La perspectiva de género es un concepto que se ha ido introduciendo lenta y progresivamente en nuestro vocabulario y en los diferentes ámbitos de la sociedad. El mundo militar no podía mantenerse ajeno a ello. Como resultado de ello, se han llevado a cabo muchos documentos, investigaciones y trabajos que muestran la función y el papel de la mujer en las Fuerzas Armadas, en los conflictos, en los órganos de decisión militares, en las misiones internacionales, etc.
Por su parte, la ONU también ha contribuido a elaborar diversas resoluciones concretas referentes a esta materia (1325 en el año 2000, 1820 en 2008, 1888 en 2009 o la más reciente, 2122 en 2013). En todas se utiliza un lenguaje de sugerencia, de de consejo, de contemplación de un escenario, de análisis superfluo de una situación para concluir y recalcar como una de las pocas medidas palpables y factibles, la importancia de la presencia de la mujer en todos los consejos de toma de decisiones.
Siendo esta cuestión sumamente importante, pues hombres y mujeres componemos la sociedad y por tanto, nuestro punto de vista debe estar reflejado en los distintos ámbitos sociales que nos atañen, resulta curioso ver cómo ninguna de las resoluciones logra dar con una solución válida para frenar la repetida violencia sobre las mujeres en los conflictos. Sólo se insta a las partes a que no ejerzan dicha violencia sobre niñas y mujeres, como si aún estuviera vigente la Convención de Ginebra de 1950 sobre la Protección de Personas Civiles en Tiempo de Guerra.
Pero las utopías, incluso las de contenido ideológico, no caben en la política de defensa. La perspectiva de género debería dar solución práctica y real al enorme desafío que supone el respeto de los derechos de los hombres y mujeres, especialmente en este caso de las mujeres. La participación de mujeres soldados en misiones internacionales contribuye enormemente al mejor desarrollo de la misión, tanto desde el punto de vista operativo, por los conocimientos que pueda aportar, como desde el punto de vista de su condición femenina. Pero no son pocos los lugares en conflicto, especialmente de cultura musulmana, donde sólo las habitantes de dichos países pueden ser atendidas por otra mujer, como por ejemplo la asistencia sanitaria.
Pero el reto para el mundo es otro: cómo acabar con la violencia hacia las niñas y las mujeres. Y éste es, si cabe aún, más difícil con la existencia de ISIS, sus secuestros y violaciones de niñas y mujeres constantes, por ejemplo. Las Naciones Unidas tienen ante sí la oportunidad de dotar de un contenido real y palpable al tan manido y manipulado concepto “perspectiva de género”, para que no sea sólo un puesto que ocupar en un consejo de dirección o una moda políticamente correcta, sino más bien un protagonismo femenino real y efectivo en la toma de decisiones, que pueda ayudar de forma complementaria e integral a la resolución de conflictos.
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Verónica Domínguez, analista Instituto Universitario Gutiérrez Mellado