El virus de la desinformación

Análisis 252

Titulares como “Escrivá acusa a ‘una asociación’ de ‘desinformar’ a los autónomos ‘para que no pidieran prestación” (Europa Press) o “Más organizada y radicalizada: la extrema derecha usa el coronavirus para impulsar bulos y propaganda en las redes” (Eldiario.es) y el ejemplo de lo sucedido en Lituania, donde al ministro de Defensa le llegó una supuesta carta del Secretario General de la OTAN anunciándole la retirada de las tropas de la Alianza del país, la cual resultó ser falsa, anuncian la nueva amenaza para las democracias occidentales.

La información aparece como nueva arma de guerra en estos tiempos tan convulsos en forma de desinformación o fake news. Mientras que por fake news se entienden aquellas noticias que ofrecen una información falsa, desinformación hace referencia a un concepto más amplio que abarca aquel contenido no riguroso que se difunde con una intención manipuladora. Estas dos formas de difundir información falsa o poco rigurosa se han incrementado con el desarrollo de las TICs y la proliferación del uso de las redes sociales. Las redes sociales han convertido a todos los ciudadanos en portavoces de su verdad, cierta o no, bien o mal intencionada, lo que les ha dado la capacidad de influenciar la opinión pública. Esta se ha visto también afectada por la aparición de bots, programas informáticos que realizan tareas repetitivas, en este caso, la difusión de información que puede estar alterada. A todo ello cabe sumar el modelo de negocio del periodismo actual, donde estos factores han hecho que se prime la velocidad en dar un contenido antes que el rigor de este, así como la forma en que se proporciona, sobrepasando la barrera del sensacionalismo en busca del clic-bite. De esta forma los medios tradicionales corren el riesgo de convertirse en medios propagandísticos.

 En cualquier caso, esta amenaza no es nueva para un país de la Alianza. En 2014 la OTAN se enfrentó a la propaganda y desinformación rusa durante la crisis de Crimea. Rusia creó nuevas narrativas contra occidente logrando poner en cuestión el discurso de los medios.  Por otra parte, la experiencia en la lucha contra el Daesh en la red permitió conocer el potencial de las redes sociales. Estas permiten difundir un mensaje, y el populismo de este cuando apela directamente a los valores y la situación de un grupo concreto de personas hace que este consiga convencer. Además, el Estado Islámico fue capaz de organizar a través de estas redes a un fiel grupo de seguidores.

La proliferación del uso de las redes sociales implica un auge de contenidos populistas. A su vez, los medios tradicionales han perdido credibilidad. Con un panorama en el que hay un exceso de información y es difícil saber qué es verdad y qué no, en el que la confianza no se la ganan los profesionales de la información sino quien se sirve de ella apelando a las emociones y las conquista con fines intencionados, la respuesta no puede ser la censura. Si bien Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior, ha negado que exista una orden contra la libertad de expresión e información tras las declaraciones del general José Manuel Santiago, jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, sobre la monitorización de información “para minimizar el clima contrario a la gestión de crisis por parte del Gobierno”, hay que asegurar que la libertad de expresión e información esté garantizada si queremos mantenernos en el marco del Estado de Derecho.

Es requisito de cualquier democracia que convivan el derecho a la información y la libertad de expresión. Para ello es necesaria la creación de narrativas que refuercen los valores occidentales y devuelvan a los medios de comunicación su capacidad de controlar al poder y no ser instrumento de este, como ya hace la Alianza Atlántica a través de las comunicaciones estratégicas. Conocer la verdad y poder opinar sobre ella es la única garantía democrática que nos queda en esta nueva forma de hacer la guerra.

Paloma Garrido

Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad del autor.

Foto: NATO Center of Excellence

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