Paper 25 / 2020
Recientemente salía la noticia, al principio nada transcendente, de la posible adquisición de aviones caza F18 Super Hornet estadounidenses por parte de Alemania como parte de renovación de la flota de cazabombarderos Tornado. En virtud de garantizar el cumplimiento que Alemania adoptó con la OTAN en cuanto a las políticas y estrategias nucleares, dentro de la evolución de los planes estratégicos que la OTAN ha ido adoptando, Berlín debe cumplir con cierta obligación de capacidades nucleares que no son propias (ya que no tiene un arsenal nuclear propio), sino de terceros (el arsenal nuclear de la OTAN lo nutre principalmente EE.UU).
La adquisición de dichos aviones norteamericanos justifica el párrafo anterior, por la posibilidad que tienen los Super Hornet de adaptabilidad para bombas nucleares. Aunque parece que no toda la compra de estos cazas están destinados a dicha necesidad sino que también hay un buen número de ellos destinados a la guerra electrónica.
Alemania, tras analizar los requerimientos de sus Fuerzas Armadas, sus compromisos con socios preferentes como lo es la OTAN y sus necesidades en la Defensa Nacional toma la decisión de comprar aviones estadounidenses para sustituir sus ya más que veteranos Tornado. Hasta aquí todo sería intranscendente salvo por un aspecto muy concreto, el futuro caza europeo FCAS, del que Alemania es el principal sustentador del programa junto con Francia.
El Eurofighter es el caza europeo, anhelo de cuando la Unión Europea parecía precisamente eso, unión y europea, fruto del trabajo conjunto. Fue un programa innovador que visto en perspectiva fue positivo para Europa (no sin sus debidas tensiones y retrasos) y para los países miembros, pues respondía a los principios generales de necesidad que por aquel entonces planeaban en los Estados Mayores de los Cuarteles Generales de las Fuerzas Armadas de los países miembros.
El grado de madurez alcanzado por estos aviones de combate ha hecho pensar en su evolución lógica con un nuevo programa denominado Future Combat Air system, FCAS en inglés. El programa de este nuevo avión de combate, sistema que dirían los más técnicos, adolece de un único y principal problema: la Unión Europea de entonces no es la Unión Europea de ahora, y a partir de aquí toda la retahíla de egos, personalismos, e intereses comerciales que poco a poco se van conociendo.
Europa dio un paso importantísimo en los asuntos comunitarios de Defensa y Seguridad. Junto con la Cooperación Estructurada Permanente, la iniciativa de Estrategia Global Europea, la incentivación del Plan de Acción de la Defensa Europea o el Fondo de Defensa Europeo, así como otras iniciativas, representan buenas líneas de acción, al menos en teoría, y que iban en la dirección de utilizar las políticas de Defensa y Seguridad como pegamento para la unidad de Europa.
Estas medidas han funcionado relativamente bien y consiguieron reanimar la Agencia Europea de Defensa dotándola de presupuesto propio vía el Fondo de Defensa Europeo. La Agencia, propondría unas nuevas bases para que la industria de defensa se beneficiara de ellas sin abuso de poder de los grandes contratistas y con la necesaria participación de la pequeña y mediana empresa y de al menos dos países miembros para poder hablar propiamente de proyectos de defensa común.
Desde la cumbre de Gales de la OTAN en 2014, el discurso de Europa en materia de Defensa se fue radicalizando hasta convertirse en un discurso beligerante a todo lo que fuese estadounidense manteniendo un mensaje del todo imposible, además de hipócrita y malintencionado. En este discurso Europa, mantenía y mantiene las reticencias de aumentar los presupuestos de Defensa de los países europeos, el protagonismo de EE.UU en Europa, y contemplar que la defensa de Europa es cosa de Europa.
Este discurso se confecciona por varios aspectos a tener en cuenta. Europa (sus políticos y burócratas) le ha dado la espalda a la realidad que vive el resto del mundo, debido seguramente a la incompetencia por asumir un liderazgo que ni siquiera alcanza con ser regional; el rechazo a tratar las políticas de Defensa como lo que son, ponderando los legisladores europeos su inclusión en un discurso social queriendo evitar al máximo posible la apariencia, por mínima que sea, de algún aire belicista. La desescalada continua y prolongada en el tiempo de los presupuestos de defensa de los estados miembros y la falta de un discurso común en pro de aumentarlos, o la falta de competitividad tecnológica e innovadora frente a EE.UU, Rusia o China.
Lo anterior son algunos de los ingredientes de este discurso cuasi nacional populista que en materia de políticas de defensa se resume en Europa para los europeos. Es imposible de consolidar por la razón más que evidente de que la Defensa Nacional de los países miembros sigue siendo responsabilidad de los países miembros y no de la Unión Europea y esto, como tantos otros problemas de la Unión, nace de la frustración de querer ver a la Unión Europea como los Estados Unidos de Europa.
De los ingredientes anteriores que azuzan el discurso populista de Europa, la falta de liderazgo es uno de los principales. Ejemplos de la inacción europea y de la desunión los tenemos en todas las esquinas, el último de todos ellos que evidencia la desunión de Europa es a propósito del coronavirus, las ayudas comunitarias y la gestión de la más que segura crisis financiera que nos asolará a continuación o en paralelo a esta crisis sanitaria.
Antes, la inacción se puso en evidencia en la crisis económica de 2008; el inexistente liderazgo europeo tras la Primavera Árabe (tras haberla avivado); la defensa del este de Europa liderada por la OTAN; la solidaridad europea ahogada en el Mediterráneo mirando para otro lado mientras las mafias trafican con inmigrantes en el norte de África; una Operación Sophia de rescate en el Mediterráneo sin barcos; el espectáculo bochornoso ante la falta de liderazgo en la operación militar contra Libia; el conflicto en Siria por supuesto; por no hablar de lo más obvio, la salida del Reino Unido de la UE.
La reactivación de las Políticas de Defensa, se decía en párrafos anteriores que representan buenas líneas de acción, al menos en teoría. En teoría, porque estas políticas deberían ir en su papel principal a resolver los problemas comunes que los países miembros tienen en materia de Defensa y Seguridad, y si eso sirve como elemento de unión mejor todavía, pero no al revés. Este impulso común ha convivido y lo sigue haciendo con la injerencia y la mala praxis de empresas multinacionales, principalmente británicas, que se ven fuera del mercado que Europa proporciona.
Hoy Europa ha vuelto a la dimensión de los sueños, abandonando el plano de la realidad y haciendo méritos para que se diluya completamente lo que con tanto esfuerzo costó unir. En el plano de la Defensa también. Nada tiene que ver aquella Europa que sacó adelante el Eurofighter de la actual. El dibujo de las líneas maestras que estructura el programa del nuevo caza europeo lo han perfilado Francia y Alemania sin querer contar con ningún otro actor principal de entre los que toman las decisiones. El diseño es monopolio de Francia y Alemania, la producción y fabricación también les gustaría, pero ya se verá, porque se perfila que pasará a fase de producción allá por el año 2040 y eso y nada es lo mismo.
La exclusividad en el diseño original y en la toma de decisiones, como no podía ser de otro modo, causó malestar entre los países miembros, además de las malas formas adoptadas de excluir cualquier otro liderazgo que no fuese el binomio Francia – Alemania.
España está en una situación crítica en cuanto a la renovación de su Fuerza Aérea. Desde la urgencia por el reemplazo de los cazas del archipiélago canario, los aviones de entrenamiento de la Academia General del Aire, como también el resto de los F18 de la península. Igualmente la capacidad aeronaval tiene la urgencia de sustituir sus aviones Harrier con capacidad V/STOL.
España, con algo de ruido, consiguió escenificar su inclusión en el programa europeo, pero sin capacidad de decisión en la fase inicial, por imposición de Francia y Alemania, e incorporándose en una fase posterior junto con otros suministradores. La empresa que lidera el programa FCAS en Francia es Dassault Aviation, por parte de Alemania Airbus, y en España quien liderará el programa será Indra Sistemas. A priori nada que objetar, salvo por una salvedad.
En España fue notorio el malestar de Airbus al no ser la elegida para liderar el programa FCAS, también lo fueron los desplantes continuados de la compañía con y para los intereses españoles. Lejos de que el problema de Airbus venga por las malas relaciones con el gobierno español, no deja de ser locuaz la ausencia de liderazgo de esta compañía, eminentemente francesa, desde el lado francés del programa y haciendo caso a la rumorología germana, tampoco los alemanes están muy contentos con el gigante europeo de la aeronáutica.
El programa FCAS, un programa de Defensa europeo diseñado para dar salida a los intereses nacionales en materia de defensa común de los miembros de la Unión, dejó de serlo para erigirse en baluarte europeo en la lucha comercial Airbus versus Boeing y en definitiva Europa contra Estados Unidos. Aquí reside el gran problema del FCAS. Supeditar los intereses comerciales al interés de la Defensa Nacional, en este caso europea provoca vulnerabilidad política, además de no resolver el problema de garantizar la Defensa Nacional.
Tal es el caso que no resuelve los problemas planteados por las Fuerzas Armadas de los países miembros de la Unión Europea, que la primera adversidad se encuentra en el propio programa fijando un horizonte temporal hacia el 2040 (más el retraso pertinente inherente a todo programa de defensa y que se ha instaurado como norma), cuando la mayoría de países miembros tienen la necesidad de renovar sus flotas en el futuro inmediato.
Seguramente por el motivo anterior, la misma Francia, además del programa FCAS se encuentran inmersos en un nuevo caza Rafale. España tiene en su Armada los Harriers, aviones con capacidad V/STOL. El FCAS no resuelve, ni se plantea hacerlo, responder a esta necesidad casi vital para nuestra Armada y otras marinas europeas. Alemania, como se indica al inicio del análisis necesita sustituir sus veteranos Tornado y asegurar la capacidad nuclear aérea en base a sus acuerdos con la OTAN y del que el FCAS no da respuesta.
Europa no quiere depender militarmente de EE.UU, pero es reacia a invertir en materia de Defensa. Al tiempo que mantiene a la OTAN en la defensa de la frontera este de Europa y se aprovecha de la protección del escudo antimisiles de EE.UU. Con este empecinamiento europeo y en el marco del programa FCAS se llegó al absurdo del discurso simplista de: o estás con el FCAS y por lo tanto con Europa o por contra eres antieuropeo.
El absurdo anterior se vio reflejado al tener que optar varios países europeos por el FCAS, un proyecto europeo para el 2040, o el F35 americano de la empresa Lockheed Martin, ya operativo, y asumir el sanbenito antieuropeista: «o estás conmigo o estás contra mí». Lo razonable para España y la mayoría de países europeos sería apostar por el FCAS a largo plazo mientras adquieren el F35, único y verdadero caza de quinta generación que existe y está operativo y que es además proporcionado por un Estado aliado.
En el caso español, el problema no es un avión u otro. Se trata de un problema estructural: no hay dinero. El F35 resuelve la sustitución de los antiguos Harriers de la Armada, sin ser buenos, mejores o peores, sino sencillamente porque son los únicos, además de encontrar un reemplazo a medio plazo para los cazas del Ejército del Aire hasta que allá por el 2040 se decida la fabricación del FCAS.
Tal como están las cosas, si se decide prescindir de la necesidad vital de operar con estos aviones para la subsistencia del arma aérea naval en pro de un discurso europeista, la capacidad de España en el aseguramiento de sus intereses se verá mermada. Que España merme su capacidad de acción en la defensa de sus intereses nunca puede ser bueno para Europa. La debilidad de un país miembro nunca puede ser bueno para el conjunto de Europa, sin embargo sí puede que lo sea para los intereses comerciales, seguramente, de algún otro país miembro.
Varios países europeos, ante la diatriba expuesta decidieron resolver según los intereses propios. Así por ejemplo Italia, Bélgica, Polonia, Holanda y Reino Unido han comprado unidades del F35, lo que les ha llevado a ser antieuropeos a los ojos del discurso oficial dictado por Bruselas.
La justificación antieuropea en el caso del Reino Unido, y más desde el ámbito de la Defensa, puede hasta ser acertada, pero incluso Londres -que está desarrollando su propio programa de caza de última generación- no ha visto inconvenientes en adquirir estos aviones estadounidenses que además provienen de un socio y aliado preferente, más que preferente, el principal.
Con todo, hasta parece que el F35 es más europeo que el propio FCAS, al ser adquirido por más países que el propio caza europeo, porque existe y el FCAS aún no, porque resuelve las necesidades de las Fuerzas Armadas de los países miembros y el FCAS no lo hace. Parodójicamente, el fervor por un apoyo incuestionable a una industria de defensa europea está beneficiando más a las empresas estadounidenses y británicas que a las propias europeas. Anteponer los intereses comerciales a los intereses de la Defensa provoca debilidad.
Alemania se ha visto presionada. Atender a las demandas propias para garantizar la defensa y los compromisos adquiridos con la OTAN o atender las demandas comerciales que no resuelven lo primero. Ante esta disyuntiva ha optado por comprar también Eurofighters además de los Super Hornets, para que no sean tachados de antieuropeos, que eso en Alemania además trae connotaciones muy oscuras del pasado. Está por ver, además, que las presiones europeas no hagan que Alemania decida otra cosa.
Estos “intereses comerciales generados” en el umbral de un conflicto pueden provocar falta de libertad en la elección de la mejor opción para liderar una estrategia propicia para la victoria y esto debería ser lo verdaderamente importante y el principal motivo de reflexión.
Carlos Delgado Fernández
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