Análisis 272
16 Enero 2021
A las 5.50 de la madrugada de un 5 de junio de 2017, Bahréin anunció la retirada de su misión diplomática en Catar, y en poco más de veinte minutos, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Egipto imitando a Bahréin, cortaron relaciones diplomáticas con Catar y anunciaron un cierre de fronteras por tierra, mar y aire. Acusando a Doha de financiar a grupos terroristas y de interferir en las políticas domésticas de sus vecinos a través de cadenas como Al Jazeera, el cuarteto impuso unas demandas maximalistas que Catar se negó a aceptar. Así pasaron tres años, en los que Catar reconfiguró su estrategia regional acercándose a Turquía e Irán, y gracias a sus exportaciones gasísticas consiguió sobrevivir al asfixiante embargo.
Tras muchos esfuerzos de mediación kuwaitíes y estadounidenses, nuevos vientos empezaron a soplar en la región, cuando Arabia Saudí decidió mostrarse dispuesta a la reconciliación. Cuarenta y tres meses después del inicio del bloqueo, mandatarios del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) se reunieron en Al-Ula, Arabia Saudí, para anunciar la restauración de lazos entre Catar y sus vecinos. Con una perspectiva muy optimista, estos firmaron la declaración de Al-Ula, que abre un nuevo capítulo en las relaciones entre estos países. Tanto optimismo había en el ambiente, que el príncipe heredero Mohamed bin Salman y el emir catarí, saltándose las reglas de distanciamiento social, se fundieron en un cálido abrazo.
Las consecuencias de la cumbre en Al-Ula son diversas, así que voy a centrarme en dos de las más relevantes.
- Tomando el liderazgo para solucionar esta crisis, Arabia Saudí ha demostrado su interés por unificar a los países árabes del Golfo, mientras reduce las tensiones con Turquía de manera paralela. Aparte de reforzar la imagen del príncipe heredero Mohamed bin Salman imagen como actor responsable ante la nueva administración de Joe Biden, Riad ha aprovechado esta ocasión para crear distancia entre Catar e Irán, y enfocarse en contener a su vecino persa que, en unos pocos meses, podría endurecer su actitud si un político de línea dura resultase elegido como presidente de Irán.
- Tampoco debemos olvidar que, a pesar de las declaraciones optimistas, este nuevo orden es extremadamente frágil. Para empezar, Catar no ha satisfecho de manera concreta ninguna de las demandas iniciales: no parece que Turquía vaya a retirar su base militar de Catar, ni que éste último vaya a cortar sus lazos con grupos islamistas suníes, o que Al Jazeera vaya a dejar de criticar a las monarquías vecinas. Es más, algunos expertos incluso dudan de la voluntad de EAU y Egipto de querer realmente solucionar la crisis: ninguno de ellos mandó a su máximo mandatario. Además, hasta hace muy poco, Abu Dabi parecía totalmente indispuesto a resolver este conflicto. Por ello, podríamos asistir a una divergencia de prioridades aún mayor, entre Emiratos y Arabia Saudí, que pone en peligro la sostenibilidad de esta nueva etapa.
Consecuencias para España y Europa
Aunque el Golfo pueda parecer lejano, menos de 500 kilómetros separan a la Unión Europea (Chipre) de Arabia Saudí. Al margen de las distancias, un Consejo de Cooperación del Golfo unificado hace un poco más realista la posibilidad de un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. A pesar de las buenas intenciones de ambas partes, es prácticamente imposible que tal acuerdo surja en el corto/medio plazo por diversas razones como, por ejemplo, la falta de integración del GCC en muchos otros ámbitos, las condicionalidades en materia de derechos humanos, y una fuerte presión de algunas industrias europeas, que se verían muy perjudicadas si se llegase a firmar el acuerdo.
Con respecto a la estabilidad del Mediterráneo (frontera española y europea), una reducción de tensiones entre las monarquías del Golfo podría, a su vez, disminuir la rivalidad entre Turquía (aliado de Catar) y Arabia Saudí, EAU, y Egipto. Si se diera el caso, se podría agilizar enormemente la resolución del conflicto de Libia, que traería dividendos de estabilidad para España y sus vecinos europeos: un gobierno estable que pueda controlar y detener el tráfico de armas y los flujos de inmigración ilegal, además de las numerosas oportunidades de inversión para empresas españolas en desarrollo de infraestructuras y reconstrucción del país.
Albert Vidal
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