No ha sido fácil en los últimos años estar al frente de la Jefatura del Estado Mayor de la Defensa. Ciertamente nunca lo ha sido, pues en sus manos está el órgano que se ocupa de preparar la fuerza, promulgar la doctrina militar nacional y establecer la fuerza conjunta. Vamos a hacer un breve balance de lo que se ha hecho y unos apuntes que ayuden a afrontar los retos, especialmente desde un enfoque político y estratégico.
Tres factores acentúan un entorno que, en nuestra opinión, hacían complejas las propuestas y las reformas: por arriba, un ministro con perfil técnico, no político, que sabía lo que había que hacer, pero que no tenía suficiente influencia en el gabinete del presidente; por abajo, un presupuesto tan limitado -e irresponsable-, que hacía imposible cualquier transformación seria de la fuerzas armadas y que afectaba a capacidades vitales de la seguridad nacional; y alrededor, un ambiente social afectado por la crisis económica, incertidumbre parlamentaria y prioridades en la opinión pública que convertían en non grata los asuntos estratégicos de seguridad.
¿Balance? Muy positivo. Bajo el mandato del almirante general Fernando García Sánchez (diciembre 2011 a marzo 2017) se han producido mejoras en el Cuartel General del Estado Mayor de la Defensa, en el Mando de Operaciones, en el Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas, en el Mando Conjunto de Ciberdefensa, y en el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional. También en las organizaciones operativas permanentes, que son el Mando de Vigilancia y Seguridad Marítima, el de Defensa y Operaciones Aéreas, y la Unidad Militar de Emergencias.
Tres proyectos realizados en muy distintos ámbitos: en divulgación, el brillantísimo spot para apoyar a la selección española de fútbol en el mundial de Brasil; las visitas a operaciones, como apuesta concreta de cultura de defensa; y el ejercicio Trident Juncture de la OTAN, unas maniobras que, simplemente viendo las cifras de lo que se tuvo que coordinar, hablan mucho y muy bien de una estructura y de un equipo.
Insistir en la importancia de contar con un presupuesto estable a medio y largo plazo, ha sido una constante en sus intervenciones públicas. También en comisión parlamentaria. La defensa necesita de una política de Estado compartida, así como de una percepción social realista de las amenazas que tenemos en la frontera sur, ya que la influencia –información- es el principal problema a la hora de gestionar una crisis, y es la sociedad quien, en definitiva, debe ser consciente de su responsabilidad. También ha destacado que hace falta continuar con una visión estratégica propia –o sea, española-, ganar peso en Unión Europea y OTAN, y aumentar las relaciones con los aliados.
¿Prospectiva? Los que han tenido experiencia en operaciones tácticas y planes saben que el reto estratégico es alcanzar la disuasión dinámica. Esta disuasión se consigue demostrando a quienes amenazan que 1) se puede hacer y 2) que se está dispuesto a ello. Proteger, contener y proyectar significa que se está haciendo. De ahí la importancia de participar en operaciones permanentes. La dirección política debe orientarse a poner las bases para una gestión cooperativa de la crisis. Si esto está resuelto, la previsión, la decisión y la acción será lo que facilite que el JEMAD pueda disponer de una alta capacidad despliegue y de respuesta. Asegurar estas capacidades es el reto futuro.
Gabriel Cortina, Director “Artículo 30”