Diplomacia naval española

El uso de la potencia naval de una nación para lograr objetivos estratégicos lo podemos remontar hasta los griegos y fenicios; desde entonces la llamada “Diplomacia de cañoneras” nunca ha desaparecido de los mares, si bien tuvo su auge durante el siglo XIX y principios del XX. La demostración de fuerza, y la implícita amenaza de su uso, bastaba en muchos casos para lograr los objetivos políticos deseados; en otros, la escalada continuaba hasta el bloqueo, el bombardeo de puertos y ciudades e incluso la guerra, especialmente durante el beligerante siglo XIX.

Sirva la Guerra del Pacífico para ilustrar este hecho, lo que comienza como una visita de cortesía, ante unos incidentes desemboca en presencia hostil de buques españoles, que más adelante comienzan un bloqueo y una ocupación de islas, finalmente la situación degenera en guerra y tras intentar entablar combate sin éxito con la escuadra chileno-peruana, se bombardean Valparaiso y el Callao. Si bien las escaladas de éste tipo han quedado atrás, recientemente, éste tipo de diplomacia, que podíamos considerar amenazante, agresiva y hostil se ha vuelto a poner en uso ampliamente en multitud de escenarios.

En Asia-Pacífico, por ejemplo, son cada vez más comunes las demostraciones de fuerza de la creciente potencia naval china en la región de las islas Senkaku, disputadas con Japón y cercanas a la base norteamericana de Okinawa, punto estratégico de la región, además de las Spratly en el Mar del sur de China, haciendo valer sus reclamaciones sobre estos mares, en disputa con Vietnam, Filipinas, Taiwan y Malasia. Los norteamericanos y sus aliados responden también, con la movilización de grupos de portaaviones y otras fuerzas, frente a las demostraciones norcoreanas o los movimientos chinos. Es en estos mares dónde más claro se ve un juego entre potencias, donde todas buscan lograr la mejor posición pero sin elevar demasiado la tensión y sin llegar a ir más allá de la presencia y la demostración de fuerzas.

Claro que no es así en todas partes, en Asia Oriental el juego es sumamente cuidadoso porque cualquier escalada puede generar un conflicto entre potencias muy poderosas y no existe una situación inestable que justifique ir más allá en las intervenciones. Situación inversa a la que se vive en Oriente Medio: la intervención en Libia (2011) una vez más demostró la enorme capacidad de la flota norteamericana para destruir las defensas de un país; la amenaza de intervención en Siria (2013) que llevó al acuerdo por el que el gobierno sirio entregó sus armas químicas; el bloqueo sobre Yemen de la coalición liderada por Arabia Saudí (2015) llevada a cabo por buques saudíes y egipcios principalmente; la intervención francesa en Siria con bombardeos desde el portaaviones «Charles de Gaulle» en 2015-16; la intervención a su vez del portaaviones ruso «Almirante Kuznetsov» en la guerra civil Siria (2016), y finalmente el reciente ataque norteamericano contra la base siria de Shayrat.

Es ahora en el Mediterráneo y Oriente Medio dónde las naciones sacan músculo y demuestran su poder en los distintos escenarios de guerra abierta que vive la región, cada cual apoyando a sus aliados. Este clima de fuerte tensión deriva del surgimiento de importantes tensiones entre Occidente y Rusia a raíz de la crisis ucraniana de 2014 y de la competencia por el dominio regional en Oriente Medio entre Arabia Saudí, Irán y, en menor grado, Turquía. En definitiva el panorama mundial es mucho más conflictivo y competitivo que en la década anterior en prácticamente todas las regiones del globo y, especialmente, en zonas marítimas muy sensibles con estrechos claves para la economía mundial.

Ante esta tesitura internacional, un país como España, que ocupa una posición estratégica vital en las rutas marítimas internacionales y controla importantes puntos de paso, no puede permanecer indiferente a todas estas demostraciones navales que hemos ido comentando. Pero lo que tampoco podemos hacer es mostrar una actitud hostil, amenazante o desmedida, que tendría importantes repercusiones negativas para nuestra imagen en el exterior y nuestras buenas relaciones con los países de nuestro entorno.

España viene desplegando los buques de la Armada por todos los océanos del mundo, pero de una forma más medida y constructiva, en lugar de amenazante. Para empezar, la flota española ha participado y participa en misiones contra la piratería, especialmente en regiones clave para nuestra pesca y comercio como son el Índico y el Golfo de Guinea, en éstos escenarios colabora con otras marinas del mundo y con los países de la región, demostrando así la capacidad para operar lejos de las bases y las buenas relaciones que mantenemos con estos países, contribuyendo a su seguridad marítima y haciendo más seguro el comercio internacional.

A su vez, se viene colaborando de forma muy importante con armadas aliadas que se encuentran lejos de nuestro territorio, como Canadá y Australia, cubriendo capacidades que les faltan en estos momentos. De éste modo, se demuestra de nuevo la operatividad de los buques muy lejos de sus bases, la interoperatividad con otras flotas y la buena disposición de nuestro país para ayudar a sus aliados. Además, estos despliegues ayudan a posicionar mejor a los astilleros españoles de cara a lograr futuros contratos con éstos y otros países, atraídos por la buena calidad de nuestros buques y las demostraciones de ello en maniobras y operaciones.

Junto a ello, también participan buques españoles en la Agrupaciones Navales de la OTAN, que últimamente se despliegan en zonas de conflicto con Rusia, como el mar Negro y el Báltico, y es aquí dónde la presencia de buques españoles tendría más visos de interpretarse como “Diplomacia de Cañoneras”, pues frente a la amenazante presencia de fuerzas rusas en estas zonas fronterizas con países aliados, la OTAN debe responder e igual forma, demostrando con la presencia de fuerzas de los distintos aliados el compromiso en la defensa de la organización.

La renovación de algunas de sus capacidades se encuentra entre las actuales prioridades de nuestra Armada, muy especialmente en el arma submarina, que será de vital importancia frente a las adquisiciones de nuevas plataformas por parte de países de nuestro entorno inmediato, especialmente Argelia y Marruecos. Además de tratar de aumentar nuestro liderazgo internacional en materia naval con iniciativas como la de traer a España el Cuartel General de la operación Atalanta y la construcción y mantenimiento de buques para países aliados. Junto a ello, la Armada debería tratar de estar más presente en el espacio hispanoamericano para mantener más vivos que nunca nuestros lazos históricos. España no puede permitirse vivir de espaldas al mar, sobre todo teniendo en cuenta la actual situación geopolítica y el papel que quiere jugar en el mundo. Es a través del mar que la cultura hispana se hizo universal, con lo que no deberíamos nunca más ignorar los asuntos navales, tan vitales para el devenir de nuestra nación.

Eliseo Fernández Fernández, Politólogo y analista de Seguridad y Defensa

Fotos: Armada Española, US Marine Corps, Royal Australian Navy

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