El impacto de la Inteligencia Artificial en Ciberseguridad

Análisis 221

Uno de los elementos más relevantes que configura la actual competición tecnológica es la supremacía por el ámbito cibernético y, en concreto, por las capacidades que ofrece la inteligencia artificial. Ese es uno de los escenarios que no vemos pero que existe, y donde las grandes potencias han fijado un impulso político que se ha traducido en una serie de iniciativas en forma de documentos estratégicos y programas tecnológicos. Toda aquella soberanía que desee posicionarse en un ámbito de liderazgo tiene hoy la vista puesta en inteligencia artificial, incluyendo su dimensión de seguridad y defensa.

Para los escépticos: Vladimir Putin afirmaba en 2017 que quien domine el campo de la inteligencia artificial gobernará el mundo y más tarde mandaba crear una estrategia nacional de IA. En China, en 2015 se creaba el plan Made in China 2025, el comienzo de un plan trifásico dividido en equiparación tecnológica (2025), superioridad (2030) y dominio (2049, 100º aniversario de la RPCh). En la Unión Europea se ha ampliado la inversión bajo la estrategia Horizonte 2020 con la intención de crear una IA made in Europe, aunque aún sigue sujeta a las limitaciones de tener 28 soberanías (sin tener en cuenta Brexit) con prioridades y visiones del tema diferentes.

A lo largo del curso de la Historia, los saltos tecnológicos han traído consigo ventajas cualitativas para unos u otros en tiempos de conflictos. Una caballería poderosa fue lo que en el Lejano Oriente hizo posible que Gengis Kan llegara a las puertas de Europa. Las armas de fuego fueron lo que posibilitaron la victoria de los japoneses frente al enorme—pero tecnológicamente inferior— ejército chino en 1895. En la Segunda Guerra Mundial, los carros de combate alemanes o su arma submarina pusieron en jaque a los generales aliados, así como los avances en la aviación. La capacidad nuclear lo cambió todo y su presencia señaló un antes y un después en la disuasión y el uso escalado de la fuerza. 

En este escenario, hoy es fundamental controlar dos dimensiones: el ciberespacio y el espacio exterior. El ciberespacio es donde quien quiere influir, dominar o beneficiarse (individuos, grupos, Estados) debe hacerse valer para potenciar sus intereses y reducir riesgos, y es uno de los más importantes ámbitos en el campo de la inteligencia. Aquí es donde aparece el potencial enorme de la inteligencia artificial (IA). 

Aunque su definición es un tema en constante revisión y debate, el Pentágono la define como “la capacidad de componer independientemente y seleccionar entre diferentes líneas de actuación para cumplir objetivos basados en su conocimiento y comprensión del mundo en sí mismo y de la situación”. Es decir, de “masticar” nubes de información y ser capaz de tomar decisiones autónomas en base a la identificación de patrones. Las técnicas de machine learning—aprender qué es qué a través de la clasificación de miles de imágenes— y de deep learning—“crear” capas de aprendizaje para asemejar un sistema neuronal y poder tomar decisiones más complejas—ayudan a las máquinas a digerir esta información. 

La aplicación de la inteligencia artificial en el ciberespacio se traduce en la capacidad de realizar ataques más complejos. Para entendernos: mientras que lo más común era instalar un virus (malware) prediseñado en un sistema con un fin concreto, empieza a ser común insertarlos para que aprenda de las vulnerabilidades del sistema y atacar cuando encuentre el momento más propicio. 

Estos cambios en el ciber-ataque también generan oportunidades para la ciber-defensa. Empiezan a surgir iniciativas pioneras que usan la inteligencia artificial para reforzar las defensas del sistema; premeditadamente haciendo un símil con un sistema biológico. Mientras la ciberseguridad tradicional se ha concentrado en reforzar las murallas del sistema (mediante los famosos antivirus y los cortafuegos), estos nuevos virus suelen imitar el comportamiento del mismo, por lo que les es más fácil evitarlos. De hecho, suelen estar dentro durante cientos de días aprendiendo antes de atacar. La lógica de la ciberdefensa con IA es de visualizar patrones disruptivos dentro del sistema para identificar aquello que potencialmente pudiera ser una amenaza: hacer un diagnóstico preventivo y ser capaz de arreglar lo dañado más rápido. Hay voces críticas que dudan de que sea la panacea definitiva y es cierto que el número de ciberataques con IA es aún pequeño, pero el futuro está ahí y hay que ponerse en marcha.

El control y la inversión en inteligencia artificial es una necesidad tangente a la inversión en ciberseguridad. La actualización de las estructuras cibernéticas es necesaria para evitar el factor sorpresa en la Defensa y para incluirlo en su capacidad de disuasión, como elemento multiplicador de las posibilidades de éxito. En los países industrializados, esto ya se ha traducido en un interés político y en una variable estratégica definitiva. La cooperación público-privada es una necesidad, así como las alianzas y los acuerdos de soberanía, pero mucho más lo es el que figure en una agenda política con visión. 

En definitiva, según el paradigma clausewitziano todavía vigente, mantenerse a la vanguardia de la inteligencia artificial es una necesidad. En un mundo globalizado que solo funciona en red, las fronteras las físicas pierden relevancia y la hegemonía será de aquel o de aquellos que dominen las capacidades del escenario cibernético.

Andrea G. Rodríguez, analista geopolítica (Asia & Tech)


Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad del autor

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