Análisis 217
El control está profusamente señalizado en inglés, español, ruso y en la lengua local. A las 08:26 horas de la mañana los soldados de la Coalición en Check Point Charlie abren fuego contra un vehículo civil que pretende saltarse el dispositivo a gran velocidad. Un militar español resulta seriamente herido, pero varios civiles mueren a causa de los disparos. Esa mañana, al amparo de la Resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas XXXX, la Coalición auspiciada por la OTAN se preparaba para iniciar operaciones de combate con el fin de liberar el territorio de la Nación Anfitriona ocupado por tropas de un país vecino hostil. El Cuartel General de la Coalición hizo público un comunicado de prensa y su portavoz apareció en las principales cadenas de TV, donde lamentó el incidente y aseguró que ya se había abierto una investigación.
Posteriormente la junta investigadora dictaminaría que el conductor había sido deslumbrado por el sol naciente, muy bajo sobre el horizonte en aquellas latitudes septentrionales y que los militares de la OTAN actuaron conforme a las Reglas de Enfrentamiento (ROE), por lo que serían exonerados. Asimismo, Inteligencia desveló que los fallecidos eran partidarios de las fuerzas ocupantes. Cuando esta información se hizo pública ya era extemporánea.
Las redes sociales se hacían eco del luctuoso suceso a las 08:35, nueve minutos después del mismo. Quince minutos más tarde, a las 08:50, la noticia aparecía debidamente manipulada en medios de comunicación social digitales próximas a la potencia ocupante y su poderoso patrocinador. La percepción de que las tropas de la Coalición estaban perpetrando crímenes atroces contra los civiles empezó a instalarse en una parte significativa de la población local. La batalla por la opinión pública se había perdido antes del inicio de las operaciones y con ella la legitimidad de la intervención internacional.
Resulta obvio que este relato es una ficción, pero que podría materializarse en un futuro escenario donde España deba desplegar sus tropas. Pero lo cierto es que el futuro ya está aquí.
Conflictos de rabiosa actualidad han revelado cómo, a través de intermediarios locales, actores con capacidad y voluntad de influir en los asuntos mundiales despliegan estrategias híbridas que ponen de relieve el valor de las narrativas. Estas, que apelan a lo emocional, no tienen por qué ser ciertas, pero sí persuadir a la audiencia objetivo. Se nutren con el relato (la historia), donde lo importante no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta. Finalmente, el mito las hace comprensibles para el receptor debido al significado personal que adquiere para él; de ahí su potencia y valor en alza como activo estratégico.
Estos procedimientos no son completamente nuevos, aunque sí exquisitamente depurados por actores como Rusia, que recurre a conceptos de su antigua doctrina de la Guerra Fría para Operaciones de Información (INFOOPS), como la teoría del control reflexivo (*Proceso por el que un actor induce en su adversario elementos de juicio diseñados para que éste tome voluntariamente decisiones equivocadas), para adaptarlas a los entornos operativos e informativos del siglo XXI.
Podemos asegurar que las respuestas lineales en base a patrones desactualizados propios de esquemas comunicativos del siglo pasado constituirán una garantía de fracaso. Los efectos de la batalla por las narrativas en el nivel táctico son decisivos porque se reproducen en los niveles estratégicos. Si bien será fundamental disponer de narrativas alternativas cuidadosamente elaboradas desde los niveles superiores, los escalones tácticos deberán contar con los medios humanos y materiales, la flexibilidad y la libertad de acción necesarios para responder en tiempo real a situaciones como la de nuestro ejemplo. Ese tiempo de reacción se aproxima a la instantaneidad.
Francisco Javier Quiñones, Máster en Paz, Seguridad y Defensa (UNED)
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