Paper 52
3 Agosto 2022
La invasión de Ucrania por parte de Rusia el 24 de febrero de 2022 ha supuesto un punto de inflexión para Europa y la región euroatlántica, al cambiar el paradigma estratégico de Occidente. Han caído muchos mitos, entre ellos el de “la paz perpetua” que, en el continente europeo, creíamos garantizada por derecho tras la creación de la Unión Europea. De repente, realidades como nuestra alta dependencia de Rusia en temas energéticos, y de EE. UU. en temas militares, ha quedado al descubierto.
El tema de la dependencia europea de EE. UU. en cuanto a gasto, potencia, logística y tecnología militar en el marco de la OTAN, si bien ha vuelto a la agenda europea, ha sido aparcado debido a la emergencia de otros asuntos relacionados con la invasión de Ucrania. Pero lo que Europa no puede aparcar es su dependencia estratégica de Rusia en temas energéticos, y se ha visto obligada a replantearse un viraje fundamental en este sentido, a medio y largo plazo.
No obstante, esta necesidad de autonomía estratégica no se limita a Europa y a Rusia. En el mundo globalizado e interconectado de hoy, la crisis de Ucrania ha revelado al planeta la importancia de no depender en temas energéticos de terceras potencias y regiones inestables, algunas de ellas incluso hostiles o “revisionistas” del sistema liberal internacional de libre comercio (con sus muchas imperfecciones, claro está), imperante hasta ahora desde el final de la Guerra Fría.
En este afán de depender lo menos posible de terceras potencias en temas energéticos, las energías renovables hidroeléctrica, eólica, y solar fotovoltaica, son alternativas interesantes al petróleo y al gas. El inconveniente que plantean es que su productividad está sujeta a factores climatológicos incontrolables, tales como la nubosidad, el viento o la lluvia. La contribución de estas energías renovables, “limpias”, al cómputo general de la producción y al consumo general en la mayoría de países occidentales, oscila entre el 15-20%. La intención es incrementar este porcentaje a futuro, pero por el momento, la dependencia del gas, el petróleo y hasta del carbón sigue siendo muy alta.
La energía nuclear, a excepción de algunos países como Francia que han apostado por ella con firmeza, sigue teniendo muchos detractores. Mucho de este rechazo está basado en prejuicios y miedos excesivos. Es una fuente de energía fiable y limpia, siempre y cuando sea correctamente utilizada y regulada, pero dada su complejidad y el largo y costoso proceso de construcción y puesta a punto, los países que no poseen recursos de gas y/o petróleo, parecen todavía condenados a depender de terceros países y regiones potencialmente inestables, incluso a medio y largo plazo. En este contexto, sorprende la falta de una apuesta más firme y decidida por una de las fuentes de energía renovable más limpia, fiable y constante, además de independiente de factores como la lluvia, el viento o la nubosidad: la energía geotérmica.
¿Cómo?
El proceso físico no puede ser más simple: el núcleo de nuestro planeta es como una bola -presumiblemente sólida- formada por hierro y otros metales incandescentes, rodeada por una parte líquida, que se encuentra a una temperatura de unos +4.000 grados centígrados. Sabemos que la temperatura de la tierra aumenta paulatinamente a medida que se perfora, independientemente del lugar en el que se haga, y que y al llegar a una determinada profundidad, se alcanzarán los 200-300 grados centígrados, la temperatura óptima para hervir el agua y convertirla en vapor a gran presión. Ese vapor se reconduce por un conducto hacia la superficie, donde hace girar unos molinos eléctricos para generar electricidad, de manera constante y fiable, 24 horas al día, llueva o no, haga viento o no, esté nublado o no. Se estima que con aprovechar sólo el 0,1% de esta energía obtendríamos toda la electricidad y calefacción que necesitaremos los humanos en 20 millones de años.
Así de simple y fiable es el concepto. La fuente de energía es tan enorme y estable como el calor del mismo núcleo de nuestro planeta, presente desde hace miles de millones de años y por lo menos durante bastantes decenas de miles de millones de años más (no hay consenso científico sobre la duración exacta). Esta realidad física es la que da a la tierra su campo magnético, posibilita la existencia de nuestra atmosfera y nos protege de la luz ultravioleta y los “vientos solares”, posibilitando así la vida en el planeta.
¿Dónde?
Es importante resaltar que no importa desde donde se perfore, ya que no se precisa encontrar nada en particular (gas, petróleo, oro, tierras raras, etc.). Tan solo hay que identificar y descartar los pocos sitios donde no es conveniente operar, tales como los lugares donde sí se encuentran las bolsas de gas y petróleo, o donde pueda haber fallas tectónicas u otras zonas especialmente sensibles de la corteza del planeta.
Cualquier nación puede decidir donde perforar su corteza para obtener energía limpia: lugares fácilmente defendibles, cercanos a centros urbanos e industriales, pero no directamente en o lindando con ellos, evitando aquellos con especiales vulnerabilidades estratégicas como la cercanía a fronteras, etc. Así, cada región tendría la capacidad, independientemente de si posee recursos gasísticos o petroleros, de conseguir una autonomía energética real, posiblemente del +80% del suministro requerido por sus grandes ciudades e industria, sin tener que apostar por la re-nuclearización -costosa y sujeta a consideraciones geoestratégicas y de seguridad notables-, además de la necesidad de poseer u obtener los minerales radioactivos (uranio, plutonio) en un primer momento, sin más contaminación que el vapor de agua y sin más potenciales problemas de seguridad que unos pozos perforados en la corteza de la tierra de unos 20km de profundidad.
Llegar a los 20 Km de profundidad requerida para los pozos es todavía complicado desde un punto de vista técnico. Pero si algo hemos demostrado a lo largo del siglo XX, en los sectores del petróleo y el gas, es nuestro ingenio y nuestra capacidad para solventar los problemas involucrados en la perforación de la epidermis del planeta hasta la profundidad necesaria.
El pozo más profundo perforado hasta la fecha es de unos 12.2km, dadas las complicaciones provocadas por la distancia y las altas temperaturas a esa profundidad, pero inversiones relativamente pequeñas y perfectamente factibles en la tecnología necesaria están ya en marcha. Sin duda alguna, los problemas técnicos y tecnológicos todavía por resolver son factibles si los comparamos con los que originalmente planteaban las fuentes eólicas, fotovoltaicas y sobre todo, la nuclear en su día, y el beneficio potencial es infinitamente superior.
Apostemos firmemente por esta fuente de energía limpia, segura, fiable y, a todos los efectos prácticos, inagotable. Analizándolo fríamente, desde una perspectiva global buscando soluciones para la humanidad en su conjunto, responde al más elemental sentido común (ese paradójicamente tan poco común de los sentidos) y sorprende que, hasta ahora, no ocupe un lugar más central en el debate público y estratégico a nivel institucional, no sólo en Europa y la región euroatlántica, sino en el mundo entero.
Jesús de Ramón-Laca
Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad del autor.