Paper 34 / 2020
Tras una década de conflicto, el pasado mes de julio, Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, llegaba a Turquía para abordar la situación de Libia. La actual situación en el país africano supone una gran tensión entre Ankara y Bruselas debido al ya existente enfrentamiento entre Turquía y Francia, que apoyan a bandos distintos en el conflicto armado. Estas tensiones han ido en aumento desde que el país galo denunciara recientemente que una de sus naves, bajo mandato de la OTAN, fue amenazada por buques de guerra turcos en la costa libia.
El conflicto libio actual nace de la inestabilidad política provocada por el vacío de poder a raíz del asesinato de su anterior líder y dictador, Muamar el Gadafi (en adelante, Gadafi), en octubre de 2011. Tras su derrocamiento, apoyado por países como España, Reino Unido o Dinamarca, la oposición libia y otras fuerzas políticas resultaron incapaces de formar un gobierno estable y reestructurar las arcas públicas, solventar los problemas de seguridad que el país atravesaba o crear un marco jurídico que sirviese para garantizar la reconciliación de las fuerzas antagonistas del país.
Esta división interna del país se agravó en 2014 y resultó en el estallido de la segunda guerra civil libia, que enfrentaba a aquellos grupos que anteriormente se habían unido para evitar la continuidad de Gadafi en el poder. Sin un enemigo común, las diferencias entre las facciones afloraron. El general Jalifa Haftar (en adelante, Haftar) trató de disuadir la estancia – alargada unilateralmente – de los Hermanos Musulmanes en el poder y lanzó, paralelamente y junto con el apoyo del Ejército Nacional Libio (LNA), la Operación Dignidad con el fin de eliminar la presencia de grupos islamistas y terroristas leales al gobierno. Pronto, otros grupos militares armados se sumaron a la causa de Haftar y así nació la coalición Amanecer Libio.
En junio de 2014 se celebraron elecciones al parlamento libio y pese a que el resultado favoreció a Amanecer Libio, los diputados del Congreso General rehusaron ceder sus cargos. El Estado Islámico (en adelante, ISIS) aprovechó esta brecha política para movilizar fuerzas sirias e iraquíes a Libia. Vaticinando el desastroso desenlace y con más voluntad que acierto la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lanzó la Misión de apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL) y creó el Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA), un ejecutivo de transición compuesto, inicialmente, por delegados de ambos bandos. El GNA fue desestimado tanto por el Congreso General como por la Cámara de Representantes. Pese a ello, sigue siendo el único gobierno libio reconocido por la ONU. La realidad es que la lucha de poder entre el GNA, Amanecer Libio e ISIS continúa y sume al Estado libio en una profunda crisis agravada por la división territorial. En la actualidad Libia es un Estado sin ley incapaz de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, favoreciendo la injerencia de terceros países y convirtiéndose a su vez en una fuente de oportunidades para el terrorismo y el crimen organizado.
Un estado fallido en nuestra frontera
En 2017 el canal de televisión americano CNN publicaba un documental de investigación en el cual se veía repetidas veces la venta de personas en territorio libio con fines de esclavitud o prostitución, dependiendo del género. El contenido desató la alarma internacional tanto en el continente africano como en el europeo: el presidente de Nigeria, Mahamadou Issoufu, exigió una investigación por parte de la Corte Internacional de Justicia, y el presidente francés, Emmanuel Macron, convocó una reunión de urgencia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Pese a la evidencia videográfica y la confirmación de agencias como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la respuesta de los dirigentes libios fue desacreditar las acusaciones. Tareq Shanpur – Director General del Departamento de Seguridad Marítima del Ministerio de Interior Libio – afirmó que “El vídeo de la trata de esclavos en Libia emitido por la CNN es falso y una película de Hollywood. […] Libia es una víctima de la inmigración ilegal y […] está sujeta a una campaña sistemática por parte de países extranjeros y organizaciones de derechos humanos. […] Algunos países europeos están trabajando para dañar Libia con la ayuda de traidores libios”.
La negativa del Director General es la consecuencia de la incapacidad por parte del GNA de ejercer su poder efectivamente en la totalidad del territorio libio y subraya una realidad que persiste a día de hoy: Libia es un estado fallido y, como tal, no solo facilita la injerencia de terceros países, sino también de grupos mercenarios y mafias. Son estas últimas, precisamente, las que promueven el tráfico de personas. Es el caso del puerto de Zawiya, donde se encuentra la refinería de petróleo más importante del oeste de Libia. Precisamente, el presidente del departamento de seguridad de esta refinería – Mohammed Khushlaf, también conocido como Al Qasseb – es quien controla el puerto y quien permite que personas como Abdurahman Al Milad Aka Bija – jefe de la Guardia Costera en Zawiya – se dediquen al tráfico de personas tanto para fines de esclavitud y prostitución como para la promoción de la inmigración ilegal a una Europa que se encuentra a menos de 200 millas náuticas. La ausencia de entidades estatales como la Autoridad de Petróleo Nacional Libia (NOC) para el control de la venta de petróleo en Zawiya o la corrupción ignorada de la Guardia Costera libia, son ejemplos, una vez más, de una Libia rota.
Libia siempre ha tenido una alta tasa de inmigración. Antes de la caída de Gadafi, muchos migrantes se establecían en el país libio. Sin embargo, una anárquica y destruida Libia se ha convertido en una zona de tránsito hacia Europa. La inmigración, especialmente si es de refugiados, no es un problema en sí. El problema surge cuando esta llega promovida por mafias, descontrolada e ilegalmente. Ante el estallido de un conflicto en Oriente Medio o el Magreb, Libia podría convertirse en la puerta a Europa más accesible y causar una crisis migratoria como sucedió en 2015.
Dependencia de recursos energéticos
A finales de 2018, se calculaba que Libia tenía unas reservas de petróleo crudo de 48 mil millones convirtiéndose así en el noveno país mundial y el número uno de toda África, con el 38% de las reservas de este continente. Teniendo en cuenta que solo el 25% del territorio libio se ha explorado en busca de hidrocarburos, estos recursos siguen formando un escenario muy positivo a largo plazo. Aproximadamente el 95% de los ingresos generados por exportaciones provienen del sector energético, donde dominan el petróleo y el gas natural. Las energías renovables son totalmente ignoradas, a pesar del gran potencial que tiene este país – especialmente la energía solar y eólica -.
La gran riqueza energética de este país resulta altamente atractiva para terceros. Por un lado, la dependencia de Europa sobre las importaciones de crudo y la proximidad geográfica de Libia al continente europeo favorecen el abaratamiento de las transacciones energéticas. Por otro lado, Libia produce uno de los mejores crudos del mundo; fácil de procesar y bajo contenido en azufre.
España – a través de Repsol – es uno de los principales productores petrolíferos en Libia, junto con Eni – empresa Italiana -. Estas dos empresas europeas no son las únicas presentes en territorio libio, también nos encontramos con BASF – empresa Alemana – y BP – perteneciente a Reino Unido – entre otras. Sin embargo, de cara al futuro, es altamente probable que uno de los mayores productores sea Turkish Petroleum – después de la gran ayuda que Turquía está otorgando al GNA en Trípoli – lo cual denota la relevancia que tiene el apoyo por parte de terceros países en la defensa de sus intereses propios.
Es difícil encontrar datos más allá del 2018, especialmente cifras actuales de exportación. El 18 de enero del 2020, la NOC anunció que las interrupciones le habían costado al país unos 800.000 barriles al día o más de 100.000 millones USD desde el 2016. Esta dependencia sobre los hidrocarburos está llevando al país a unos niveles altos de inflación, una depreciación de la moneda local y un aumento de la deuda pública. La crisis de Libia ha tenido un efecto no solo sobre el país, sino también en la región y los países europeos dependientes de estos recursos.
Además, la reciente crisis del Coronavirus y el aumento del conflicto en Libia apuntan a un aumento de los precios de productos petrolíferos en el 2020-21. Mientras, Italia es probablemente el país más afectado por esta crisis, seguido por España que ahora mismo debería agradecer la diversificación energética perseguida desde la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de 2011. A medio plazo y desde el punto de vista energético, es probable que Turquía obtenga concesiones en Libia. Por ello, no sería inaudito que Turquía, una vez termine la guerra, pueda incidir en las políticas energéticas libias. A corto plazo, terceros países con intereses en la región también están tratando de incidir en Libia. Rusia va a seguir utilizando mercenarios para prevenir la reanudación del flujo energético, mientras otros países productores – e.g.: Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí – se benefician de la situación. Por otro lado, la UE seguirá tratando de presionar la reanudación de la producción para demostrar su apoyo al Gobierno de Trípoli y por sus propios intereses.
El ISIS a las puertas de Europa
Durante la revolución de 2011, los grupos salafistas yihadistas no fueron los principales impulsores ni los iniciadores del levantamiento. Sin embargo, sí que formaron parte de las fuerzas que lucharon contra Gadafi y supieron aprovechar el vacío de poder como una oportunidad para hacerse con el control del país.
A pesar de la gran variedad de milicias presentes en Libia, los grupos terroristas islámicos han sabido introducirse y sostenerse entre la población gracias a una serie de factores. En primer lugar, el deterioro de la política nacional y la falta de oportunidades económicas han forzado a muchos jóvenes a unirse a sus filas. Otro factor determinante ha sido la falta de un ejército nacional capaz de mantener la seguridad del país y el control de sus fronteras. La revolución dejó a Libia sin un ejército y con una de las mayores reservas de sistemas portátiles de defensa antiaérea y armas convencionales. Finalmente, la inestabilidad política y la falta de seguridad han convertido a Libia en un destino atractivo para yihadistas extranjeros donde poder interactuar con líderes de alto rango y transitar entre frentes.
Pese a la presencia de un amplio espectro de grupos islamistas, la principal amenaza para Europa es ISIS. Esta organización dominó la ciudad de Sirte desde junio del 2015 hasta diciembre de 2016 cuando fueron expulsados. En febrero de 2018, reivindicaba – a través de su revista Amaq – la autoría de un ataque contra tropas del mariscal Haftar. Sus últimos movimientos hacen pensar que por el momento su estrategia no es hacerse con el poder en áreas muy pobladas como lo hizo en Siria; si no que busca generar un sentimiento de inseguridad general por todo el territorio.
La inestabilidad generada por este conflicto puede desembocar en una nueva oleada de violencia que fortalezca la posición del terrorismo. Este escenario supondría una amenaza a Europa por dos razones: en primer lugar, las rutas de los migrantes hacia el continente europeo son un punto de entrada ilegal que permite a las personas radicalizadas perpetrar ataques o participar en otras actividades subversivas en nombre de ISIS; en segundo lugar, Libia brinda, desde el sur del país, un acceso casi inminente a personas procedentes de África Subsahariana- en su mayoría migrantes- para reclutar combatientes.
Conclusión
Una realidad ignorada puede convertirse en una amenaza futura. Teniendo en cuenta el declive de Libia en una década y dada su situación presente, se puede vaticinar que el camino hacia la estabilidad y la consecución de un régimen fortalecido está lejos de materializarse. El choque de intereses estratégicos, traducido en la injerencia de potencias externas apoyando a un bando u otro, impide el alcance de un acuerdo por el éxito de una transición pacífica y democrática.
Un país cuyo punto fuerte es su riqueza en hidrocarburos afronta graves amenazas y desafíos a nivel interno que impiden la estabilidad para explotar todo su potencial. En ese sentido, los enfrentamientos entre el LNA y el GNA mantienen al país dividido. En la competición por hacerse con el poder político se incluyen actores que fomentan la violencia, como es el caso de ISIS, con el objetivo de expandir su influencia mediante el terror y la inseguridad. Una consecuencia directa de ello es la existencia de una red de trata de personas, un hecho que a día de hoy no cesa y pone de manifiesto la necesidad de adoptar un aparato de seguridad capaz de reconducir la tendencia actual.
Libia representa un escenario lleno de complejidades e incertidumbre que no deja indiferente a la Unión Europea y en especial, a países fronterizos como Italia o España, ambos dependientes de sus recursos. La inseguridad y la falta de estabilidad es fruto de las amenazas mencionadas, que se convierten en propias, tanto directa como indirectamente. Por este motivo, se debe tratar de evitar más fricciones a través del diálogo y la cooperación, siendo ambos puntos claves para una evolución positiva del conflicto.
Elaborado por el equipo de análisis de Oriente Medio y Norte de África (María Muñoz, Valeria Nadal, Javier Ochoa, Nereida Pérez y Jimena Puga)
Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad de los autores.
Foto: EEAS / EU