Paper 41
15 Marzo 2021
Estados Unidos y Rusia decidieron prorrogar su último acuerdo vigente en limitación de armas nucleares, el Nuevo START por otros cinco años. Denominado «Strategic Arms Reduction Treaty» (Tratado de Reducción de Armas Estratégicas), en la última firma del 3 de febrero no se realizó cambio alguno en el texto porque ambas partes querían llegar a un entendimiento antes la fecha de vencimiento. La renovación del tratado se produce tras el cambio de presidencia en la Casa Blanca y ha puesto sobre la mesa dos asuntos que afectan a la seguridad global: si se deberían limitar las armas nucleares de medio y corto alcance, y si China debe ser incluida en dichos tratados. ¿En qué se concretará en la nueva agenda política de EEUU los asuntos de no proliferación, y cómo afectará a los tratados de armas nucleares? Este análisis pretende abordar ambas cuestiones.
El camino hacia la renovación del Nuevo START
Los negociadores de Estados Unidos y Rusia venían reuniéndose desde junio de 2020 para analizar si extendían el START III. Este tratado, firmado por Barack Obama en 2010, limita el número de armas nucleares estratégicas, o de largo alcance, a 1.550 cabezas nucleares y 700 sistemas balísticos. De este modo, la importancia de su prórroga radica en que, de no haberse renovado, sería la primera vez desde 1972 que no existiría un acuerdo de control de armas atómicas en vigor entre Estados Unidos y Rusia. Esto podría crear una nueva carrera armamentística, pues los dos mayores arsenales nucleares del mundo quedarían libres.
No obstante, a pesar de que el Nuevo START se presenta como el último acuerdo fiable para limitar el tamaño del todavía numeroso arsenal nuclear ruso, las conversaciones llegaron a un punto muerto debido a las nuevas exigencias planteadas por la Administración Trump. Éstas consistían en la inclusión de China en el acuerdo, la introducción del control de armas en todos los tipos de ojivas nucleares, y la realización de una verificación de cumplimiento mucho más estricta. Hasta tal punto se querían introducir estas medidas, que el último enviado de Trump para el control de armas nucleares, Marshall Billingslea, llegó a amenazar en diciembre a Rusia con que Washington comenzaría a aumentar su arsenal nuclear, si Moscú no cedía ante las pretensiones estadounidenses.
Washington justificó estas exigencias en el temor de que Pekín duplicase su arsenal nuclear en la próxima década, y en la constante modernización del mismo. A modo de ejemplo, China aumentó en más de un 10% sus cabezas nucleares entre 2019 y 2020; y el año que viene será uno de los pocos países con capacidad de lanzar sus ojivas desde tierra, aire y mar, con el desarrollo del bombardero Xian H-20. Además, Trump esgrimió que podría estar acumulando armas atómicas de forma secreta y sin restricciones. Por otro lado, si bien Moscú seguía cumpliendo con el START III, la Agencia de Inteligencia de Defensa de EEUU prevé un aumento masivo en la producción de cabezas nucleares no estratégicas rusas, las cuales no están limitadas por el acuerdo por ser de corto y medio alcance.
Sin embargo, Pekín no veía incentivos para entrar en las negociaciones, pues consideraba que ello sólo serviría para limitar su modernización militar. Por otro lado, esgrimió que, a pesar de ser la tercera potencia nuclear, seguía estando muy por detrás de EEUU o Rusia, y solo se uniría al acuerdo si ambos estuvieran dispuestos a descender su arsenal atómico al nivel chino. Según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, Washington tenía en 2020 cerca de 5.800 ojivas nucleares y Moscú, unas 6.375, frente a las 320 de Pekín, las 290 de París, y las 215 de Londres.
Por su parte, Sergéi Riabkov, ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, calificó las exigencias de Trump para renovar el acuerdo como “una propuesta inaceptable”. En su lugar, el Kremlin ofreció en octubre extender el START III por otro año más sin ninguna modificación, ya que no había tiempo suficiente para renegociar un nuevo y complicado tratado. Finalmente, la Administración Trump decidió rebajar sus condiciones en un intento de prorrogar el tratado por un año, algo que Moscú rechazó finalmente por el límite que querían imponer sobre su arsenal nuclear de corto y medio alcance. Y es que Putin no estaba tan presionado por los plazos, pues ganaba más esperando una posible presidencia de Joe Biden, más dispuesto a firmar una extensión del acuerdo sin cambios, como finalmente ha sucedido.
Administración Biden: ¿táctica o estrategia?
Ante esta situación, parecía que el nuevo START de 2010 iba a convertirse en el tercer acuerdo de desarme que se liquidaría bajo la presidencia de Donald Trump. Estados Unidos se retiró en 2019 del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF), para la eliminación de misiles de medio y corto alcance. Del mismo modo, el pasado 22 de noviembre de 2020, Washington salía formalmente del Tratado de Cielos Abiertos, por el que se permite realizar un seguimiento de las actividades militares de los Estados firmantes.
Sin embargo, el candidato demócrata ya electo, Joe Biden, ha mostrado una visión muy diferente a la de Trump en cuanto a este tratado. No es de extrañar puesto que fue uno de los artífices del mismo mientras era vicepresidente de Obama; y, según declaró al Consejo para un Mundo Habitable, considera que ha sido un éxito por llevar el número de armas atómicas a su nivel más bajo en décadas. De este modo, el pasado 26 de enero, Joe Biden y Vladimir Putin intercambiaron sus posturas en una llamada telefónica, y acordaron ampliar el tratado por cinco años, el límite máximo establecido por el propio tratado, sin modificar ni añadir ningún tipo de condiciones. Según la Casablanca, este acuerdo supone el comienzo de conversaciones sobre seguridad estratégica entre Estados Unidos y Rusia.
Lo cierto es que una carrera armamentística no beneficiaba a ninguna de las dos partes, pues tanto Washington como Moscú cuentan con suficientes armas nucleares para disuadir a sus adversarios. Del mismo modo, ante las consecuencias derivadas de la pandemia de la Covid-19, ni a EE.UU. ni a Rusia les convenía destinar un mayor presupuesto en su defensa del previsto, pues deben recuperarse de una crisis económica que se entiende como prioritaria. Por otro lado, y de acuerdo a las propias palabras del demócrata, China preocupa más como competidor comercial que como potencia atómica. Por tanto, extender el tratado garantiza que Washington no tenga que desviar fondos a financiar una carrera armamentística con Rusia, su verdadero rival nuclear.
Pese a que la renovación del START III supone poner freno a una escalada de tensiones entre Washington y Moscú, hay muchas cuestiones que no quedan definidas, como es el caso del creciente programa nuclear chino. A su vez, la simple renovación por cinco años del tratado hace necesaria una colaboración más profunda entre Estados Unidos y Rusia con el objetivo de firmar otro tipo de acuerdos que eviten la proliferación de armas nucleares de corto y medio alcance. Además, queda la incógnita de qué ocurrirá con el resto de tratados nucleares que Estados Unidos abandonó, es decir, si esta última firma responde a un criterio táctico o estratégico.
Futuro: problemas con China y Rusia por la renovación del acuerdo
El gigante asiático se encuentra en pleno proceso de modernizar su arsenal nuclear, de forma que busca tanto desarrollar nuevos misiles balísticos como aumentar su rango. Según la propia República Popular de China, el país se encuentra desarrollando nuevos misiles balísticos intercontinentales (ICBM), los cuales mejoran significativamente las capacidades chinas. El DF-41 ICBM, también conocido como el CSS-X-20 por la comunidad de inteligencia americana, es el mayor representante de esta modernización, ya que cuenta con la tecnología MIRVs (Vehículos de Reentrada Múltiple e Independiente), la cual permite que un solo misil pueda impactar contra diferentes objetivos.
Sin embargo, el aspecto del programa nuclear chino que más preocupa a Washington se encuentra relacionado con los Misiles Balísticos de Alcance Intermedio (IRBM). Actualmente el único misil IRBM chino operativo es el DF-26. Sin embargo, desde el Pentágono aseguran que China ha aumentado el número de “Transporter-Erector-Launchers” (TEL), un tipo de lanzadores móviles utilizados para transportar y colocar en posición de lanzamiento misiles. Se calcula que los TEL podrían aumentar de 80 a 200 en los próximos años, y los misiles IRBM podrían incrementarse a más de 200, teniendo en cuenta de que actualmente existen entre 80 y 160. De este modo, el DF-26 sería uno de los misiles más importantes del arsenal nuclear chino.
Teniendo en cuenta esta modernización estratégica del programa nuclear chino, sumada a la rivalidad que el país asiático mantiene con EE.UU. desde que ambos se sumergieron en una guerra comercial, no son tan extrañas las exigencias que Donald Trump realizaba sobre la inclusión de Pekín en el acuerdo. De alguna manera, se estaba posicionando a China como un pivote estratégico necesario para afrontar las negociaciones de renovación del START III. No obstante, cierto es que no es comparable el arsenal nuclear chino con el estadounidense y el ruso, lo cual justifica la postura de Pekín de no entrar en el tratado. Aún así, el aumento del arsenal nuclear chino y su modernización podrían llegar a suponer un problema en el futuro, de forma que la nueva Administración debería estar pendiente de los avances de la misma y proponer nuevos acuerdos internacionales. A modo de ejemplo, Estados Unidos y China podrían acordar la reducción conjunta de producción de material utilizable para la fabricación de armas nucleares.
Por otro lado, en lo que a Rusia respecta, hay otras medidas que Washington y Moscú deberían considerar para evitar una costosa acumulación de armas y reducir el riesgo de escalada nuclear en caso de crisis. Primero, desde la creación del START III han surgido nuevas armas estratégicas sobre las que se debería imponer límites, así como sobre las armas nucleares de corto y medio alcance. Por ello, volver al Tratado INF con Rusia o crear uno similar debería ser contemplado por la Administración Biden. Y segundo, Estados Unidos debería tratar de negociar una propuesta para fomentar la transparencia y las medidas de confianza, abordando cuestiones como la defensa contra misiles balísticos o las armas nucleares no estratégicas.
Conclusiones y posición de España
Tanto a Washington como a Moscú, desde un punto de vista del presupuesto, les interesa evitar costosas acumulaciones de armas. También saben que aumentar el arsenal agrava las tensiones geopolíticas. El escenario más beneficioso para ambos es que se sigan manteniendo y fortaleciendo los tratados sobre limitación de armas de destrucción masiva. Queda por ver cómo y de qué manera afecta a China, que es potencia nuclear con una agenda global de liderazgo e influencia. Si un cambio de la Administración Biden es su disposición a discutir con Rusia la creación de nuevos acuerdos para la limitación de otros tipos de armas nucleares, aunque todavía está por ver si se hará realidad. El Secretario General de la OTAN, Jen Stolberg, dijo en junio de 2020 que “no podemos arriesgarnos a perder el Nuevo START sin tener algo más”, mostrando su preocupación ante la posible expiración del acuerdo. Por su En cuanto a España, estando de acuerdo con esta postura, firmó una declaración conjunta con una serie de países (entre ellos Alemania, Canadá o Japón) en febrero de 2020 en la que se apoyaba la ampliación del START III. De este modo, la renovación del tratado va en línea con los intereses de España en cuanto a armas nucleares se refiere, así como la creación de cualquier otro acuerdo que las limite.
Javier Martínez-Sapiña / Isabel Renedo
Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad del autor.