Análisis 288
15 Enero 2024
Los recientes datos publicados sobre la población de India indican que ha superado a China porque su censo asciende a más de 1.400 millones de personas. Aunque el nivel de vida es bajo y sufre unas desigualdades muy llamativas, está en el ranking de las diez primeras economías y es la democracia más grande del mundo. Por tamaño, diversidad, ecosistemas y cultura es un «país-continente» y está llamado a ejercer un poder determinante en la región.
A pesar de su historia, como Estado moderno es una nación joven. Se independizó del imperio británico en 1947 por un movimiento de resistencia no violenta y desobediencia civil. Esto significa que su identidad no es expansionista, desde el punto de vista territorial. Su influencia es regional y necesita fronteras estables. Fruto de la nueva configuración de la soberanía tras el periodo colonial, quedan latentes una serie de conflictos. La rivalidad con Pakistán es histórica y un dato lo manifiesta en términos de costes y de demostración de fuerza: el gobierno indio mantiene desplegadas en la frontera paquistaní unas tropas de 500.000 efectivos.
La tensión más relevante es Cachemira, una zona disputada entre India, China y Pakistán. Un detalle marca la diferencia: las tres naciones poseen armamento nuclear y cuentan con unas Fuerzas Armadas dotadas con un presupuesto de Defensa, en términos de producto interior bruto, muy considerable. En junio de 2020 se produjeron las primeras muertes de soldados en la frontera de facto, denominada Línea de Control Actual, algo que no ocurría desde hace más de cuatro décadas entre los dos gigantes asiáticos. Un conflicto armado en una geografía enormemente compleja, como es el Himalaya, implica un desgaste considerable, así que la dinámica que queda es la presión diplomática para una línea de más de 3.440 kilómetros. El Tíbet es otro punto de conflicto. A pesar de ello, China sigue siendo el segundo socio comercial de India y provee a Pakistán de multimillonarias inversiones en infraestructuras y tecnologías.
El centro de gravedad de los asuntos mundiales ha pasado del Atlántico a Asia y el Pacífico. Quedó fuera Europa y muy lejos la influencia británica. En la comunidad estratégica hay un debate sobre si incluir o no a India en este nuevo pivote geopolítico. Así, unos inciden en que lo relevante es Asia–Pacífico (China- Estados Unidos) y otros lo amplían a la región del Indo-Pacífico. La conexión entre los océanos Índico y Pacífico es también un mensaje político, en el sentido de fomentar la cooperación entre las democracias de la región y la defensa del derecho internacional. La clave es lo que está sucediendo en el mar del Sur de China, donde Pekín ignora sistemáticamente la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y se atribuye su mayor parte con una dinámica de hechos consumados.
Tradicionalmente, India ha sido una potencia no alineada en la política de bloques, en lo que fue la Guerra Fría, y ha estado orientada hacia su vecindario próximo. En la nueva configuración del equilibrio de poder a nivel global, y en un contexto de competición de grandes potencias, la pregunta que cabe hacerse es si Nueva Delhi conseguirá ser autónoma o si se verá arrastrada por la rivalidad chino-norteamericana. En esta situación, cabe tener en cuenta la agenda diplomática para buscar alianzas y contrapesos. Además de lo económico y lo comercial, interesa lo tecnológico y militar. En este sentido, India forma parte del foro estratégico denominado QUAD (Diálogo de Seguridad Cuadrilateral), entre Estados Unidos, Japón y Australia, que incluye ejercicios militares. Esta alianza diplomática y militar es una respuesta al aumento del poder económico y militar chino.
Es relevante su potencial en materia nuclear, una capacidad que incluye un arsenal de misiles balísticos, así como los nuevos programas aeronáuticos y de submarinos. Esto manifiesta la necesidad de establecer acuerdos con otras naciones y con grandes compañías fabricantes, con vistas a lograr en el medio plazo una autonomía estratégica y una deseada soberanía tecnológica. Con todo lo mencionado, el que India no forme parte del Consejo de Seguridad de la ONU manifiesta la obsolescencia de este organismo.
Cabe destacar los avances que está realizando en la carrera espacial, con unas misiones exitosas. Entre otras, haber hecho historia al convertirse en el primer país en aterrizar una nave no tripulada en el polo sur de la Luna. Tecnología e innovación implican una ventaja competitiva en el ámbito universitario, y por lo tanto, talento y capital humano con valor creciente.
Un mercado interior en crecimiento exponencial implica enormes recursos y la necesidad de asegurar el abastecimiento de materias primas. Demografía y economía, el Índico y la «Ruta de la Seda» china (One Belt, One Road), ponen de manifiesto la importancia de la geografía. Los dos países asiáticos suman más de un tercio de los 8.000 millones de habitantes del planeta y eso se llama mercado, influencia, poder. India tiene la oportunidad de seguir aprovechando su posición y su peso internacional, por lo que primará un sentido pragmático. Los hechos se imponen y lo que decida Nueva Delhi tendrá un peso indiscutible en el futuro.
Gabriel Cortina
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