Análisis 228
El 31 de marzo expiró el mandato para la renovación o no de la Operación EUNAVFOR MED “SOPHIA” contra el tráfico de personas en el Mediterráneo, una extensión en sí sobre la fecha original del 31 de diciembre de 2018. La noticia pasó bastante desapercibida en la opinión pública española debido al lógico ruido de tambores de la precampaña electoral. La misión estaba en peligro de no ser renovada dada la reticencia de algunos países, notablemente Italia, a seguir acogiendo sine die a inmigrantes rescatados en el mar, habiendo quedado el mandato original de combatir a las mafias traficantes y conseguir atajar el tráfico en sí relegado a un segundo e ineficaz plano.
¿Qué se podría hacer? La opción que proponíamos era, precisamente, la de reconducir nuestros esfuerzos a interrumpir el tráfico y la logística de las mafias, y devolver a sus lugares de partida a las personas rescatadas en alta mar. Esto, por supuesto, sin olvidar el deber de socorrer a las personas a la deriva. La medida conllevaría a vaciar el espacio marítimo más afectado de tráfico no esencial, sobre todo el de las ONGs que se dedican expresa y exclusivamente a recoger embarcaciones de inmigrantes a la deriva.
¿Qué se ha hecho? El 27 de marzo la Operación se renovó, agónicamente e in extremis, como nos tiene acostumbrados a todos últimamente la Unión Europea -véase el tortuoso y todavía incierto proceso de Brexit-, mediante no un gran consenso, sino más bien un parche más, que mantiene a EUNAVFORMED agonizando en respiración asistida seis meses más, hasta el 30 de septiembre. Escribo “en respiración asistida” porque no se ha sido valiente.
Al final, el compromiso ha sido que la Operación en sí continuará, pero sin sus medios marítimos –hasta ahora quedaban dos fragatas-, centrándose exclusivamente en vigilancia aérea, el apoyo al cumplimiento del embargo de armas y el entrenamiento de los guardacostas libios. Al igual que un enfermo en respiración asistida, “Sophia” sigue viva pero sus funciones y naturaleza misma se han visto seriamente mermadas, hasta el punto de hacerla casi irreconocible.
La misma UE reconoce que esto no es más que un acuerdo provisional y que en su presente formato la operación “no podrá ejercer plenamente su mandato”. Se aboga por encuadrar la eventual solución dentro de un acuerdo más global sobre la política de inmigración y asilo europea. Una solución tal, difícil de por sí, dependerá naturalmente del nuevo panorama político abierto tras las elecciones europeas de mayo.
Una misión naval sin barcos se antoja complicada, cuando no imposible. Operativamente será un ejercicio totalmente nuevo e inaudito: helicópteros y aviones de vigilancia marítima localizarán embarcaciones a la deriva… ¿Y luego, informan a embarcaciones cercanas? ¿cómo se apresarán a los traficantes? Los responsables políticos no han tomado decisiones valientes. Ante el escándalo del tráfico de humanos y la emergencia de organizaciones criminales, se trata de afrontar el problema, no renovar -dejar morir- el mandato y la misión.
Las primeras reacciones no se han hecho esperar: la OTAN, consecuentemente, anuncia que reduce su cooperación con la Operación Sophia. Desde 2016 (Sea Guardian) apoyaba con medios de vigilancia marítima; ahora, ante la ausencia de embarcaciones de EUNAVFORMED, dejarán de ofrecer apoyo logístico. Cabe señalar que la mayoría de los aliados de la Alianza Atlántica lo son Estados miembro de la Unión Europea, por lo que mucha de esta “suspensión de apoyo” resultará ser con uno mismo.
Las nuevas medidas no honran la política exterior europea, sino que, más bien, la retrata. Paradójicamente, esto es quizás lo mejor que nos puede haber pasado: el espectáculo de una misión marítima sin medios marítimos puede ser el espejo que necesitamos. Nuestra actuación es sin duda coherente con la incoherencia que arrastramos ya de largo en este tema. Por fin se muestra la acción exterior y humanitaria de la Unión, sinceramente, tal y como es.
Sinceros y coherentes con nuestra falta de criterio, compromiso y acuerdo en temas de inmigración en la Unión Europea, seguimos avanzando. Valientes, queda claro que no. La opinión pública seguirá mostrando barcos procedentes de las costas libias y las organizaciones criminales aumentarán sus beneficios.
Jesús de Ramón-Laca
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Foto: REUTERS/Yves Herman