Tensiones geopolíticas y energía
Análisis 278
27 Octubre 2021
La rivalidad entre Argelia y Marruecos nos afecta directamente en lo que se refiere al abastecimiento del gas. Lo que ocurre al otro lado de nuestra frontera es de extrema relevancia y, por lo general, se tiende a minimizar. A la crisis de los flujos migratorios irregulares se suma ahora la incertidumbre sobre el abastecimiento energético. El problema es que la concesión del gasoducto que discurre a través de Marruecos, denominado “Magreb-Europa”, caducará el próximo 1 de noviembre de 2021.
Las causas de esta dependencia estratégica, que afecta igualmente a Portugal, no recaen únicamente en razones geopolíticas. También son el resultado de una deficiente regulación nacional del mercado energético, y en eso influyen las normativas de la Unión Europea.
Todo parece indicar que Argelia no renovará la concesión a Marruecos para que el gas argelino circule a través de las fronteras de su vecino y llegue al continente europeo, previo cobro del canon correspondiente. La cifra puede ser del 7-8% del volumen de gas que circula por su territorio. Por motivos históricos, económicos y políticos, las malas relaciones entre Rabat y Argel tienen consecuencias para Madrid, cuya diplomacia se ve obligada a buscar constantes equilibrios y satisfacer demandas, a pesar del coste político. La realidad que lo explica todo es que la frontera de nuestros vecinos es una de las más militarizadas del mundo.
Argelia es el principal defensor del Frente Polisario y la independencia del Sáhara Occidental es una cuestión vital para la soberanía del reino alauita. Por esa razón, Estados Unidos reconoció la soberanía de Rabat sobre el Sáhara a cambio de que Marruecos iniciase relaciones con Israel. Los contratos de los principales programas de armas y sistemas terrestres, navales y aeroespaciales son significativos y explican la presencia de la industria de defensa rusa, china y norteamericana.
España tiene una gran dependencia del gas natural argelino, una materia prima estratégica que llega mediante dos gasoductos: el “Medgaz”, que llega directamente por el Mar Mediterráneo, y el “Magreb-Europa”, anteriormente mencionado. La llegada del invierno es lo que acelera la incertidumbre. En este año, tras la borrasca Filomena disparó el precio de la electricidad llegando a máximos históricos y seguimos con subidas, prácticamente a diario. Alrededor del 50% de la electricidad generada es de origen renovable, y por tanto, de generación nacional, pero queda mucho para lograr una economía 100% electrificada.
La dependencia de los combustibles fósiles (75% de la demanda) implica una vulnerabilidad para nuestros intereses y, por lo tanto, una necesidad constante de alianzas y equilibrios con los productores, un mercado que se sabe en transformación y que necesita asegurar ingresos. Nigeria es un ejemplo.
Con el cierre del gasoducto Magreb-Europa, España y Portugal pierden una ruta de abastecimiento crítica y no será suficiente el aumentar el suministro con 10.000 millones de metros cúbicos anuales. Y lo que no llega por tierra, tiene que llegar por barco, lo que encarece el precio del gas y de la electricidad. Esto convierte a las rutas marítimas en una cuestión prioritaria para la seguridad nacional.
La presencia de China es relevante porque también es comprador de gas natural argelino. La necesidad de recuperar su demanda interna y la producción industrial tras la pandemia, así como la transformación del modelo energético por la sustitución del carbón, hará todo lo posible para liderar su posición como cliente principal. La estrategia OBOR llega al puerto de Algeciras, pero también a Argelia.
Desde la perspectiva de la Unión Europea, hay que añadir que el incremento de la demanda no ha sido acompañado por la oferta, y que los países del Norte de Europa han tenido restricciones en el suministro de gas procedente de Rusia. Ante esta situación es comprensible que Francia haya calificado de “energía verde” su capacidad nuclear, una decisión que expresa la enorme distancia que hay entre el relato ideológico del cambio climático y las necesidades reales.
España es un país con una gran cantidad de recursos para la explotación de energías renovables, un sector que representa el 1% del PIB. Desear la neutralidad energética no puede ser fruto de una narrativa ideológica sino de una capacidad creíble y de un planeamiento estratégico realista. La dependencia energética del exterior es una evidencia y eso implica abordar reformas, desarrollar tecnologías y establecer medidas que protejan nuestros intereses soberanos.
Juan Ignacio Gaya
Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad del autor.