El pasado mes de septiembre Uzbekistán celebraba 25 años de su independencia de la URSS, y moría a la edad de 78 años Islom Karimov, quien había sido su único presidente. No había dejado un claro sucesor y las elecciones de diciembre supusieron un punto de partida. Tras la toma de posesión de Shavkat Mirziyoyev, este hombre pragmático ha dado muestras de acercamiento a sus vecinos, a Rusia y a EE.UU.
Ante el dilema estabilidad versus pluralidad, la mentalidad centroasiática en general, y la uzbeka en particular, huye de estar un año sin gobierno y de la formación de Ejecutivos inestables, y aprecia más la fortaleza, el vigor, la firmeza de sus instituciones y de las personas que están al frente de ellas. Su historia les ha enseñado que vale más un gobernante conocido que uno por conocer. Sin querer hacer un balance exhaustivo de su gestión, a Karimov se le reprochó que su transición hacia la democracia era muy lenta y que las elecciones no fueron totalmente limpias, pues apenas hubo competición entre partidos.
Aunque cada vez hay más partidos que obtienen representación parlamentaria, en realidad estos no son reflejo de ninguna ideología ni representan a ninguna minoría o grupo de poder, porque la característica sobresaliente de este sistema político es la unidad en torno a la figura del presidente. Dicho de otro modo, la pluralidad étnica, religiosa o cultural del país no se traduce en partidos políticos enfrentados. El único país de la zona donde se da eso es en Kirguistán y el resultado no es envidiable. El temor a caer en la situación de sus vecinos más inestables (Kirguistán, Tayikistán o Afganistán) ha hecho que este modelo político estable haya triunfado.
Para entender los retos geopolíticos a los que se puede enfrentar, hay que tener en cuenta tres aspectos. Primero, que Asia Central fue declarada por la ONU en 2009 “zona libre de armas nucleares”, pero está rodeada por países con capacidad nuclear: Rusia, China, India, Pakistán e Irán. Segundo, que es una región encajonada, sin salida al mar, que ha despertado el interés de aquellos países que buscan extender allí su influencia cultural (Rusia, China, Turquía, Irán), y de paso, fortalecer sus lazos comerciales. Y tercero, que la iniciativa china «One Belt One» Road ya está revitalizando la mítica Ruta de la Seda con la construcción de infraestructuras que conectarán por tierra y por mar China con Europa.
Mirziyoyev, Primer Ministro desde 2003 y de la máxima confianza de Karimov, tiene vía libre para plantear nuevos proyectos o proseguir los que estén en marcha. Aunque ya ha hecho cambios en el gobierno central y en algunas regiones, no parece que vaya a haber muchos cambios en su política exterior. La única gran duda es cuánto se acercará a EEUU, lo que inmediatamente se traduce por “cuánto se aleja de Rusia”, siempre buscando reafirmar la independencia del país frente a cualquier intento de injerencia moscovita o cualquier proyecto de unión política que resucite los fantasmas de la Unión Soviética.
Otros aliados regionales son China e India, que pueden dar salida a los productos uzbekos. La Unión Europea ha perdido un tiempo valiosísimo: en lugar de potenciar la entrada de productos o capital europeo en aquella zona y ofrecer proyectos de cooperación, Bruselas ha optado por soslayar esta región clave del comercio mundial.
Uzbekistán inaugura una nueva era en su historia, y en las relaciones con sus vecinos y el resto del mundo. Aunque hay mucho de continuidad, nada está aún escrito en mármol y todo está abierto a los cambios.
Antonio Alonso, profesor de la Universidad CEU San Pablo