La tensa relación bilateral entre Japón y Corea

Análisis 240

El pasado 20 de noviembre Abe Shinzo se convirtió en el Primer Ministro que más tiempo ha estado al frente de Japón desde la II Guerra Mundial. Desde que llegase al Shush? Kantei en 2012, Abe ha llevado a cabo una serie de modificaciones en la política de defensa y en la política exterior, con el fin de adaptar al país a las nuevas condiciones geopolíticas existentes en Asia-Pacífico: una China en auge, una Corea del Norte cada vez más amenazante, una nueva Administración en la Casa Blanca y unas dinámicas en constante cambio en el sudeste asiático.

Una de las iniciativas más importantes de Abe tuvo lugar en el año 2015, con la firma de un acuerdo con Corea del Sur (presidida por Park Geun-hye), cuyo núcleo era la finalización de las reclamaciones coreanas relativas a las denominadas “mujeres de confort”. El acuerdo permitiría mejorar la cooperación entre ambos países al dejar atrás agravios históricos y profundizar en la colaboración trilateral entre EEUU, Japón y Corea ante las amenazas de Kim Jong-Un y de una China cada vez más fuerte. No obstante, la impopularidad del acuerdo entre la población surcoreana, el proceso de destitución de Park y la victoria electoral de Moon Jae-in imposibilitaron la mejora de las relaciones bilaterales.

En el último año las relaciones entre Japón y Corea del Sur se han deteriorado severamente. Aunque el gobierno de Moon Jae-in no anuló el acuerdo de 2015, sí que lo vació de contenido al disolver la fundación que iba a dar apoyo financiero a las supervivientes y a sus familiares. La decisión de disolver la fundación fue precedida por una sentencia del Tribunal Supremo de Corea, en noviembre de 2018, que obligó a Nippon Steel y Sumitomo Metal Co. a pagar reparaciones por utilizar mano de obra esclava durante el periodo en el que Corea formó parte del Imperio Japonés. Esta decisión abrió la posibilidad de demandas similares a empresas como Mitsubishi o Nachi-Fujikoshi. Además, se continuaron instalando estatuas cerca de los consulados japoneses en Busan o en San Francisco que conmemoraban a las “mujeres de confort”, lo cual era una violación del acuerdo de 2015 provocando la retirada del embajador de Japón en Corea durante unos meses.

La situación empeoró aún más este verano al establecer Japón una serie de restricciones comerciales que golpeaban de lleno a la industria coreana y que, según el gobierno coreano, serían una venganza por las decisiones judiciales contra empresas japonesas de 2018. Como respuesta, Corea del Sur amenazó con no renovar el acuerdo para compartir inteligencia aunque, finalmente, el gobierno coreano decidió mantenerlo de manera “condicional”. A pesar de que la relación está en un momento crítico, los gobiernos de ambos países ya han iniciado una serie de reuniones para intentar enderezar el rumbo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las opiniones públicas de ambos países siguen apoyando las medidas tomadas por sus respectivos gobiernos. Esto puede detener cualquier concesión para intentar salvar las apariencias y no parecer débil frente a la otra parte.

Esta crisis bilateral tiene, por supuesto, varias ramificaciones a nivel internacional. Por una parte, la crisis entre Seúl y Tokio supone un quebradero de cabeza para Estados Unidos que necesita un bloque trilateral unido para hacer frente a Corea del Norte y a China. Washington ha intentado mediar entre sus aliados con el fin de mantener la cooperación trilateral que tantos años costó construir. Por otra parte, Corea del Norte ha intentado incrementar la tensión mediante el lanzamiento de misiles. Hay que tener en cuenta que los gobiernos japonés y coreano difieren considerablemente en su aproximación a la resolución del problema nuclear coreano. La ruptura de la cooperación supondría dar facilidades a un supuesto ataque nuclear norcoreano al retrasar el intercambio de información sobre lanzamiento y posicionamiento de los misiles. También China saldría beneficiada de la crisis bilateral puesto que separar a Corea del Sur de Estados Unidos y Japón podría suponer la reducción de tropas estadounidenses y la retirada del sistema THAAD, aumentando la seguridad de Pekín en la región.

En definitiva, la crisis bilateral entre Corea y Japón va a ser un asunto que marcará los dos años restantes del mandato de Abe. El fondo de la cuestión (los agravios históricos) será difícil de resolver por la fatiga en Japón en materia de compensaciones y disculpas y por la utilidad política del asunto en Corea. Sin embargo, el pragmatismo político y económico debería prevalecer en un contexto cada vez más complejo en el noreste de Asia, por lo que es posible que Abe intente estabilizar la situación en el 2020 con el fin de completar la ofensiva diplomática que ha llevado a cabo en los últimos años en Asia y a nivel global.

Borja Llandres

Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad del autor

Imagen: Asian Review