Hace unos cinco años que la Armada española debía tener en servicio una nueva y avanzada clase de submarinos de diseño y construcción enteramente españoles, los S-80. Las dos características fundamentales que les diferenciaban de otros sumergibles convencionales se basaban en su capacidad para lanzar misiles de ataque a tierra y en su innovador sistema de propulsión por hidrógeno AIP, que en inmersión les proporcionarían total discreción y una autonomía de 50 días. Nada de lo anterior ha ocurrido, a pesar de que el Consejo de Ministros dio su plácet al programa en el verano de 2003, la orden efectiva para construir los submarinos se cursó en marzo de 2004 y se llevan invertidos la práctica totalidad de los fondos asignados, cuyo importe asciende a 2.135 millones de euros.
Los motivos del retraso se pueden resumir en tres aspectos cruciales. En primer lugar, la decisión de Navantia (contratista principal) de asumir en solitario la concepción y desarrollo de los S-80, abandonando de forma unilateral su estrecha vinculación desde los años 60 con los astilleros militares franceses DCNS, con amplia experiencia en la desarrollo de sumergibles. Hay que recordar que la colaboración con DCNS permitió la construcción en Cartagena de cuatro submarinos S-60 tipo Daphne y otros tantos S-70 tipo Agosta para la Armada española.
En segundo término están las demoras en la construcción. Comienzan en 2005 como consecuencia de la Revisión de Proyecto Preliminar (RPP), continúan en los años siguientes y afloran en toda su intensidad a finales de 2012, ya con los cuatro submarinos en avanzadas etapas de fabricación, cuando Navantia declara la existencia de un sobrepeso de 125 toneladas. El hecho de haber descartado la colaboración con Francia conlleva a Navantia a solicitar el apoyo técnico del gigante norteamericano en submarinos Electric Boat, que aconseja rediseñar el submarino y alargar 10 metros su eslora.
Lo anterior ocurre en paralelo con los problemas surgidos a la empresa Abengoa-Hynergeen en la puesta a punto del novedoso sistema de propulsión anaerobia, más conocido como AIP o Air Independent Propulsión, a la que se le adjudicó el desarrollo del procesador de bioetanol, el equipo que debe producir hidrógeno para alimentar la pila de combustible. A pesar de que las pruebas a escala fueron positivas, los ensayos a escala real con el procesador de bioetanol no han conseguido hasta la fecha un hidrógeno con el suficiente grado de pureza y flujo continuado para alimentar la pila de combustible.
Así las cosas, la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) tomó la decisión de independizar el AIP del programa S-80. Aunque Abengoa continua con sus esfuerzos por sacar adelante su modelo de procesador de hidrógeno, la DGAM asignó un contrato a la empresa Técnicas Reunidas, que utiliza una tecnología basada en micro-reactores y con la que estima tener a punto su AIP definitivo para 2021.
¿En qué punto está el programa S-80? Navantia ya se encuentra en la recta final de construcción del primer submarino, bautizado S-81 Plus “Isaac Peral”, pero requiere una inyección del orden de 1.600 millones de euros adicionales para cumplir con el calendario que tiene establecido la DGAM, que sitúa la botadura en Cartagena del S-81 Plus a principios de 2020 y su entrega a la Armada a finales de 2021. Estas previsiones obligan a la Armada al esfuerzo adicional de ampliar la vida operativa de los 3 submarinos a flote de la clase S-70, cada uno de los cuales ya acumula más 30 años de servicio. Es un tema a resolver por la actual ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal.
Juan Pons, Analista de asuntos espaciales y defensa.