Desde que la Alianza fue establecida en Washington en 1949, dos periodos diferentes han marcado la historia de la OTAN. El primero discurre entre 1949 y 1991, año en que el Pacto de Varsovia se disolvió. En el concepto estratégico aliado de ese año no se identifica a ningún enemigo, es decir, Rusia dejó de serlo. El segundo periodo discurrió desde 1992, año cuando la URSS colapsó y una Rusia frágil, débil y humillada surgió, y el 2012 el año donde la nueva Rusia de Putin aparece con fuerza en el escenario internacional. El tiempo en el que una acomplejada Rusia estaba fuera de los asuntos globales ha terminado, y por ello Moscú está buscando su lugar como actor estratégico relevante y quiere revisar el orden internacional. Rusia y China son los nuevos poderes revisionistas.
Aquella situación de los 90 ha cambiado a partir del 2010. Una vez más, la geopolítica del poder está liderando las relaciones Este-Oeste y está generando un estrés geopolítico en Europa, producido principalmente por la incapacidad para dar respuesta a los riesgos y desafíos sobre la seguridad en su vecindad ampliada, lo que hace que se tomen decisiones a corto plazo, muy asertivas, en algunos casos erróneas, y en definitiva, sin considerar las necesidades de seguridad de los otros.
El actual desorden global parece que es debido al desistimiento de los EEUU de sus responsabilidades en el escenario internacional, en otras palabras, la leading from behind policy; o pudiera ser debido a que la política exterior de Rusia y China es mucho más asertiva; o incluso pudiera ser debido a los errores estratégicos cometidos por los EEUU y OTAN en Kosovo 1999, Iraq 2003, Libia y Siria 2011. Sea cual sea la razón, esta es la nueva realidad con la que los EEUU y los europeos tienen que tratar.
En ese contexto, OTAN tiene que considerar a Rusia como actor estratégico principal y no continuar con la actual “percepción hostil del otro” que se observa entre Rusia y las democracias occidentales. Creo que es hora de cambiar la visión aliada de Rusia basada principalmente en la de la guerra fría y en las sensibilidades de los aliados con frontera con Rusia o importantes minorías rusas.
En consecuencia, una profunda transformación de la Alianza es cada vez más necesaria y debería estar basada en una OTAN mucho más europea y más fuerte y esto será esencial para Europa, para los Estados Unidos, para la misma Alianza y para la seguridad y estabilidad en la vecindad ampliada del viejo continente. Esa transformación requiere de un nuevo vínculo con Rusia y también de un renovado vínculo trasatlántico con los EEUU. Este país, por su parte, parece querer una huella militar más reducida en Europa, quiere mantener su influencia de una forma más indirecta y menos demandante y quiere por ultimo mantener un compromiso con Europa más selectivo y particularizado. Este es el nuevo contrato con los EEUU que una Alianza renovada debe negociar.
Luis Feliu Bernárdez, General de Brigada (R)