Tal y como se venía avisando desde hace tiempo, el concurrido espacio aéreo sirio fue el escenario de un incidente serio entre aviones de combate rusos y de la alianza atlántica, turcos en este caso.
De acuerdo con la explicación de los hechos remitida a Naciones Unidas por Ankara, dos SU-24 de nacionalidad desconocida se adentraron en el espacio aéreo turco durante 17 segundos, recorriendo en ese tiempo una distancia de menos de milla y media. Tras ser advertidos hasta diez veces durante cinco minutos, una patrulla de F-16 turcos abrió fuego contra uno de los SU-24, derribándolo. Los dos pilotos de la aeronave se eyectaron con éxito; uno de ellos fue rescatado más tarde en una operación en la que perdió la vida un infante de marina y resultó derribado un helicóptero Mil Mi-8, dándose al otro por muerto.
Ateniéndonos a esta versión de los hechos, que ya decimos es la turca, nos parece difícil defender la actuación de los F-16. Si es cierto que los SU-24 fueron advertidos durante 10 minutos, Turquía reconoce que esas advertencias se les hicieron mientras volaban sobre territorio sirio, pues en la nota entregada a Naciones Unidas solo se menciona la violación de su espacio aéreo durante 17 segundos. Dado que los SU-24 realizaban en ese momento misiones de ataque a grupos rebeldes que frecuentemente operan todo lo cerca que pueden de la frontera, su presencia en el área estaba justificada y no cabía considerarla como una posible amenaza para Turquía.
Por otra parte, se nos antoja casi imposible que el control aéreo turco tomara la decisión de derribar un avión ruso –porque evidentemente sabían que era ruso, aunque prefieran ignorarlo con evidente mala fe– por una penetración en su espacio aéreo verdaderamente mínima y verificada en el curso de operaciones de combate, a no ser que contara con instrucciones de aprovechar la menor oportunidad para hacerlo.
Esta suposición se ve además reforzada por el hecho de que, para ser capaces de colocarles un misil a los Sujois en el brevísimo margen de tiempo en el que éstos volaron efectivamente sobre Turquía, los pilotos de los F-16 debían llevar algún tiempo con el dedo en el gatillo, esperando a que el morro de alguno de los aparatos rusos asomara por encima de la frontera para disparar sin mayor aviso.
En conclusión, con los datos proporcionados por la propia Turquía en la mano, nos parece que el derribo del SU-24 ruso tiene poco de fortuito. Queda analizar, por tanto, qué razones políticas han aconsejado al gobierno de Ankara provocar un incidente como éste, que puede tener consecuencias muy graves tanto para Turquía como para sus aliados. Quizás exista algún interés por dificultar el acercamiento entre Rusia y los países europeos tras los atentados de París, o cierta frustración por el hecho de que la intervención rusa esté dando al traste con las expectativas que el gobierno de Erdogan tenía en Siria. De lo que no tenemos ninguna duda es de que la seguridad de Turquía estaría mejor servida si su gobierno se preocupase de alejar a los grupos rebeldes de su frontera, haciendo innecesarias las operaciones de combate en la zona, en lugar de dedicarse a derribar aviones de una potencia con la que comparte tantos intereses como Rusia.
Álvaro Silva, analista de política internacional
Fotos: Reuters / RT / El Imparcial