El riesgo de desestabilización regional en el Magreb

Análisis 259

El Magreb fue símbolo de estabilidad durante los años más difíciles de la Primavera Árabe. Incluso Túnez, origen de esta respuesta social, logró llevar a cabo una transición política relativamente exitosa. En el caso de Marruecos, la estabilidad y el apoyo local de la monarquía lograron mitigar el caldo de cultivo de las tensiones sociales, garantizando así la cohesión nacional. En el caso de Argelia, gracias al cambio de gobierno y a los ingresos del petróleo, entre otros factores, la población no se rebeló. A pesar de la resistencia a los movimientos sociales, a partir de principios de 2019, la estabilidad comenzó a derrumbarse debido a una crisis política, reflejo de las crisis económica, demográfica y de seguridad. Esta inestabilidad se verá exacerbada por las consecuencias de la crisis del coronavirus.

En el caso de Argelia, tras las protestas que obligaron al ex-presidente Bouteflika a renunciar al poder, el país todavía no ha encontrado una alternativa clara. Aunque las movilizaciones del movimiento Hirak se interrumpieron temporalmente debido al coronavirus, las causas que dieron lugar a este movimiento social se agravaron durante la crisis. Las perspectivas económicas no parecen muy buenas a corto y medio plazo, ya que Argelia depende en gran medida de los precios del petróleo (60% de los ingresos del Estado) y tiene una tasa de desempleo juvenil de casi el 30%. Por otra parte, aunque el presidente Tebboune trató de poner en práctica medidas sanitarias y sociales durante la crisis para reforzar su credibilidad, la falta de infraestructura médica y la falta de abastecimiento de productos básicos durante este periodo de coronavirus podría provocar una nueva ola de protestas por una mejor prestación de los servicios públicos.

En el caso de Marruecos, las manifestaciones de la Primavera Árabe y de Al-Hoceima en 2017 fueron un verdadero desafío para la monarquía marroquí. Por lo tanto, era evidente que la crisis del coronavirus supondría un riesgo para la estabilidad política de Marruecos. Sin embargo, Marruecos ha sido uno de los países que ha actuado con mayor rapidez contra el coronavirus. El Rey Mohammed VI pudo utilizar su influencia sobre la población para asegurarse de que ésta cumpliera las normas de confinamiento. La buena reacción a la crisis de Covid-19 fue bien recibida por los países occidentales, en particular por el FMI, que le concedió un préstamo de 3.000 millones de dólares.  A pesar de este préstamo, con una gran parte de su economía informal y una tasa de desempleo antes de la crisis del 10%, es necesario subrayar los problemas económicos a los que se enfrentará Marruecos después de la crisis. Al igual que en el caso de Argelia, la crisis económica ejercerá una presión migratoria en los países europeos, en particular en España, lo que provocará ciertas tensiones con Europa. Además, durante este período de inestabilidad, el Islam político salafista ha encontrado un nicho en Marruecos, con ejemplos como el de Abu Naïm, que llama a protestar contra el gobierno por el cierre de mezquitas. Este movimiento puede desestabilizar aún más el régimen marroquí.

Por último, en el caso de Túnez, tras la muerte del Presidente Essebi, Túnez ha pasado por un período de incertidumbre. Debido a los estragos de la Primavera Árabe y los atentados yihadistas de 2015, el pequeño país del Magreb sigue caracterizándose por su fragilidad política y económica. Túnez depende del sector turístico y de la economía informal, que se han visto muy afectados por la crisis del coronavirus. Las medidas adoptadas por el poder ejecutivo parecen insuficientes y algunas de ellas son contraproducentes, como el paquete de ayuda de 800 millones de euros que ha provocado  la inflación más alta de la historia de Túnez.  Por otra parte, Túnez se ha visto afectado por la fragilidad de sus vecinos, Argelia y Libia.

Además de la crisis social, económica y política, el Magreb también se enfrenta a una crisis de seguridad caracterizada por tres fuentes de inestabilidad: la crisis de Libia, la fragilidad del Sahel y el terrorismo yihadista. Con dos nodos de yihadismo (Libia con Daesh y Malí con ISGS, AQIM y JNIM), la amenaza terrorista está muy presente en los países del Magreb.  

Por último, hay otra cuestión que es fuente de inestabilidad para la región, la cuestión del Sáhara Occidental. Conflicto heredado de la descolonización española, Marruecos, apoyado por Francia y Estados Unidos, no acepta la independencia del Sáhara Occidental. Por su parte, Argelia apoya al Frente Polisario. La rivalidad y la hostilidad entre ambos países es un problema constante para la integración regional, tanto en el seno de la Unión del Magreb Árabe como de la Unión  Africana. Los dos países se enfrentan a amenazas comunes (terrorismo, inmigración, tráfico) y, sin embargo, se tratan de enemigos. Incluso durante la crisis de COVID, la falta de solidaridad ha caracterizado las relaciones entre los dos países. 

Aunque es poco probable que se produzca una revuelta armada, la inestabilidad de los vecinos del Magreb, junto con sus crisis internas ya mencionadas y el desafío del coronavirus, puede conducir a la desestabilización regional. Las amenazas de los países de un lado del Mediterráneo son amenazas del otro lado. Por lo tanto, la cooperación bilateral y las iniciativas como el diálogo 5+5 son esenciales para mantener la cooperación y abordar conjuntamente las cuestiones de seguridad.

Beatriz de León Cobo

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