El Aquarius – buque insignia de la ONG “SOS Méditerranée” y gestionado en esta ocasión también por “Médicos sin Fronteras” – acogía el sábado 9 de junio 629 migrantes en la costa libia. Sin embargo, a escasa distancia de la costa italiana – lugar de destino –, el navío se encontraba con el cierre de los puertos italianos y el comienzo de una disputa por la responsabilidad sobre esas vidas entre Italia y Malta. Tras cuatro días en condiciones cuestionables, ya que el buque había superado su capacidad de 500 pasajeros y el alimento escaseaba, Sophie Beau – directora general de “SOS Méditerranée” – recibía aliviada la noticia de que Pedro Sánchez, el recién estrenado presidente socialista de España, accedía a acoger el buque en el puerto valenciano, subrayando la “obligación” de España a cumplir con los “compromisos internacionales en materia de crisis humanitarias”. Italia y Malta respiraban aliviadas y procedían a ofrecer apoyo al buque para que este llegase seguro a puerto español.
A finales de 2017, la Comisión Europea actualizaba los resultados del acuerdo europeo de acogida de refugiados firmado por 23 Estados miembros, y los resultados evidenciaban la saturación que viven Italia y Grecia: únicamente un 11% de los 160.000 refugiados que se había acordado desplazar a otros países de la Unión, habían alcanzado sus destinos. Salvo Malta, que ha acogido 17 refugiados más de los que le correspondían, todos los demás países están muy por debajo de la meta propuesta.
En un intento de encontrar una solución a largo plazo que gestione de mejor manera la llegada de migrantes a Europa y su posterior distribución entre los países miembros, evitando así futuros conflictos como el provocado por el buque Aquarius, se han reunido en París el presidente francés -Emmanuel Macron- y el español -Pedro Sánchez-. Contrarios a la idea del presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, de crear plataformas extracomunitarias, Macron – apoyado por Sánchez y la canciller alemana Angela Merkel – propone crear centros cerrados en suelo europeo, frenando así la llegada a Europa de aquellos migrantes que no cumplan los requisitos necesarios para obtener la calidad de refugiado, y la imposición de sanciones económicas a aquellos países que se nieguen a acoger migrantes.
Ambas propuestas no solo buscan atraer a euroescépticos como Matteo Salvini – ministro del Interior italiano – hacia una postura de mayor integración europea, sino que buscan garantizar la continuidad de la canciller Angela Merkel al frente de Alemania ya que su aliado, la Unión Social Cristiana (CSU), le ha dado un ultimátum respecto a su política migratoria demasiado flexible. La crisis del Aquarius ha evidenciado la división interna que atraviesa Europa.
Las consecuencias en materia de seguridad son muy relevantes. Esta crisis pone en evidencia la realidad de una Europa dividida frente a la oleada migratoria que estalló en 2015. El flujo masivo de migración irregular se ha convertido en la principal preocupación de los ciudadanos, seguida de cerca por el terrorismo, según revelan los datos del último Eurobarómetro publicado por la Comisión Europea. Los múltiples atentados yihadistas han puesto a países como España, Francia o Reino Unido en alerta antiterrorista. La capacidad de provocar un atentado en cualquier lugar de Europa aumenta debido al principio de la libre circulación de personas. La llegada de posibles terroristas camuflados como migrantes en busca de refugio se ve favorecida por el descontrol y falta de coordinación de las fronteras europeas y las políticas de inmigración.
El norte y el este de Europa ven esta migración masiva como un problema distante, principalmente por la falta de proximidad geográfica, y proporcionan poca ayuda a países como Italia y Grecia, que se encuentran en una situación delicada ya que, pese a haber sido dos de los países europeos que más afectados se vieron por la crisis económica de 2008, son los que más migrantes han acogido en los últimos años. En el décimo aniversario de la crisis económica se ven claras las consecuencias: el populismo está a la orden del día. Si los europeístas no son capaces de ofrecer soluciones válidas a corto y largo plazo, podríamos estar frente al inicio de la futura fracturación del proyecto europeo. En estos momentos la unidad es más necesaria que nunca.
Valeria Nadal, Global Affairs (Strategic Studies) Universidad de Navarra
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