Análisis 248
Hace dos años, escribí un análisis acerca de la intervención turca en Siria. En este tiempo la situación ha ido cambiando mucho y parece interesante revisitar la cuestión y comprobar los puntos de vista expuestos. Éstas podrían resumirse, fundamentalmente, en que la presencia turca en los territorios ocupados podría prolongarse mucho en el tiempo o incluso sine die; y que dicha ocupación e intervención respondía más al nacionalismo turco que a la llamada política neo-otomana.
La primera idea parece más que confirmada. En primer lugar, por el tiempo que ha pasado desde aquel momento y porque los territorios ocupados -o con presencia turca en el norte de Siria- han aumentado considerablemente, aunque quizás no tanto como hubiera sido deseado por Ankara. Si la presencia turca se limitaba a la provincia y ciudad de Afrin, desde entonces se ha extendido, primero por Tell Abyad, Suluk, Manjir y Ras Al-Ayn en el norte, y más tarde a la propia provincia de Idlib en el oeste. No representando tampoco una enorme cantidad de terreno y no logrando una cierta continuidad entre los territorios dentro de suelo sirio, no dejan de ser importantes localidades.
Además, este incremento no ha sido únicamente a costa de los kurdos, que a su vez han sido la principal razón de dicha intervención, si no también y muy recientemente, para salvar a los últimos restos de la oposición al régimen ante lo que parecía ser la ofensiva definitiva sirio-rusa sobre Idlib, tan sólo frenada por la intervención directa de fuerzas regulares turcas. Así, se puede asumir que el destino de estos territorios no es cuestión baladí para Turquía, que ha llegado al uso de sus fuerzas de forma directa, y contra el gobierno sirio, lo que no deja de ser traspasar una delicada línea y enrarecer sus relaciones con Rusia, EE. UU. y Europa. Sumando, además, estas nuevas operaciones y ocupaciones de territorio la lista de aquellos que ya mencionamos en 2018, Georgia 2008, Crimea, Donetsk y Lukhansk desde 2014, contribuyendo en cierta manera a una “normalización” de estas situaciones y a una clara erosión del Derecho Internacional, acelerando el contexto de desmantelamiento del Sistema Internacional de la postguerra fría y el orden mundial liberal.
En referencia a la segunda idea expuesta, afirmaba que “No parece que nos encontremos ante un caso de política neo-otomana, sino más bien ante un nacionalismo turco más beligerante y más islámico que en el pasado” (2018). Comparaba la reciente intervención en Afrin, con la ocupación del norte de Chipre en 1974, pues en aquel momento se arguyó la necesidad de defender a grupos étnicos turcomanos que habitaban la zona, cuestión que a su vez fue el motivo principal de la intervención en la isla. Además, pensaba que hablar de una política neo-otomana era exagerado y que la ocupación de Afrin se englobaba en la tradición de la política exterior turca de la República de Attaturk.
Hoy, sin embargo, creo que sí que podemos hablar más claramente de una política neo-otomana de Turquía, por la reciente intervención directa en el conflicto libio, además del sirio, las intervenciones en el norte de Irak. Pero, sobre todo, por la extensión en todo Oriente Medio, con estrechas relaciones en Somalia, Qatar, Pakistán… Esto hace pensar en el definitivo giro de timón en la política exterior turca, abandonando la tradicional posición de la República Kemalista para lanzarse en este nuevo contexto internacional a la lucha para convertirse en potencia regional. Si bien, tampoco podemos obviar completamente la influencia del nacionalismo turco de corte más extremo, como nos muestran muchos de los mapas de una “Gran Turquía”, que incluiría el norte de Siria y otros territorios como parte de ésta.
Podemos concluir tras esta revisión, que se ha confirmado y ampliado la importancia de los territorios sirios ocupados desde el 2018, si bien en aquel momento erré en identificar el contexto político en que se empezaba a dar dicha intervención. Extendiendo las nuevas reflexiones, cabe ahora preguntarse por el futuro de los territorios ocupados y si permanecerán bajo control turco, o bien podrán ser utilizados en el futuro como baza negociadora con Siria y Rusia. Ningún escenario puede ser descartado por completo, desde una anexión, a la retirada de estos territorios a cambio de contrapartidas políticas. Lo que sí parece claro es que seguiremos oyendo hablar durante algún tiempo de Idlib, Afrin, Manbij o Tell Abyad.
Eliseo Fernández
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