Análisis 260
La situación de remitente pandemia que ahora vivimos ha puesto de relevancia varias cosas. Más allá de cuestiones relacionadas directamente con el ámbito sanitario, ha sido la demostración de que el sector de la Defensa desempeña hoy día una labor más importante que la del combate convencional ante un enemigo físico. El rol que han desempeñado, y no sólo en España, las Fuerzas Armadas, las certifica como un elemento más de la estructura del sistema de seguridad de un Estado, no sólo como algo independiente ante un tipo de amenaza muy concreta. Su papel por tanto en la gestión, conducción y resolución de crisis más allá del ámbito militar, el sanitario actual o el medioambiental son otros ejemplos, adquiere mayor protagonismo. Las capacidades y experiencia que puede aportar, en conjunción con las desarrolladas desde el ámbito civil garantizan una forma de afrontar los riesgos amenazas más profunda y completa.
Esta certificación de la integración de la Defensa en el ámbito de la Seguridad Nacional, como una herramienta más a su servicio, es sólo el último ejemplo palpable de una tendencia que lleva ya varios años desarrollándose. Fruto de la tendencia son los pasos que se han dado desde el entorno europeo para estimular, desarrollar y fortalecer la colaboración en esta materia entre Estados miembros. La activación de la PESCO, diez años después de que apareciera en el Tratado de Lisboa en 2007, ha sido el pistoletazo de salida para una mayor convergencia de la industria de defensa europea, permitiendo aunar proyectos industriales, haciendo que la inversión sea más efectiva y eficiente y sobre todo, creando sinergias entre las necesidades de los Estados miembro, que no son tan diferentes.
Algunos de los cuarenta y siete proyectos que se desarrollan en la PESCO son de gran envergadura, como puede ser el MALE Rpas Eurodrone -cuyos avances se integrarán en el desarrollo del futuro caza europeo FCAS- o la corbeta europea, en ambos participa España. Otros son de menor entidad, pero alientan la aparición de una base industrial común a través de pequeños proyectos que, sin necesidad de grandes inversiones o acuerdos políticos, a veces tan difíciles de conseguir, van estrechando lazos industriales, políticos y estratégicos en un sector tan delicado como el de la Defensa.
Sin embargo, el papel de España como uno de los países más importantes de la Unión Europea, cuarto en población y economía, requiere ir un paso más allá de la simple participación en los proyectos industriales propuestos por nuestros aliados. En la actualidad, España, al igual que Italia, y sólo por detrás de Francia, participa en veinticinco de los proyectos de la PESCO, más de la mitad. No obstante, tan sólo ha impulsado -y por tanto coordina- dos de ellos, a diferencia de los nueve que coordina Italia o los diez que coordina Francia. Esto refleja que existe una voluntad e interés activo por parte de nuestro país en el marco colaborativo que proporciona la PESCO, pero que no queremos, o no somos capaces, de ejercer un liderazgo acorde a nuestro peso en la Unión Europea. Ello acaba repercutiendo en una industria de defensa más débil a nivel nacional y menos competitiva a nivel internacional.
La nueva Directiva de Defensa Nacional, tras ocho años sin ser renovada, incide entre otras cosas -aunque también lo hacía la anterior- en el aumento de la inversión en I+D+i en la industria nacional y en el desarrollo de la Cultura de Defensa. Esto último, aumentará la percepción social del ámbito militar como algo mucho más complejo y transversal que el cliché de la guerra convencional, haciendo por tanto más propicia la inversión en este sector tan capaz de generar un gran valor añadido y con una alta capacidad de retorno. Teniendo en cuenta la poca repercusión a nivel nacional que tuvo la propuesta que lanzaron hace escasos días Alemania, Francia, Italia y España, solicitando una mayor profundización en este ámbito industrial europeo pero también en el estratégico e incluso operacional, se deja entrever que aún queda mucho trabajo por delante en eso de extender y promover la Cultura de Defensa. La industria española se ha demostrado capaz, no sin altibajos, de participar y llevar a cabo proyectos industriales ambiciosos, es hora de convertir todo ese potencial en algo tangible y real.
Diego Urteaga
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