El cambio climático ha forzado a Canadá a renovar su política de defensa. Amplias áreas del Polo Norte se derriten, lo que significa nuevas rutas marítimas y acceso a recursos naturales, especialmente energéticos (petróleo y gas), minería y materias primas. En términos económicos, la nueva configuración geográfica del Ártico genera oportunidades, y en concreto, ha convertido a este país norteamericano en uno de los mercados más interesantes para la industria de defensa, especialmente para el sector naval.
El ministerio de Defensa Nacional canadiense ha hecho públicas una serie de necesidades específicas en forma de inversiones, orientadas a nuevas infraestructuras, compras y modernizaciones. El plan inicial presentado para los próximos años hace referencia a 240.000 millones CAD$, una cifra enorme que implica un necesario consenso político. Conservadores, socialdemócratas y liberales tendrán que ponerse de acuerdo para mantener un presupuesto público de enormes magnitudes, y deberán saber explicarlo a la opinión pública para contar con el apoyo de los ciudadanos. “The devil is in the details”, afirma una sabia expresión, y uno de esos detalles es la campaña electoral de 2015. Dos son los argumentos a favor del plan de inversiones: el relativo buen estado de su economía y las oportunidades que generará, en cuanto a puestos de trabajo cualificados y desarrollo de nuevas capacidades industriales.
En la actualidad el país norteamericano está presente en una docena de operaciones internacionales alrededor del mundo. Además, hay que tener en cuenta que Canadá es el socio de la OTAN más grande -en cuanto a superficie continental-, y sus características geográficas la convierten en un formidable adversario difícil de invadir. La nueva planificación del departamento de Defensa incluye otros aspectos que afectan a capacidades terrestres, aéreas y navales, resumidas en seis prioridades.
La necesidad más urgente para poder defender la soberanía y los intereses de Canadá responde al ámbito naval. Es el país del mundo con más línea de costa, lo que genera riesgos y oportunidades para la Royal Canadian Navy. Comercio y exportaciones en nuevas rutas marítimas suponen también nuevas amenazas para la seguridad, especialmente en cuanto a vulnerabilidad de fronteras. La flota de navíos, fragatas, destructores y submarinos debe ser renovada. Hay en proyecto ocho AOPS (Artic Offshore Patrol Ship) para cubrir una extensa región de tres océanos, que van del este al oeste. El programa de submarinos se orienta a disponer de uno en cada costa y dos más para reserva o rotación. Este nuevo proyecto para la armada canadiense es un mercado prioritario para las grandes compañías navales del mundo, una oportunidad que aparecerá en forma de contratos de diseño, construcción, suministros y mantenimiento.
La principal decisión en referencia a la fuerza aérea, gira en torno al programa del F-35, el caza de combate de quinta generación, joya aeronáutica de Lockheed Martin. La lista de capacidades operativas y militares lo convierte, sin ninguna duda, en el mejor producto de mercado, pero en su contra tiene el elevadísimo precio. Otras alternativas son el F-18 de Boeing, actualmente en servicio de la RCAF, el Rafale francés de Dassault Aviation, el Eurofighter Typhoon del consorcio europeo Airbus Defence & Space, o el Gripen de la compañía sueca SAAB. Por otra parte, transporte aéreo de tropa, logística y proyección de fuerzas (helicópteros) es también una necesidad, pues es una debilidad que se ha manifestado en Afganistán y resultan obligatorios para un teatro de operaciones contra la insurgencia. Para estas operaciones son necesarios también los vehículos aéreos no tripulados, otro apartado que se suma a la lista de necesidades. Varias alternativas del mercado están sobre la mesa. En paralelo, el ahorro de costes será una buena oportunidad para las compañías dedicadas a simulación y adiestramiento, donde Canadá cuenta con buena tecnología de la mano de empresas como CAE o L-3.
Por último, la fuerza terrestre también necesita una renovación, especialmente en cuanto a vehículos blindados, carros de combate, transporte y reconocimiento, teniendo a los explosivos improvisados (IED) como principal amenaza, otra lección aprendida de las operaciones contra la insurgencia talibán.
En el fondo de todas estas decisiones, a parte de las necesidades y soluciones técnicas, se encuentra el punto de vista político. Habrá que ver qué ocurre tras las elecciones de 2015 y cómo se negocia el compromiso de los principales partidos para mantener esta estrategia de seguridad nacional. Una política de Estado de estas características necesita presupuesto y apoyo a largo plazo. A parte de la cuestión de los altos costes, el principal interés a la hora de confirmar compras y programas será el desarrollo de la industria local, la creación de empleo y las capacidades tecnológicas que puedan llevar el sello de “made in Canada”. Efectivamente, el deshielo del Polo Norte pone sobre la mesa la importancia de la geopolítica, como una variable de cambio e influencia internacional, y a la defensa como una realidad política compleja.
Gabriel Cortina, analista de seguridad y defensa