En diciembre de 2014, el presidente Karimov anunció que se celebrarían elecciones presidenciales el próximo 29 de marzo de 2015. Como en toda cita electoral, se pone en juego el puesto político y quedan muchas dudas por resolver en torno a cómo se afrontarán los retos que el país tiene ante sí.
Pocos analistas se atreverán a poner en duda que el actual Presidente saldrá reelegido –salvo causa de fuerza mayor—, por lo que la cuestión que centra los debates es, precisamente, dirimir la urgencia e importancia de cada uno de los temas que están encima de la mesa: 1) cómo afectará la salida de la ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en Afganistán) y su sustitución por una misión militar mucho más reducida –la ITAM (siglas en inglés de Misión Internacional de Entrenamiento y Asesoramiento), también conocida como NATO Resolute Support Mission, con unos 13.000 efectivos; 2) cómo se desarrollará la política exterior rusa en Asia Central, si seguirá los ejemplos de Osetia del Sur (2008), Crimea (2014) y Donetsk y Lugansk (2015) o si simplemente se verá presionado para entrar en su Unión Euroasiática; 3) el desarrollo económico y social del país.
¿Por qué se puede asegurar que Karimov saldrá reelegido? Ninguno de los otros cuatro candidatos goza del prestigio y del respeto del actual presidente. Compiten entre sí: Islam Karimov, que se presenta por el partido de los empresarios y de los hombres de negocio (el Partido Liberal Democrático o UzLiDeP); Khatamjan Ketmanov, por el Partido Democrático del Pueblo de Uzbekistán; Nariman Umarov, por el Partido de Justicia Social Demócrata o Adolat; y Akmal Saidov, por el Partido del Renacimiento Nacional o Milliy Tiklanish. El sistema político uzbeko es netamente presidencialista, con un fuerte ejecutivo centralizado en la persona del jefe del Estado, al estilo de EE.UU. o de Rusia. El parlamento, que es bicameral, sirve para presentar al presidente propuestas legislativas. El sistema electoral es mayoritario, por lo que aquel candidato que obtiene el 50% más uno de los votos es quien gana la elección.
Por circunstancias históricas que hunden sus raíces en lo profundo de los siglos, la cultura política uzbeka bebe de las fuentes de Oriente, del Islam y de Rusia. Por eso se valora sobremanera al líder –en otros países de Asia Central el culto al líder llega realmente al ridículo—. Además, se presta más apoyo no al que aparece como más débil sino al que da la impresión de ser más fuerte, más duro. Ligado a esto, la gente suele apoyar al que ya está en el poder, sobre todo si ha demostrado ser eficaz en su gestión de los asuntos públicos y ha sabido responder a los desafíos que han ido surgiendo. Y por último, la gente suele apostar por el “caballo ganador”, es decir, por aquel candidato del que todo el mundo dice que va a ganar.
Por último, hay que destacar que la Comisión Electoral Central garantiza que tendrán igualdad de trato en los medios de comunicación y se les asigna el mismo número de minutos (900) para sus intervenciones durante la campaña en la televisión y radio públicas Uzbekiston y Yoshlar, y se les asegura un número determinado de páginas gratuitas (10) en los tres periódicos públicos nacionales Khalk Suzi, Narodnoe Slovo y Pravda Vostoka.
Karimov renovará su mandato presidencial y saldrá reforzado de este proceso electoral para poder afrontar con mayor firmeza los retos que el país tiene por delante, sin dedicar excesiva atención a la cuestión sucesoria –puesta encima de la mesa por el hecho de que Karimov nación en 1938— ni a otros problemas de índole más interna. Sin lugar a dudas, Uzbekistán va acumulando experiencia en el campo de las elecciones democráticas, de manera que poco a poco su sistema político se acerca a los estándares mínimos exigidos por la OSCE, organización de la que Uzbekistán es miembro desde su nacimiento.
Antonio Alonso, profesor de la Universidad CEU San Pablo (Madrid)