La reciente baja de los últimos F-5E Tiger II que se mantenían operativos en la Fuerza Aérea Mexicana, las negociaciones delministro de defensa argentino ensu último periplo europeo y las noticias sobre la intención de Venezuela de aumentar su flota de Sukhoi-30 MK2, han vuelto a animar los debates sobre el poder aéreo en Iberoamérica.
Algunos de los principales países de la región, acuciados por las crisis económicas o problemas internos que requerían atención prioritaria, han ido dando de baja paulatinamente los aviones con que equiparon a sus fuerzas aéreas en los años 70 y 80, hasta el punto de que, a día de hoy, se encuentran sin capacidad de controlar su espacio aéreo. El primero en encontrarse en esta situación fue Argentina, que retiró sus Mirage III a finales del año pasado y, poco después, se vio obligado a reconocer la inoperatividad de la flota de A-4AR. Ahora con la baja de los F-5E, México se suma a este club de dudoso prestigio. En el caso de México, se tiene la esperanza de que en un periodo de tiempo más o menos corto puedan adquirirse F-16 de segunda mano, mientras que en Buenos Aires se suceden las ideas y se especula con el Gripen –previa limpieza de equipos británicos por lo que pueda pasar–, reactores ligeros como el M-346 de Alenia o el KAI T-50 coreano y Mirage franceses de segunda mano.
Otros países, como Colombia, disponen aún de algunos cazabombarderos en sus inventarios que, sin embargo, empiezan a acusar la edad y las horas de vuelo de forma alarmante. Los pilotos colombianos han llegado incluso a negarse a volar en sus Kfir después de que se produjeran varios accidentes que, al haber afectado sobre todo a las unidades biplaza, han obligado a reactivar una pareja de Mirage 5 para utilizarlos como entrenadores.
La situación colombiana es además especialmente grave si se tiene en cuenta que su problemático vecino venezolano ha incorporado a su fuerza aérea los capaces SU-30MK2, que si bien no son la versión más avanzada del conocido aparato ruso, sí son superiores a casi todo lo que vuela en el Cono Sur, incluidos los F-16 de Chile y los MiG 29 de Perú. Tras perder un avión en accidente el año pasado, Venezuela cuenta con una flota de 23 SU-30MK2 y, con la muy creativa excusa de luchar contra el narcotráfico, ha manifestado su intención de ampliar la flota con 12 o 13 unidades nuevas, lo que daría al país una superioridad aérea total sobre sus vecinos.
Quizás los Gripen NG, de los que Brasil piensa incorporar 36 unidades, sean los únicos aviones capaces de desafiar a los potentes Sukhoi venezolanos, siempre y cuando se exploten al máximo las capacidades del avión con armamento y electrónica de primer nivel.
En cualquier caso, lo que está claro es que en los próximos años numerosas fuerzas aéreas iberoamericanas deberán renovar su material de vuelo, ya sea por obsolescencia e incapacidad para hacer frente a las posibles amenazas o, sencillamente, porque dicho material ha dejado de existir. Para ello deberá buscarse un avión capaz de hacer frente a sus posibles rivales, con una vida operativa prolongada y costes de mantenimiento y operación razonables. La competencia será feroz y, desgraciadamente, las consideraciones industriales y militares no serán las únicas que pesen, pero no cabe duda de que aquel que pueda ofrecer un cazabombardero que reúna todas esas características, tendrá ante sí una brillante perspectiva en Iberoamérica.
Álvaro Silva, Analista
_______________________