Terrorismo en el Sudeste Asiático: el caso de Malasia
Paper 46
16 Abril 2021
El COVID-19 ha pasado a ocupar la mayor parte de nuestro tiempo. Sin embargo, en medio de todos estos cambios a los que la sociedad se está enfrentando en tiempo récord, España sigue manteniendo el nivel de alerta antiterrorista en 4 sobre 5. No hay duda de que el terrorismo es una de las mayores amenazas a las que nos enfrentamos, y no solo en Europa. Estados del sudeste asiático afrontan problemas similares, y podemos sacar valiosas lecciones de sus actuaciones contra éste. Uno de ellos es Malasia, país que cuenta con una extensa experiencia lidiando con diferentes tipos de terrorismo.
Breve historia del terrorismo en el país
El primer conflicto en el que se vio envuelto el país fue legado por los británicos: la lucha contra el Ejército Malayo de Liberación Nacional (MNLA), un grupo terrorista cuyo objetivo era la consecución de la independencia. Al independizarse Malasia en 1957, el movimiento perdió el apoyo de la población, ya que su objetivo pasó a ser la instauración de un gobierno comunista. El MNLA se disolvió en 1989, cuando el Partido Comunista de Malasia firmó un acuerdo de paz con el gobierno. Más de 500 soldados y 1.300 policías murieron durante el conflicto. Las pérdidas del MNLA se estiman en más de 6.000 muertos y 1.200 capturados.
Tras su derrota, se detectó que el radicalismo islámico no dejaba de crecer en el país de mayoría musulmana. Algunas explicaciones sobre este aumento apuntan a que el programa con el que el gobierno pretendió relanzar la economía en 1969, la New Economic Policy, se traducía en la adquisición de privilegios para la etnia dominante en el país, definidos por la constitución como musulmanes. Así pues, se les favorecía en cuestiones como el acceso a la universidad o la propiedad de empresas. Se potenció también la creación de centros islámicos por todo el país, tratando de islamizar a la sociedad y a las instituciones. Esto empezó a ser la seña de identidad del partido que ha gobernado durante los últimos 60 años. Sus líderes se veían presionados por los grupos religiosos, que les forzaban a tomar posiciones cada vez más radicales en defensa del Islam frente a una secularizada oposición.
En este contexto surgieron grupos terroristas como Kumpulan Mujahidin Malaysia (KMM), Jemaah Islamiyah (JI), y Abu Sayyaf Group (ASG). Estos grupos estaban bien armados y tenían preparación militar. Llevaban a cabo, entre otros, secuestros, extorsiones y atentados con bombas. Todos formaban parte de una red de grupos terroristas del Sudeste Asiático cuyo objetivo era establecer un califato en la región.
Para luchar contra el terrorismo, Malasia contaba con la Ley de Seguridad Interior de 1960. Aun así, el gobierno introdujo una legislación más dura, la Ley de delitos contra la seguridad (medidas especiales) de 2012. Ésta proporcionaba nuevas facultades a la Real Policía de Malasia para enfrentarse a los delitos contra la seguridad, especialmente el terrorismo. La norma tardó en aprobarse debido al rechazo que ésta generaba entre la población musulmana, cuyo apoyo es crucial en la política interior del país.
En este contexto nacional, surgió el ISIS en Oriente Medio. Las autoridades vieron el peligro de que muchos combatientes y simpatizantes de los grupos terroristas del país, principalmente jóvenes de JI, que apoyaban las acciones del ISIS, fuesen a combatir por la causa. En diciembre del 2018, un inspector general de la policía reveló que existían investigaciones sobre al menos 102 malayos que habían combatido en Siria, habiendo muerto 37 de ellos. Desde octubre de 2014, las autoridades malasias señalaron al ISIS como una importante amenaza, y que los no musulmanes de este país podían ser objetivo de los militantes que regresan de Siria.
Intentando hacer aún más eficaz la lucha antiterrorista, se aprobó en 2015 una nueva y controvertida reforma de la Ley de Delitos contra la seguridad, que incluía la Ley de Prevención del Terrorismo y la Ley de Medidas Especiales contra el Terrorismo en Países Extranjeros. Estas reformas permitían a las autoridades suspender o revocar los documentos de viaje a las personas sospechosas de planear salir del país para cometer actos terroristas, detener a los sospechosos de terrorismo y a sus partidarios sin orden judicial, incluidos los que estén en posesión de material terrorista, además de su ingreso en prisión de manera indefinida, sin necesidad de juicio previo. Una de los motivos que llevó al gobierno a introducir una ley tan restrictiva fue la detención de 17 sospechosos que planeaban llevar un ataque en Kuala Lumpur. Dos de ellos eran excombatientes del ISIS en Siria.
Tras su aprobación, las fuerzas de seguridad detuvieron a unos 90 presuntos simpatizantes del ISIS y otros terroristas, habiendo sido condenados al menos a 13 de ellos en los tribunales. En total, más de 250 combatientes y simpatizantes del ISIS han sido detenidos y procesados en Malasia.
Tras las elecciones de 2018, una coalición de gobierno, distinta a la que llevaba gobernando en el país desde su independencia, ganó las elecciones. El ganador fue Mahathir Mohamad, que ya fue primer ministro entre 1983 y 2003, y ha defendido el derecho de los musulmanes a asesinar franceses por las masacres del pasado.
Actualmente, el país está catalogado como de riesgo medio. Según el ranking que elabora el Instituto para la Economía y la Paz (IEP), Malasia ocupa el puesto 76 de 163. Aunque en el año 2019 y 2020 no se llevaron a cabo atentados atribuidos al ISIS, Malasia siguió siendo un punto de tránsito y centro de actividades de secuestro perpetradas por otras redes terroristas. El ISIL (Estado Islámico de Iraq y de Levante) sigue estando presente en el país y mantiene redes que permiten el tránsito de terroristas hacia otros países.
Los retos actuales
Como hemos dicho, uno de los principales problemas que preocupan a los analistas de seguridad es la cantidad de combatientes islámicos que regresarán a sus países de origen, incluida Malasia. La creación de Katibah Nusantara Lid Daulah Islamiyyah, una unidad terrorista dedicada al sudeste asiático dentro del ISIS, es ilustrativa del éxito del reclutamiento de éste. El gobierno ofrece la repatriación a excombatientes de Siria con la condición de que a su regreso se sometan a un programa de rehabilitación de un mes de duración. Las detenciones que llevan a cabo las autoridades del país hacen patente que aún existen células operativas, que se mantienen y enriquecen con estos nuevos combatientes experimentados.
El problema de la porosidad de las fronteras viene dado por el uso que hacen los combatientes de la exención de visado para entrar en Malasia del que se benefician los nacionales de algunos países y de la permeabilidad de las fronteras de Sabah. Esta es una debilidad que no debe ser ignorada ni subestimada. Un ejemplo de ello fue cuando el país fue visitado en múltiples ocasiones entre 1995 y 2002 por varios de los autores intelectuales y materiales de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001. El 10 de marzo de 2019, la policía había puesto al descubierto un plan de militantes extranjeros para utilizar Malasia como «refugio seguro» y centro de tránsito y logística, tras el colapso territorial del ISIS. Al mes siguiente, las autoridades malayas detuvieron a 26 personas sospechosas de participar en actividades terroristas o relacionadas con el ISIS, entre las que se encontraban cinco malasios, trece filipinos, seis egipcios, un pakistaní y un tunecino.
La Triple Frontera sigue siendo una zona activa para el tráfico de personas y los secuestros. Una operación dirigida por Interpol, denominada «Maharlika III”, llevada a cabo en la región de la Triple Frontera entre febrero y marzo de 2020 durante la pandemia, dio lugar a la detención de más de 180 personas por diversos delitos.
Por último, preocupa también el repunte de actividades de piratería marítima en los últimos años, un fenómeno que se explica, en parte, por la falta de recursos para combatirlo. Desde la creación de la Agencia de Ejecución Marítima de Malasia, se ha hecho mayor hincapié en la seguridad de las fronteras del país, una gran parte de las cuales está flanqueada por grandes rutas comerciales.
El gobierno trata de aumentar la cooperación con países vecinos y organizaciones internacionales. La Armada ha participado en patrullas marítimas y aéreas trilaterales en el mar de Sulu desde junio, junto con las fuerzas armadas de Indonesia y Filipinas, en un intento de frenar el flujo de yihadistas. El país se ha integrado en la recién creada Alianza Militar Islámica para la Lucha contra el Terrorismo (IMAFT), formada por países árabes y musulmanes de los continentes asiático y africano, que cuentan con considerables capacidades militares. Funcionarios malasios participan habitualmente en numerosas iniciativas de lucha contra el terrorismo impulsadas por Naciones Unidas, tratando de poner el foco en el problema que tiene la región. Estas iniciativas están coordinadas con otros países de la ASEAN. La UE también está estableciendo gradualmente una cooperación con Malasia en ámbitos de la Política Exterior y de Seguridad Común como la seguridad marítima, el control de las exportaciones y el riesgo químico, biológico, radiológico y nuclear.
Conclusiones
La Federación Malaya se encuentra en mitad de una región por donde pasa un tercio del comercio mundial, identificado como uno de los «checkpoint» más importantes del mundo, en unas aguas en constante tensión por las reivindicaciones territoriales de los países litorales. El nuevo gobierno está convirtiendo poco a poco al país en un actor relevante en un escenario que, se ha convertido en el nuevo centro mundial, tanto por su peso económico como por el volumen de población que reside en la región. El país mantiene importantes relaciones, sobre todo comerciales, con la UE, con quien firmó un tratado de libre comercio que entró en vigor en el 2010. El comercio bilateral entre ambos socios ascendió a 39.800 millones de euros en 2018. Malasia puede resultar un actor crucial para mantener la paz y la estabilidad en una zona en donde la Unión Europea también se juega mucho, no solo por los intercambios con el país, sino porque el comercio que transita por sus aguas representa el 60% del comercio mundial.
Que Malasia se haya convertido en un lugar de paso de terroristas que pretenden desestabilizar a países vecinos, que ya cuentan con graves problemas de terrorismo (Tailandia, Filipinas e Indonesia) pone en riesgo la seguridad y estabilidad de la región, si bien se están llevando a cabo importantes esfuerzos para combatir esta amenaza.
Este país asiático está llamado a jugar un papel más activo en la escena internacional, y por ello ha de ser tenido en cuenta como un socio importante para mantener la paz y la estabilidad en el nuevo centro del mundo, donde los europeos también tenemos intereses que proteger. La estabilidad en los países de la región es claves para la seguridad en Europa, tanto en temas de terrorismo, por su posible exportación de terroristas, como en la seguridad de la navegación, ya que repercute directamente en los flujos económicos que sostienen nuestro estilo de vida. Sin olvidarnos de los límites que siempre deben respetarse en un Estado de derecho, los europeos podemos extraer lecciones valiosas de la política antiterrorista de un país que, afortunadamente, parece estar dando resultados.
Pedro Lafuente, analista especializado en la región Asia-Pacífico
Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad del autor