Análisis 244
Las recientes elecciones presidenciales de Taiwán, aun oficialmente República de China, pasaron relativamente desapercibidas en nuestra opinión pública. No hubo ninguna sorpresa y volvió a ganar la candidata favorita, Tsai Ing-wen. Tampoco hubo incidentes destacables, ni irregularidades, ni nada que mereciera demasiada atención por parte de nuestros medios generalistas. Sin embargo, estas elecciones, sí revestían de mucha importancia a nivel internacional, y especialmente desde el punto de vista geopolítico.
En esta ocasión, el principal tema electoral, sin ninguna duda, ha estado centrado en la relación con China y el futuro estatus de Taiwán. Si bien siempre han sido temas centrales en la política taiwanesa, en estas elecciones han devenido en auténtico monotema y cuestión absolutamente central que amenaza con perpetuarse.
El quid de la cuestión, por supuesto, se encontraba en las relaciones y política frente a China del nuevo gobierno, identificando el electorado taiwanés al tradicional partido gobernante Kuomintang como fundamentalmente pro-chino y prefiriendo decantarse por el Partido Progresista Democrático, ya en el poder, y de corte anti-chino e independentista taiwanés. A ello ha ayudado la sempiterna crisis de Hong Kong, cuyas resonancias han sido especialmente influyentes en Taiwán, o los burdos intentos chinos de influir paseando su nuevo portaaviones por el estrecho en vísperas de las elecciones, que han centrado el debate político en la futura situación de Taiwán frente a China, cada vez más escéptica o ya abiertamente hostil hacia una posible reunificación.
Este nuevo triunfo de los partidarios del alejamiento, o incluso la independencia formal sobre China, tiene importantes repercusiones a nivel internacional, puesto que, aunque por ahora, no se habla de romper el statu quo de forma inmediata, esta posibilidad siempre se encontrará presente o en constante avance, y es de esperar una reacción cada vez más hostil por parte de la República Popular, visto que la crisis de Hong Kong no parece remitir y tampoco parece ya posible que se pueda dar una reunificación con Taiwán de forma pacífica ante la negativa de la población a verse en una situación similar a la excolonia británica.
Las autoridades taiwanesas se enfrentan ahora al reto de mitigar la influencia china en el país, sobre todo la económica, y de lograr obtener apoyos diplomáticos y aliados, o al menos de mantener a su principal valedor, los Estados Unidos, además de mantener al día unas potentes fuerzas armadas con la nada desdeñable tarea de disuadir una invasión sobre la isla. Las capacidades de defensa se estaban quedando un tanto obsoletas y se encuentran a la espera de las últimas ventas de armamento norteamericano.
Desde el continente, la República Popular se ve en la necesidad de replantear su estrategia ante el nuevo escenario político. Es posible que antes los fracasos de la aproximación diplomática y pacífica, que está mostrando claramente sus consecuencias y resultados para el “aproximado” en Hong Kong, se terminen decantando cada vez más por una aproximación más beligerante y hostil, eso sí, cada vez más respaldada por una flota naval en constante crecimiento.
Desde el otro lado del Pacífico, en Washington se puede ver la situación con dos enfoques. Por una parte, la victoria de Tsai mantiene el statu quo actual, en el sentido de que los Estados Unidos están por la labor de mantener su influencia en Asia, y además les continúa garantizando la cercanía del mayor portaaviones natural frente a las costas de China. Sin embargo, la creciente hostilidad por parte de China puede provocar mucha más tensión en la zona y obligar a los norteamericanos a mantener una presencia más fuerte o a intervenir de forma activa en defensa de Taiwán, con todos los riegos asociados a ello.
Taiwán es, al fin y al cabo, la gran cuestión pendiente de China, la gran causa del malestar de Pekín con el actual estado de la política internacional en Asia, la fundamental razón que puede provocar la adopción de una gran agenda revisionista internacional. Por todo ello, parece poco prudente no prestar atención a la política interna de esta isla, cuyas repercusiones pueden terminar por alcanzar a la región Asia-Pacífico, que es el eje geopolítico del mundo.
Eliseo Fernández Fernández
Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad del autor.
Foto: AFP