Parecen lejanas y en meses no llegan noticias de ellas y, sin embargo, en muchos lugares del planeta mueren civiles cada día, cada minuto, en lo que denominamos emergencias complejas. Son contextos donde existe un subyacente de conflictividad, sea producido por elementos rebeldes, o terroristas, por ejemplo. Estos lugares pueden ser Mali, República Centroafricana, Sudán del Sur o República Democrática del Congo, y en todos ellos existe una presencia integrada de Naciones Unidas. Junto a una misión de paz del Departamento de Operaciones para el Mantenimiento de la Paz de Naciones Unidas existe una presencia humanitaria, integrada por las agencias humanitarias de la ONU como UNICEF, ACNUR o Programa Mundial de Alimentos y ONG´s.
Los cascos azules de la misión de paz tienen, en muchos casos, un mandato de protección de civiles otorgado por la resolución del Consejo de Seguridad que establece la misión de paz. Algunas agencias de la ONU, junto con numerosas ONG´s, también desarrollan tareas de protección. La misión puede ser también responsable de facilitar las actividades de reparto de la ayuda humanitaria, sea brindando seguridad, o los bienes y servicios necesarios.
En estos contextos complejos, el diálogo entre humanitarios y militares es clave para que la ayuda pueda llegar de manera segura a los rincones más peligrosos del planeta. Los elementos claves de la coordinación cívico-militar humanitaria se basan en el establecimiento de los mecanismos de liaison adecuados para compartir información y asignar tareas según lo más apropiado en cada situación, es decir, según dónde estemos a lo largo del espectro de coordinación cívico-militar.
En una situación de desastre natural, y por tanto, en la parte de cooperación del espectro, una cooperación abierta puede ser razonable. Sin embargo, a medida que nos movemos hacia ámbitos de coexistencia, como son las presencias integradas, una asociación visible entre humanitarios y militares puede comprometer el respeto a los principios humanitarios de humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia, y llegar a poner en peligro el espacio humanitario y el reparto de la ayuda. Es por ello que aquí, todo uso de bienes y servicios militares por parte de los humanitarios obedecerá al principio de último recurso. Las opciones civiles han de ser valoradas previamente a recurrir al uso de bienes y servicios militares, ya sea escoltas para convoyes humanitarios, compartir oficinas o alojamiento, o cualquier otra asociación visible.
Las organizaciones humanitarias llevan muchos años en muchos casos en zonas remotas de estos países, contando con la aceptación de las comunidades y contando con una percepción positiva de sus actividades por parte de las mismas. Es precisamente por esta razón, que cuando se despliega la misión de paz, los casos azules, como parte de la rama de mantenimiento de la paz y política de Naciones Unidas, deben dar prioridad a la reparación de infraestructuras frente a la ayuda directa e indirecta.
Por todo lo citado, las decisiones políticas al más alto nivel de los estados miembros de Naciones Unidas tienen un impacto directo en las actividades en terreno de la organización y sus socios. De ahí la importancia de que políticos y administración de todos los estados miembros sean conscientes del impacto que sus decisiones pueden tener, allí donde las cámaras de televisión no llegan todos los días. Por la misma razón, no tomar decisiones para activar los resortes adecuados puede costar muchas vidas.
María Fuentenebro ha trabajado para la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA)
Foto: Rick?Rocamora / OCHA
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