria. Por ejemplo, los aviones utilizados para transportar mascarillas desde China hasta España, por el Ejército del Aire, habitualmente sirven para llevar y traer suministros o personal a las misiones internacionales. Recursos que hay que pagar y mantener económicamente, con el presupuesto de Defensa, no con el de Sanidad.
Y lo mismo con los incendios forestales: si lo que se desean con son excavadoras o aviones anfibios para contribuir a apagar incendios, quizá sea mejor que tanto la compra como el mantenimiento lo realice el Ministerio de Medio Ambiente (hoy denominado «para la Transición Ecológica») , y no un cargo presupuestario de la Unidad Militar de Emergencias o a la fuerza aérea. Disponemos de excelentes bomberos, enfermeros, policías y servicios de emergencia, formados y dedicados exclusivamente a ello. Nuestros soldados y marineros, aunque también lo hacen y lo han hecho en esta pandemia, están preparados fundamentalmente para otras labores, que es lo que señala la Constitución y que es el compromiso adquirido con la sociedad a la que sirven y que han jurado defender.
El papel desarrollado por nuestros militares en la lucha contra el COVID, ha sido y será excelente. Digno de admirar, estudiar y copiar por otros estamentos de la sociedad. Pero su principal misión está en enfrentar amenazas de otra naturaleza que hoy vienen de Mali, Somalia o Afganistán; en procurar nuestra seguridad ya sea en el ámbito naval, terrestre o aéreo ante posibles enemigos (miremos a nuestra nuestra frontera Sur avanzada); en luchar contra los ciberataques que recibimos diariamente; en garantizar la seguridad. Esto, entre muchas otras.
Para ello se necesita inversión en renovar armamento y material, presupuesto para la adquisición de nuevos aviones y hacer frente a un costoso mantenimiento que garantice los compromisos asumidos.
Y, sobre todo, se necesitan políticos valientes dispuestos a abrir el cajón y explicar claramente el porqué de las cosas, para que tengamos unas Fuerzas Armadas bien remuneradas, con los mejores suministros que garanticen nuestra libertad y seguridad.
J. Luis Jiménez Martín
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