Análisis 277
23 Abril 2021
La anexión del Tíbet es el proceso por el cual la República Popular de China se hizo con el control de lo que hoy conocemos como Región Autónoma del Tíbet (RAT). En 1950, Mao ordena al Ejército de Liberación Popular de China invadir la región y acabar con las tropas enemigas. La incursión acaba con la victoria de Mao y el gobierno del Tíbet se ve obligado a negociar. Un año más tarde, en 1951 se firma el Acuerdo de los Diecisiete Puntos para la Liberación Pacífica del Tíbet entre el gobierno tibetano y las autoridades chinas. Después de este acuerdo, tanto las autoridades tibetanas como la estructura social de la zona se mantuvieron en la RAT bajo control chino y no fue hasta 1959, cuando tuvo lugar la sublevación tibetana, cuando se disuelve el gobierno.
Más allá de la cuestión nacionalista y del prestigio internacional, el Tíbet es hoy para China un territorio clave e irrenunciable. Dicha región ocupa un 25% de la superficie del país y concentra el 40% de los recursos chinos. Es una fuente casi inagotable de recursos, a día de hoy hay más de noventa minerales encontrados y es la zona que mayor radiación solar recibe del país. A su vez, por ella fluyen más de dos decenas de ríos y 1500 lagos de agua pura que concentran el 30% del agua disponible por China.
El territorio gana aún más importancia si tenemos en cuenta que China sufre un rápido proceso de desertización debido al ineludible avance del desierto del Gobi, un cuarto de la población no tiene acceso directo al agua potable y el consumo cada vez es mayor como consecuencia del crecimiento de la clase media y el rápido proceso de industrialización.
Sin embargo, la meseta tibetana tiene también una gran importancia geoestratégica. En ella se encuentra algo menos de un tercio del agua dulce de todo el continente asiático y es el origen de ríos como el Ganges, Indo o Mekong, que abastecen casi al 50% de la población mundial. El dominio chino permite tener una posición muy ventajosa sobre países como Pakistán, India, Laos, Vietnam o Tailandia.
Otro caso parecido sucede con la Región Autónoma Uigur de Xinjiang, al oeste del país. Esta región alberga unas reservas probadas de carbón de hasta el 40% del total chino, oro, uranio, cobre y otros recursos tan importantes como el petróleo y gas natural. Además, es un paso de la futura Ruta de la Seda con la que China pretende revolucionar el comercio mundial.
Por último, el Mar del Sur de China es considerado por Pekín como de su propiedad y supone para el gigante asiático una fuente de minerales e hidrocarburos, así como también un acceso para la pesca. Es por ello que, durante el último año hemos observado como China está expandiendo su influencia en esta región. Dicha influencia choca de lleno con los intereses y la soberanía Taiwanesa, que tiene el respaldo de Estados Unidos.
Lo que queda claro es que Pekín quiere asegurarse el acceso a una multitud de recursos naturales para de este modo, satisfacer la demanda de su población y aumentar su poder geopolítico. Estos territorios son de una necesidad primordial para China ergo irrenunciables y esenciales para su supervivencia.
Rafael Gutiérrez Mingo
Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad de su autor.