Paper 62
13 Noviembre 2025
La complejidad de fenómenos que caracterizan el siglo XXI han transformado el concepto tradicional de poder. La herencia multilateral del fin de los dos grandes bloques de la Guerra Fría está evolucionando hacia un nuevo marco de gobernanza cuyas líneas no son capaces de establecerse con exactitud. La emergencia de nuevas problemáticas internacionales y la entrada en el tablero de actores no estatales acentúan, cada vez más, la anarquía de las Relaciones Internacionales.
El concepto de seguridad ha cambiado: el desarrollo de las relaciones entre actores ha llevado a un proceso de búsqueda de poder que, paradójicamente, hiperconecta competidores con sus propios rivales. Hablamos de una competencia mundial asimética en diferentes materias, donde la resiliencia de los Estados es clave para no ser desestabilizados por el nuevo flujo de amenazas y estímulos.
Los Estados ya no se desestabilizan sólo a través del empleo de la fuerza armamentística. Ahora hay un modelo de guerra híbrida que fuerza a la reinvención y necesidad de detección precoz de amenazas al statu quo.
La digitalización ha pasado a ser, en cuestión de años, el escenario predominante para cualquier conflicto de intereses entre competidores. El fenómeno digital acentúa potenciales riesgos para los diferentes actores, habilitando nuevos mecanismos de hostigación e incrementando los puntos de vulnerabilidad. Aquellos que no logren ajustarse a esta nueva dinámica, quedarán estancados en el proceso de evolución. La necesidad constante de reinvención fuerza también a una nueva ventana de oportunidades.
Los grandes líderes de este nuevo panorama mantienen unas características muy similares a los detentores tradicionales de poder: una fuerte red de alianzas para el desarrollo de sus intereses acompañada de grandes inversiones económicas para el desarrollo de las competencias digitales. No obstante, adaptarse no es suficiente: hay que llegar verdaderamente a tiempo para no quedar obsoleto dentro de este sistema.
Arabia Saudita es un actor modélico este escenario. Un ejemplo muy claro han sido las decisiones tomadas de cara a los avances mundiales en IA. El país ha reaccionado apostando por posicionarse como el tercer mayor mercado de inteligencia artificial del mundo, dando provecho a la red eléctrica preexistente y haciendo frente al marco de competición público-privada internacional (sin dejar atrás el posicionamiento regional). En el sistema actual se requieren recursos y capital más que nunca, pero se ha demostrado con claridad que de nada sirven si no se invierten para hacer frente al nuevo sistema de cambio permanente.
Esta competición híbrida habilita nuevas facilidades a las amenazas para atacar estratégicamente el centro de gravedad de los Estados europeos. En el caso pertinente de Europa se hablaría de la ciudadanía y su comportamiento político. La insatisfacción social ante cualquier causa hace a numerosos Estados vulnerables en un sentido doble: hay que responder a las necesidades poblacionales, pero hay que evitar a toda costa la manipulación externa consecuente de la vulnerabilidad interna. Los Gobiernos se fragilizan cada vez que cambian su condición de competidores internacionales por disuasores permanentes en “microfrentes”.
En este sentido, la preocupación de la Unión Europea por el impacto de las amenazas híbridas en la región es tan profunda que se han establecido mecanismos coordinados de respuesta. Desde el año 2016, ha comenzado a implementar medidas, en estrecha cooperación con la OTAN (cuyo foco apunta hacia la “sofisticación estratega” de Rusia y China), especializadas en diversas áreas políticas contra este fenómeno.
Considerando las amenazas híbridas como uno de los fenómenos “más complejos”, la Unión lanza cada año reportes anuales sobre la situación en materia. Sin embargo, en 2022 se publicaron, tras la adopción de la Brújula Estratégica para la Seguridad y Defensa, las Conclusiones del Consejo de 21 de junio de ese mismo año sobre un marco para una respuesta coordinada de la UE a las campañas híbridas.
Recientemente (y con el foco principal en Rusia), los Estados miembros condenan especialmente situaciones de sabotaje, ciberataques, manipulación informativa y ataques a la democracia. Así, el pasado 10 de septiembre, la presidenta Von der Leyen abogó por la importancia de defender los valores democráticos y apostó por un Escudo Europeo de la Democracia, entre otros planes de acción.
El caso de España
España, más allá de la OTAN y la UE, es actualmente un jugador activo en el tablero de la denominada como “zona gris”, con movimientos que afectan especialmente a infraestructuras críticas de nuestro sistema. El Estado español se encuentra bastante afectado por los fenómenos sociopolíticos de la polarización, la desconfianza y la desinformación.
La digitalización se encuentra dando pie a una circunstancia sin precedentes: un flujo masivo de datos (muchos de ellos caracterizados por ser “fake news” o “clickbait”) que juegan con la empatía y vulnerabilidad afectiva de las personas respecto a hechos de actualidad. Hablamos de un frente que vulnera a España frente a las amenazas híbridas que parece acentuarse con el paso del tiempo.
Si bien muchas personas no están preparadas para gestionar el escenario digital, los mecanismos gubernamentales e institucionales no están dando respuesta a las necesidades poblacionales en este sentido. La mejor arma contra la desinformación es bidireccional: parte de la confianza en la clase política, pero de mecanismos institucionales transparentes y sólidos de transmisión de información.
Además, las redes sociales y el refuerzo de los algoritmos están siendo capaces de desarrollar en los propios usuarios identidades políticas colectivas: las campañas negativas se encuentran adoptando gran fuerza. El término posverdad explicaría con exactitud la exacerbación de estos fenómenos y comportamientos en la sociedad, siendo “la distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.
No obstante, la cuestión de las amenazas híbridas continúa siendo una problemática multidimensional para España. Es imprescindible hablar de estrategias no digitales para la influencia en la toma de decisiones políticas. Un claro ejemplo para España es la cuestión migratoria con Marruecos (y la desestabilización que esta supone) como estrategia híbrida en la influencia para la toma de decisiones políticas favorables a actores externos.
Otro gran ejemplo de desestabilización sería la cuestión marítima. La Estrategia Nacional de Seguridad Marítima 2024 mostró las dificultades a afrontar debido a los intereses nacionales en las diferentes aguas. España asocia parte de la prosperidad a los espacios marítimos, por lo que estos son blanco de las amenazas externas y foco de competición entre Estados. La estabilidad puede verse afectada por la invasión de Ucrania desde la Federación Rusa, pero se extiende a acciones de piratería y robo a mano armada (como son el caso del Cuerno de África, el golfo de Guinea y el sudeste asiático) así como a cuestiones de suministro, tráfico ilícito y delincuencia transfronteriza, la cuestión ambiental o las radiocomunicaciones marítimas.
Por último, los ataques externos a infraestructuras críticas y sistemas de funcionamiento son clave. La vulnerabilidad no se limita simplemente a injerencias contra las mismas: desde el año 2022 ha habido un repunte en términos de actividad de los Servicios de Inteligencia extranjeros. El espionaje atenta especialmente contra la Administración Pública, las personas, las empresas y otras entidades, por lo que se requiere una protección sobre la información (más aún sobre aquella clasificada).
En síntesis, las amenazas híbridas representan uno de los mayores desafíos para la seguridad internacional contemporánea. Los Estados democráticos enfrentan cada día actores revisionistas que emplean la desinformación, la manipulación social y las vulnerabilidades internas para socavar la cohesión y la confianza institucional, así como mecanismos de erosión en cuestiones económicas, de seguridad y de buen funcionamiento. En este contexto, la cooperación entre Estados de Derecho es fundamental para mitigar los efectos de este.
España, alineada con la acción europea, enfrenta su propia complejidad dentro de este panorama, afrontado la necesidad de detectar, disuadir y responder. En todo caso, deberá también fortalecer la red de alianzas e invertir de forma autónoma en el refuerzo de las infraestructuras de funcionamiento.
Se extraen las siguientes conclusiones:
1. No sólo se debe detectar y responder: hay que prevenir.
La estabilidad es clave para la competición. Cuando un actor carece de la primera, no podrá gestionar la segunda y desviará el foco de los adversarios, limitando la propia prosperidad. España debe invertir aún más en I+D+i: si bien se ha “duplicado en los últimos cinco años el peso de esta política en los Presupuestos Generales del Estado”, diversos estudios demuestran que la inversión en I+D+i tiene efectos positivos sobre el aumento de la productividad. Es decir, este aumento es insuficiente teniendo en cuenta el traslado de la competitividad tradicional de los actores al escenario tecnológico. Se debe apostar cantidad y calidad.
2. Es necesario un refuerzo de mecanismos de educación digital y sociopolítica
La posverdad es un fenómeno injerente en la percepción informativa, pudiendo ser una de las principales causas productoras de polarización y limitadoras de tolerancia. Para formar sociedades resilientes se necesitan mentes críticas, capaces de diferenciar hechos reales de manipulación emocional. Estos mecanismos requieren ser complementados a través de una fuerte estrategia de comunicación capaz de trasladar confianza al Gobierno y las clases políticas.
3. La cooperación público-privada es fundamental
Ante la complejidad de la hibridez los actores requieren de alianzas fuertes, así como de inversiones en mecanismos de disuasión y mitigación. Hay que apostar por figuras clave como analistas de inteligencia y nuevas tecnologías que permitan securitizar adecuadamente los diferentes frentes y puntos débiles. En todo caso, el sector privado y su formación es clave para potenciar los resultados.
Carmen Díaz García
Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas y de la Administración (Universidad Pablo de Olavide)
Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad de su autor.
