Paper 17 / 2019
El rasgo más importante del actual y previsible sistema geopolítico internacional lo constituye la competencia geoestratégica entre las grandes potencias. El llamado orden liberal mundial, que son las instituciones, alianzas, acuerdos económicos y valores democráticos que conformaron la base del sistema geopolítico mundial posterior a la II Guerra Mundial, está ya amenazado en numerosos frentes.
Se está configurando un novedoso escenario geopolítico global en el que aparecen dos grandes polos, cada uno de ellos compuesto por dos centros de poder. Lo llamaremos la «bipolaridad dual». El polo transatlántico integrado por Estados Unidos y la Unión Europea, que descansa en el vínculo transatlántico actualmente en un momento de crisis interna; y el polo euroasiático integrado por China y Rusia que está creciendo su influencia de forma notoria, apoyado en la asociación euroasiática.
Este modelo geopolítico tiene muchas similitudes, salvando las distancias, con la teoría geopolítica señalada por el británico Halford Mackinder con el título de El pivote geográfico de la historia, resultado de una conferencia pronunciada ante la Real Sociedad Geográfica (Londres) en 1904. Hablaba de la región pivote de la política mundial que era una extensa zona de Eurasia – poder terrestre – que podía hacerse dueña del mundo frente al poder talasocrático.
Si consideramos a las dos grandes potencias que hoy tienen más protagonismo geopolítico – Estados Unidos y China – sus gastos de defensa en 2018 fueron 168.200 millones de $ por parte de China y 643,300 millones de $ por Estados Unidos – según el Military Balance de 2019 -. Es decir, los EEUU. gastaron casi 4 veces más en defensa que China. Por otra parte, si observamos el ranking internacional de sus PIB mientras que el de Estados Unidos es 21.344.667 millones de $ el China llega a 14.216.503, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) de 2019. Es decir, el PIB de China supone los 2/3 del correspondiente a Estados Unidos. Ambos países ocupan el 1º y el 2º lugar mundial en la dimensión de los PIB.
A lo largo de la historia no se encontrarán muchos ejemplos de lo que está ocurriendo actualmente en la geopolítica global cuando un país – Estados Unidos – que durante más de 70 años ha sido el líder indiscutible del sistema internacional de relaciones de poder, diseñando un orden mundial que le beneficiaba, renuncia unilateralmente a su liderazgo mundial sin que ningún otro actor le haya despojado del inmenso poder acumulado.
Y lo que la historia sí nos enseña en estos casos es que, cuando una gran potencia abandona espacios geopolíticos de diferente naturaleza, dichos vacíos de poder son ocupados por otros rivales, que implantan diferentes valores, criterios o reglas geopolíticas, que establecen y condicionan un nuevo sistema de relaciones regionales o internacionales de poder distintas e incluso contrarias de las anteriormente existentes.
Así, Estados Unidos se han negado a aprobar las reformas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial durante nueve años; no está participando en las negociaciones de la solución del conflicto sirio, en Astaná; se ha retirado de la Asociación Comercial Transpacífico (TTP en sus siglas en inglés); se opone a la globalización económica; tiene dudas de las sanciones a Rusia a consecuencia de la anexión de Crimea; pone en cuestión el principio de defensa colectiva de la OTAN, o se retira del Acuerdo de París de 2015, sobre el cambio climático.
La iniciativa china «Un cinturón. Una ruta» (One Belt One Road, OBOR) constituye una apuesta de futuro de China en la geopolítica internacional. Encierra la voluntad china de conformar un poder euroasiático conectando los dos extremos más dinámicos del continente: Asia Oriental y Europa Occidental. Para ser una realidad viable es necesario que sea coherente y sinérgica con los intereses euroasiáticos estadounidenses, rusos e indios.
La afirmación de algunos expertos de que China es uno de los dos superpoderes principales mundiales, junto con los Estados Unidos, aún puede ser cuestionable. Es cierto que China ya es un poder regional indudable y con aspiraciones de alcanzar mayor protagonismo mundial. Las opciones que China está ejerciendo ya están afectando a la distribución geopolítica del poder militar en el Este de Asia, y a la geopolítica del poder económico internacional.
Pero también es verdad que para ser una superpotencia es preciso adquirir la supremacía en los cuatro ámbitos de poder global: en el militar, en el económico, en el tecnológico y en el cultural. Mientras que en el nivel económico puede considerarse que China disfruta de una supremacía similar a Estados Unidos, en el resto de los ámbitos es superada por otras grandes potencias. Por otra parte, China está ocupando los vacíos geopolíticos dejados por los EEUU como ocurre en la globalización, en el TTP del Este de Asia o en el cambio climático.
Jesús Argumosa, director Cátedra Estudios Estratégicos del Instituto Europeo de Estudios Internacionales (IEEI) y presidente de la Asociación Española de Militares Escritores (AEME)
Contenido de la intervención del autor en la jornada “El papel de China en el nuevo orden mundial” organizada por ADALEDE.
Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad del autor