Análisis 243
Después de varios años de tensiones comerciales e imposición de aranceles, las dos principales potencias globales firmaron el pasado 15 de enero la primera fase de un acuerdo comercial dirigido a establecer una nueva relación comercial entre ambos países. Cuatro rondas de aranceles han sometido a las economías estadounidense y china a importantes presiones y han hecho temblar los cimientos del sistema de comercio mundial, por lo que es necesario conocer el origen de la disputa, analizar el acuerdo recientemente firmado y valorar las consecuencias que éste va a tener en el futuro.
Uno de los puntos clave de la campaña de Trump en 2016 fue, precisamente, la percepción de China como una amenaza estratégica y como un competidor económico que, según el discurso de Trump, había robado los puestos de trabajo a los estadounidenses a través de manipulaciones, devaluaciones y tácticas desleales, provocando la fuga de empresas y la desaparición de la industria americana, considerando que las tácticas de Administraciones precedentes no habían conseguido hacer cumplir a China sus compromisos ante la OMC. Ante este panorama, la receta de la Administración Trump fue la de iniciar una ronda de aranceles en julio de 2018 por valor de 34.000 millones de dólares a la que siguieron 3 rondas más en agosto y septiembre del mismo año y en mayo de 2019.
Tras el colapso de las negociaciones el pasado verano, la situación bilateral se deterioró gravemente con la cuarta ronda de aranceles, la devaluación de yuan y con la declaración de China como «país manipulador de divisas» por parte de EEUU. Todo ello provocó una notable incertidumbre en los mercados globales, en los inversores, en las empresas multinacionales, en las instituciones financieras internacionales y en los socios comerciales de China y EEUU.
Sin embargo, en las últimas semanas de diciembre y primeras de enero se consiguió encauzar la situación llegando a la firma de la “fase 1” de un acuerdo comercial bilateral. ¿Cuáles son las principales medidas que contiene el acuerdo?
En primer lugar, China ha aceptado aumentar sus importaciones de productos de EEUU por valor de 200.000 millones de dólares. En segundo lugar, existen una serie de compromisos por parte de China en lo que respecta a su economía. Por ejemplo, existe el compromiso de abandonar su tradicional política de transferencias forzadas de tecnología de las empresas extranjeras en China, además aceptaron los negociadores chinos aplicar una política de protección de la propiedad industrial e intelectual más estricta y también abandonar su política de control de su divisa para evitar su manipulación con fines comerciales. Finalmente, el acuerdo establece un sistema de consultas para controlar la correcta aplicación de las cláusulas del acuerdo, no existiendo un mecanismo imparcial dirigido por terceros, lo cual deja abierta la posibilidad de que una de las partes declare unilateralmente el incumplimiento de lo acordado.
Por su parte, EEUU se compromete a revisar la calificación de China como «país manipulador» de su divisa y a reducir parcialmente algunos aranceles impuestos a los productos chinos, teniendo en cuenta que una parte importante de los mismos va a seguir en vigor hasta la firma de la segunda fase.
¿Cuáles son las consecuencias para ambos países? Para EEUU, el acuerdo comercial supondrá una relativa reducción de los aranceles a los productos chinos y unas mayores exportaciones (siempre y cuando se cumplan los compromisos) lo cual puede dar un mayor empuje a la economía en un año electoral, lo que incrementaría las posibilidades de reelección de Trump. Para China supone una estabilización en sus perspectivas económicas en un momento de ralentización de su crecimiento, apaciguando la situación en estos meses finales del primer mandato Trump, teniendo en mente la posibilidad de que en unos meses haya un nuevo inquilino en la Casa Blanca.
Con todo, hay que tener presente que éste no es el acuerdo final, sino que aún queda una segunda fase en la que se deben negociar aspectos como la posición de las empresas estatales chinas, lo cual va a resultar mucho más complejo. Más aún si una victoria electoral de Trump en 2020 le deja las manos libres para intensificar sus demandas en materia tecnológica, entre otros ámbitos, lo que podría provocar el colapso del acuerdo y la renovación de la lucha comercial.
Finalmente, cabe mencionar el hecho de que, aunque, a priori, exista la impresión de que China ha realizado concesiones, es probable que el acuerdo pueda acelerar su crecimiento al llevar a cabo reformas en su economía necesarias para sostener su desarrollo (algunas de las cuales ya estaban en marcha), sacrificando su posición a corto plazo para alcanzar sus objetivos a medio y largo plazo.
Borja Llandres
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