Paper 45
7 Abril 2021
El acuerdo de alto el fuego de noviembre de 2020 puso fin a la guerra por el Nagorno Karabaj tras cuarenta y cuatro días de conflicto entre Armenia y Azerbaiyán. Esta resolución, mediada por Rusia, confirmaba la victoria militar azerí, y dejaba entrever una pasividad de Moscú hacia Armenia, su supuesto aliado. Por otro lado, a pesar del final de las hostilidades y del acuerdo, los discursos de odio de altos cargos de ambos Estados siguen a la orden del día, además de que se han quedado cuestiones en el tintero que traerán en el futuro más tensiones entre ambos. Lo que está claro es que el equilibrio de poder entre Ereván y Bakú y la configuración geopolítica del Cáucaso Sur han sido alterados, por lo que conviene hacer un análisis de la situación actual de la región.
El Acuerdo de Paz de noviembre
El 9 de noviembre de 2020, se firmaba por videoconferencia un acuerdo de alto el fuego entre Armenia y Azerbaiyán, auspiciado por Rusia. En él, los presidentes azerí y ruso junto con el primer ministro armenio sentaban las bases de lo que sucedería en lo siguientes días. El primer punto sería el anuncio del alto el fuego, que se hizo efectivo a partir del 10 de noviembre a las 00:00 horas. Las partes deberían mantener las posiciones en las que se encontrasen en el momento de la entrada en vigor del acuerdo. En segundo lugar, se encontraban los cambios territoriales: Armenia, como clara vencida, debería entregar los territorios de Aghdam, Kelbajar y Lachin a Azerbaiyán. Éstos se sumarían a los cuatro de la zona sur ya recuperados por el ejército azerí durante el conflicto, de modo que Bakú recobraría los siete distritos que perdió en la guerra de 1992-1994. En tercer lugar, Rusia ofrecía sus tropas como fuerzas de paz para mantener la seguridad en el corredor de Lachin, el último punto de unión entre el Alto-Karabaj y Armenia. Estas tropas estarán también presentes en el sur de Armenia, ayudando a proteger y controlar el cruce seguro de vehículos y transportes desde Azerbaiyán a Najicheván, el exclave azerí al oeste de Armenia. En total, la misión rusa de mantenimiento de paz está compuesta por 1960 hombres, y estará desplegada por un período de cinco años, con posibilidad de renovación.
El papel de Rusia como mediador fue adoptado por Moscú desde el inicio del conflicto, lo que ha implicado una neutralidad poco habitual por su parte. Esto le permitiría reivindicar su papel como potencia regional, gestionando conflictos entre vecinos y ayudando a mantener la paz en su zona de influencia tradicional. Esta es una de las razones que impulsó a este país a no apoyar a su aliado armenio en el conflicto de una manera más directa como sí hizo Turquía con Azerbaiyán.
La pasividad de Rusia
Durante los primeros días de la guerra, nadie tenía claro cuál sería el papel de Rusia en el conflicto. Había varias razones que llevaban a pensar que un escenario posible sería la intervención directa de Moscú: primero, y la más importante, porque Rusia y Armenia están unidas por su pertenencia a la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva). Según el artículo 4 de su carta, “si uno de los estados participantes es atacado por cualquier estado o grupo de estados, será considerado como una agresión hacia todos los estados del tratado […]”.
A pesar de que el objeto del ataque no era Armenia en sí misma, sino el estado no reconocido de Arstaj, se dudaba de si una Rusia tradicionalmente intervencionista entraría en el conflicto, especialmente teniendo en cuenta que el aliado de Azerbaiyán es Turquía. Moscú tiene una reciente historia de desavenencias con Ankara y su pan-otomanismo, con sucesos como el derribo del cazabombardero ruso SU-24 en Siria por un avión turco en 2015, o el bombardeo de tropas turcas por parte de las fuerzas rusas en el mismo país. La nueva dinámica turca ha incomodado a Moscú desde un principio, y una acción tan cerca de la frontera rusa podría haber supuesto un mayor apoyo a Armenia. Sin embargo, Rusia ha decidido mantenerse neutral, incluso después de que varios proyectiles de artillería impactasen en territorio armenio, lo que daba más fuerza al artículo 4 del tratado de la Organización; o de que un helicóptero ruso fuese derribado en territorio armenio.
Existen para este no intervencionismo diversas razones. La primera, ya comentada, es que Rusia aspira a ser un actor central en el Cáucaso Sur, dándole poder regional y control sobre la zona. En segundo lugar, la gran diáspora de armenios y azeríes viviendo en Rusia podría haber traído una gran inestabilidad al país en caso de un mayor intervencionismo, pues sería culpada por ambas partes. Además, debemos tener en cuenta el factor económico. En 2019, Azerbaiyán realizó importaciones desde Rusia por valor de casi 2.400 millones de dólares, mientras que las de Armenia sumaban algo más de 1.400 millones de dólares. Esto convierte a los azeríes en un socio económico más provechoso, al que no interesaba perder.
Por último, hay una razón subyacente a la que no se ha prestado mucha atención: cómo llegó al poder el actual primer ministro de Armenia, Nikol Pashinián. Éste fue elegido después de la Revolución de Terciopelo, unas protestas violentas que sacudieron a todo el país en 2018, y que seguían el ejemplo de las revoluciones que ya se habían dado en otros países post soviéticos, como Georgia, Ucrania o Bielorrusia. Todas ellas buscaban una democracia más real y la eliminación de la corrupción, y fueron seguidas con recelo desde Moscú, pues piensa que este tipo de protestas llevan a una “occidentalización” de los países. En algunos casos como en Georgia o Ucrania, llevaron a la intervención de Rusia de una manera u otra, al ver que su zona de influencia estaba amenazada. En Armenia, finalmente triunfó la revolución, que depuso al partido republicano de Sargsián, el cual estaba apoyado por Moscú. La derrota de Armenia ha supuesto un duro golpe para el actual gobierno, y ha provocado protestas en todo el país, lo que podría llegar a traducirse en una vuelta al poder del anterior gobierno, mucho más favorable a Rusia.
El apoyo de Turquía e Israel
Algo que garantizó la superioridad militar azerí fue el apoyo turco. Haciendo gala de su Acuerdo de Asociación Estratégica, firmado en 2010 por ambos países, el ministro de Defensa de Turquía, Hulasi Akar, prometió en septiembre un apoyo total a Azerbaiyán, diciendo que “apoyarían a sus hermanos azerbaiyanos con todos sus medios en su lucha por proteger la integridad territorial”. Para ese momento, Ankara y Bakú ya habían realizado simulacros militares conjuntos en agosto, y Turquía decidió dejar algunos de sus aviones F-16 en territorio azerí como medida disuasoria. Del mismo modo, el personal militar y los asesores turcos ayudaron a mejorar la estrategia bélica azerbaiyana. A su vez, y a pesar de que los gobiernos turco y azerí lo niegan, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos confirmó el envío por parte de Turquía de al menos 2050 mercenarios sirios a Azerbaiyán.
En términos de armamento, Azerbaiyán recibió al menos seis drones turcos Bayraktar TB2, con los que pudo destruir numerosas tropas, vehículos y equipos militares armenios. Además, según la Asamblea de Exportadores Turcos, las exportaciones militares de Turquía a Azerbaiyán aumentaron más de un 600% en 2020.
Otra muestra de este apoyo, a pesar de que el conflicto bélico ya había terminado, fue la aprobación el 16 de noviembre de 2020 del envío de fuerzas turcas a Azerbaiyán durante un año. Este movimiento estratégico garantiza a Ankara un lugar en la región del Cáucaso, además de que ayudará a la consecución de las ambiciones económicas de Erdogan en la región, relacionadas con las rutas del gas hacia Europa. Y es que Azerbaiyán suministra a Turquía el 60% del gas que compra, aunque Ankara plantea aumentarlo al 80% o más para dejar de depender de Rusia.
Por último, cabe mencionar que Israel apoyó también a Azerbaiyán, suministrándole aviones teledirigidos Harop, y bombas de racimo Mo95 DPICM y LAR-160. Los Harop, unidos a los drones turcos Bayraktar, han demostrado que las unidades terrestres tradicionales son muy vulnerables frente al armamento avanzado de la guerra de drones cuando no se dispone de herramientas para contrarrestarlos. Estos fueron los que, junto a un rápido avance blindado desde el sur, otorgaron la rápida victoria de Azerbaiyán sobre Armenia, que no estaba lista para hacer frente a esta disruptiva tecnología.
Desafíos futuros y reflexiones finales
A pesar del acuerdo de paz, tanto Armenia como Azerbaiyán siguen actuando como si estuvieran todavía en guerra. Bakú continua con una postura agresiva, que se ha visto alimentada por los informes y las imágenes de devastación de los siete territorios que habían estado ocupados. El actual presidente azerí, Ilham Aliyev, apenas ha moderado su retórica hacia los armenios y sigue llamándolos “el enemigo”; además de que dirigió reprimendas personales contra el primer ministro armenio en su discurso del 10 de noviembre. En el lado armenio, la inesperada derrota, que se ha cobrado al menos 3500 vidas, ha dejado una gran confusión política, y los líderes se han referido al conflicto como un posible “segundo genocidio” y una “agresión azerbaiyano-turca”. Además, han quedado cuestiones sensibles pendientes, como la delimitación de su frontera internacional o el destino de los monumentos culturales armenios. Todo ello, viene a indicar que la reconciliación armenio-azerbaiyana es un proyecto a largo plazo.
Por otro lado, la configuración geopolítica del Cáucaso Sur ha cambiado, pues Rusia ha tomado el papel central que tenía en la era soviética, además de que ha desplegado su misión de paz en el terreno. Por su parte, Turquía, aunque parece que tendrá una participación más limitada que Moscú, ha introducido a sus tropas en territorio azerí, y colabora en un centro de vigilancia establecido en la ciudad de Aghdam. Sin embargo, los actores internacionales de fuera de la región, especialmente la Unión Europea y Estados Unidos, que siempre han apoyado una resolución pacífica del conflicto, fueron marginados durante los recientes combates, cayendo su prestigio en la región. Es ahora cuando deben buscar un nuevo papel en el Cáucaso Sur.
Con la nueva presidencia de Joe Biden, es probable que los estadounidenses tomen un papel más activo, aunque seguramente tengan que hacerlo en colaboración con Rusia. Y es que, Moscú ha indicado que quiere preservar el principal mecanismo diplomático para el conflicto: la copresidencia franco-rusa-estadounidense del Grupo de Minsk de la OSCE. Por otro parte, la UE nunca ha tenido un papel directo en este conflicto, pero tiene intereses claros en la región por su proximidad geográfica, los recursos energéticos, los gasoductos y los retos del crimen internacional. Es por ello que deberá apoyar el proceso diplomático de la OSCE, así como fortalecer la estabilidad de la región a través de asistencia económica para la recuperación de ambos países.
Isabel Renedo y José Miguel Román Artíñano
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