Análisis 229
Puesta en escena.- El anuncio de la operación “Flood of Dignity” por Khalifa Haftar en Abril de 2019 marcó el inicio de una ofensiva por parte del Ejército Nacional Libio (LNA) con el objetivo de capturar los territorios bajo control del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) en el oeste de Libia, que debería haber culminado con la toma de Trípoli. Tras el duro golpe sufrido en Gharian por el que el LNA perdió una posición estratégica, Haftar decidió iniciar su plan «B»: la Operación “End of Treachery”. Bajo este eslogan tan llamativo, Haftar lanzó una campaña aérea de bombardeos sobre Trípoli, “después de agotar todos los medios tradicionales”.
El revés sufrido por el LNA podría explicarse por el incremento de ayuda que Turquía decidió prestar al GNA. A su vez, esto ha provocado una mayor implicación de los aliados de Haftar en el conflicto que está estimulando una peligrosa escalada.
Intervención de actores externos.- Podemos trazar un pequeño mapa de los actores principales implicados en el conflicto. Por un lado, el LNA liderado por Haftar recibe apoyo de Francia, Egipto, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Rusia. Los motivos son diversos: Francia y Egipto buscan la estabilidad que un líder fuerte y con tintes autoritarios como Haftar podría preservar. EAU, por su parte, está centrado en contrarrestar la influencia turca en Libia y la promoción del islamismo radical que ella trae consigo. Rusia le ha concedido apoyo diplomático en el Consejo de Seguridad de la ONU, además del interés en apoyar a Egipto, un aliado muy cercano.
El GNA recibe, sobre todo, el reconocimiento oficial de las Naciones Unidas y el apoyo material de Turquía y Qatar, ambos interesados en contrarrestar la influencia del bloque Egipto-EAU-Francia y con la intención de extender la Hermandad Musulmana en Libia, preservar inversiones turcas en infraestructuras en el país y conseguir ampliar la soberanía de las zonas marítimas turcas, en un potencial futuro acuerdo con un gobierno libio favorable a Turquía.
Consecuencias: escalada por EAU y Turquía.- Voy a referirme a los dos actores principales que están provocando dicha escalada. Turquía está apoyando al GNA a través de drones turcos armados (Bayraktar TB2) y de la recolección de inteligencia por agentes turcos. Además, Turquía admitió oficialmente en Junio vender armas y equipamiento al GNA; de hecho, en Mayo se vieron docenas de blindados Kipri turcos desembarcando en puertos bajo control del GNA, a pesar del embargo impuesto por el Consejo de Seguridad.
Otro actor que está contribuyendo a la escalada de diversas maneras es Emiratos Àrabes Unidos, por tres razones: 1º) En Julio de 2019 se descubrió que Abu Dhabi había pactado con Hemeti (jefe adjunto del Consejo Militar de Transición en Sudán) la transferencia de mercenarios chadianos y mercenarios Janjaweed sudaneses, miembros de las Rapid Support Forces, a las fuerzas de Haftar, reclutados en tribus árabes de la región de Darfur. Es más, algunos de esos mercenarios han sido entrenados por compañías militares privadas, y EAU pretende darles la ciudadanía emiratí para poder usarlos en otras campañas militares. 2º) Abu Dhabi ha proveído las fuerzas de Haftar con drones chinos Wing Loong, además de equipamiento diverso que es transportado a través del espacio aéreo de Sudán por C130 y G17 que pertenecen a EAU. 3º) Abu Dabi está a punto de concluir las negociaciones con Níger para construir una base militar cerca de la frontera con Libia, a través de la cual podrá apoyar a Haftar con más facilidad.
Dilema en la comunidad internacional.- Ante tal caos, cabe la pregunta de qué se puede hacer, y no es tan sencillo como decidir apoyar al Gobierno reconocido por la ONU. El GNA es un Ejecutivo débil, falto de lealtades entre la población libia, amenazado a menudo por milicias diversas, e inefectivo a la hora de proporcionar seguridad y estabilidad. ¿La solución pasa por apoyar a algún bando, o es mejor un alto al fuego? Vista la hipocresía de algunas potencias al ignorar el embargo de la ONU, parece que un cese de hostilidades violentas será complicado de implementar, a menos que sus intereses cambien.
¿Y la Unión Europea? ¿No podría actuar de algún modo? Eso también parece poco probable, dada la rivalidad entre Francia e Italia respecto a Libia, y la necesidad de una posición común en temas de asuntos exteriores. Quizás es hora de empezar a sancionar a aquellos que decidan no respetar el derecho internacional.
Puede que haya llegado la hora de que España tome la iniciativa en el seno de la UE para liderar un nuevo bloque que supere las rivalidades franco-italianas y exponga la realidad del conflicto, así como la gravedad de las intervenciones turca y emiratí. Este conflicto nos concierne a todos los europeos, y especialmente a los que bordean el mediterráneo: los casos del Aquarius y el Open Arms, barcos que llegaron a España repletos de inmigrantes procedentes de Libia, no son más que salpicaduras del conflicto libio, que se ha convertido en un foco de inestabilidad para una región en delicado equilibrio.
Albert Vidal, Relaciones Internacionales, Universidad de Navarra
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