Lo importante no es la «igualdad» sino la misión

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Las más de 30.000 mujeres que componen los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, se han convertido en los últimos años en moneda de cambio en la búsqueda de la igualdad basada sólo en un número, una estadística. Es decir, lo importante parece que es la paridad, ser la misma cantidad de hombres y mujeres, sin fijarnos en muchas ocasiones en la necesaria labor que realizan. Esto también se manifiesta en la política de Defensa.

En las Fuerzas Armadas y la Guardia Civil, más de 15.000 mujeres forman parte de una realidad que, hasta hace tres décadas, sólo era mayoritariamente de hombres. Su papel  es fundamental en el trabajo del día a día en múltiples destinos, desde oficinas a cuarteles,  y especialmente en las misiones internacionales. Precisamente, es aquí donde adquieren un valor añadido que conviene resaltar. La presencia femenina es un baluarte por las diferencias existentes (en términos generales) con los hombres. Su capacidad intuitiva o su empatía, una mayor sensibilidad y percepción de los temas a tratar, su capacidad de expresarse y el inmenso tesoro que supone la maternidad, les permite llegar hasta mujeres que forman parte de espacios o entornos, en muchas ocasiones limitados o prohibidos para los hombres. Los teatros de operaciones complejos y los programas de cooperación cívico-militar no salen bien porque hay paridad al 50%, sino porque hay un equipo complementario al 100%.

Lugares como Oriente Medio o  norte de África (Sahel), donde las mujeres no pueden tratar fácilmente con hombres, hacen necesaria la presencia femenina en las misiones. Son ellas las que aportan un acercamiento fundamental, ofreciendo ayuda en términos humanitarios (médicos, educativas…) o bien en tareas propias para el desarrollo de la misión, como pueden ser las de inteligencia, seguridad u otros, o bien obteniendo información y enfoques que en esas culturas, serían inalcanzables para un hombre.  De esta manera, las posibilidades de éxito de la misión se multiplican, trabajando codo con codo hombres y mujeres, quedando palpable la necesidad de la complementariedad.

La mujer no debería ser una cifra ni un porcentaje, ni tener un día dedicado al año. La Defensa, la patria o la comunidad política, implican una actitud y unos valores compartidos. Quienes dan a luz y son el alma de un hogar, también saben de táctica y doctrina, saben empuñar un arma, saben alentar un equipo o lanzarse en paracaídas en zonas hostiles; han demostrado que saben  dirigir, que saben aportar opinión y visión a la comunidad estratégica, y que saben asumir responsabilidades en organismos internacionales.

Las mujeres realizan una labor encomiable e imprescindible día a día complementaria con la de sus compañeros. Esas diferencias complementarias, naturales, tanto físicas, afectivas o psicológicas entre hombres y mujeres, garantizan la misión encomendada. Es una buena noticia que haya mujeres en todos los campos de la Defensa, asumiendo su empleo con orgullo y profesionalidad.

Y no nos olvidemos de las otras mujeres que también forman parte de la misión y que nunca salen en la foto ni en TV. Son las que están en la “retaguardia” cuidando de los hijos y de la casa, que sacrifican sus aspiraciones profesionales por seguir a su cónyuge y para mantener la familia unida, siguiendo los diferentes destinos donde ellos son enviados. Son mujeres con formación, preparadas, pero amas de casa en su mayoría (sin sueldo), y que sólo salen en la foto cuando un político famoso despide o recibe a un contingente desplazado, o cuando hay un funeral. Ellas, todas ellas, forman parte de la misión y hacen grande a España. El feminismo de gabinetes, o el de pancartas y subvenciones, no lo entenderá jamás.


Verónica Domínguez, analista “Mujer, Familia y Fuerzas Armadas”. Máster IUGM

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