Pandemia: seis enseñanzas para la Unión Europea y España

Paper 32 / 2020

Cuatro grandes crisis han golpeado a la Unión Europea en menos de un cuarto de siglo: la crisis financiera de 2008, la crisis de los refugiados de 2015, la salida del Reino Unido (2016-2020) y la actual crisis sanitaria. Si bien la segunda ya hizo que el espacio Schengen se tambaleara, pues algunos Estados miembros impusieron controles fronterizos, sólo la última, y contra todo pronóstico, ha logrado romperlo con cierres de fronteras en 14 países del acuerdo. Por primera vez, la libertad de movimiento y el mercado común se han visto gravemente amenazados.

Sin embargo, a pesar de que la COVID-19 ha puesto en jaque la política de fronteras de la UE, los Estados miembros no han conseguido ponerse de acuerdo en la forma de superar esta pandemia y sus consiguientes efectos. Se han puesto en evidencia los mecanismos de respuesta comunitarios ante momentos de graves crisis. Y es que, en muchas ocasiones, las discusiones en el seno de la Unión Europea han venido dadas por motivos económicos, habiéndose dejado el marco de la seguridad en un segundo plano. Es por ello por lo que debemos analizar qué ha ocurrido en ambos sectores para encontrar sinergias y puntos de mejora.  

Seguridad económica y la respuesta europea

La pandemia del coronavirus ha afectado a todos los Estados miembros de la UE, aunque algunos se han visto más duramente golpeados, siendo éste el caso de España. Asimismo, la intensidad de la crisis se debe no solo a la incidencia de la pandemia en los diferentes Estados, sino también a su estructura económica. Aquellos países cuya economía se basa en gran medida en las actividades relacionadas con el turismo, la hostelería, los servicios y las pequeñas y medianas empresas (PYMES) se están viendo mucho más afectados por las medidas de contención relativas al cierre de fronteras y el estricto confinamiento, que producen un descenso del consumo. Es importante que la respuesta en el marco de la UE sea conjunta para preservar el mercado interior y evitar que esta crisis derive en mayores divergencias entre los Estados miembros.

Aunque existieron unos primeros momentos de titubeo e individualismo de ciertos Estados, la Unión Europea reaccionó rápido y de forma contundente para alcanzar un consenso y una respuesta común que permitiese adoptar medidas que disminuyeran el impacto socioeconómico provocado por la COVID-19. El primer acuerdo llegó el 9 de abril con una reunión del Eurogrupo en la que acordaron la creación de una red de seguridad triple para trabajadores, empresas y Estados. Esta red de seguridad cuenta con una cantidad de 540.000 millones de euros y es el primer plan de acción previo al fondo de recuperación.

El plan de recuperación se presentó el 27 de mayo e incluye tanto un presupuesto a largo plazo de la UE para el período 2021 – 2027 dotado con 1,1 billones de euros como el fondo de recuperación de 750.000 millones de euros disponible solamente hasta 2024. Este presupuesto plurianual es la base del plan de recuperación de Europa, ya que en él se basan los diferentes programas e inversiones que ayudarán a la UE a superar esta profunda crisis. 

La cumbre del 20 de junio fue la primera en la que los líderes de la UE discutían el fondo de recuperación y el presupuesto plurianual europeo para 2021 – 2027. A pesar de las profundas diferencias y de que no se llegó a ningún acuerdo final, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, enfatizó el clima constructivo de la reunión y el respaldo unánime para conseguir una respuesta común.

A pesar de que las posturas de los diferentes países se han ido acercando y gracias a ello han podido salir adelante las propuestas de la Comisión, los llamados Frugal Four han establecido algunas líneas rojas. Así, los puntos donde existen mayores diferencias son el tamaño del fondo de recuperación, el porcentaje entre ayudas a través de subvenciones y préstamos, el criterio utilizado para el reparto de los fondos y las condiciones que se deben cumplir para acceder a ellos.

En cuanto a la postura de España, destaca su papel en la búsqueda de una respuesta europea contundente y acorde con el reto que la pandemia representa. En el recurrente debate sobre el concepto de la solidaridad en Europa, España siempre ha defendido que todos debemos remar en la misma dirección dado que las economías europeas están interconectadas. Lo que es bueno para uno, es bueno para el resto, y todos contribuyen al presupuesto europeo. 

Una respuesta individual para mantener la seguridad sanitaria

Si bien se mencionaban las dispares consecuencias económicas de la pandemia en los Estados miembros, la crisis del coronavirus también ha provocado diferentes efectos en las estrategias de seguridad nacional. Mientras algunos países como Italia, España o Francia se han visto forzados a imponer medidas más restrictivas de movimiento para mermar los efectos de la pandemia, otros países como Austria o Países Bajos han aplicado medidas más leves debido a sus bajas tasas de infección y mortalidad.

A pesar de que en un principio la Comisión Europea anunciase que actuaría para reforzar los sistemas de salud pública y mitigar el impacto socioeconómico en la Unión, la ausencia de una coordinación europea ha forzado el desarrollo de estrategias unilaterales por parte de los Estados miembros. A su vez, ha reforzado en este contexto el poder y la figura de otras organizaciones internacionales como la OTAN. 

Es cierto que la Unión Europea creó una reserva de material sanitario a nivel europeo, y, por ejemplo, distribuyó un total de 330.000 mascarillas entre Italia, España y Croacia, así como ha venido proporcionando información sobre la propagación del virus y los esfuerzos eficaces para contenerlo. Sin embargo, la acción conjunta se ha reducido al Plan de Recuperación económico. A diferencia de la Unión y pese a que sus estrategias no contemplaban las crisis sanitarias como amenazas, la Alianza Atlántica supo movilizar sus capacidades y ponerlas a disposición de todos los aliados. De este modo, España e Italia se beneficiaron de los envíos realizados por la República Checa y Turquía. 

Otro de los grandes debates que deja esta pandemia es la de la autonomía estratégica. Se ha visto que, ante una crisis de grandes magnitudes, la Unión Europea carece de capacidades para imponerse como actor global y que por el contrario debe recurrir a otros actores como China. La producción local de capacidades y la necesidad de tener una industria de defensa fuerte deben introducirse como pilares en esa carrera hacia la autonomía estratégica. Es por ello por lo que puede ser el momento para plantearse la puesta en marcha de una política común de emergencias, centrada en la cooperación ante futuras pandemias y otras situaciones que afecten a la seguridad sanitaria. 

El papel de la Fuerzas Armadas españolas durante la gestión de la pandemia ha demostrado la importancia de tener unos ejércitos fuertes y capaces de hacer frente a amenazas de todo tipo, haciendo ver a la ciudadanía la importancia de la defensa nacional y en este caso, también regional. Así pues, podrían aprovecharse proyectos de la PESCO centrados en cuestiones médicas, como el del European Medical Command (en el cual participa España), o podrían crearse otros específicos para estas circunstancias. En este sentido, cabe destacar la reunión del pasado 24 de septiembre de 2020 entre las ministras de Defensa de España y Francia. Margarita Robles y Florence Parly en la que trataron la posibilidad de establecer un proyecto que refuerce la sanidad militar europea, a través de la creación de cuerpos de Sanidad Militar europeos.  

Enseñanzas de la pandemia

Ahora que las posturas se han acercado en términos económicos y se ha llegado a un compromiso entre los 27, es momento de mirar más allá. El acuerdo existente hasta el momento consiste en un fondo de 750.000 millones de euros y un marco financiero de 2021 a 2027 de más de un billón de euros. Sin embargo, en el ámbito de la seguridad y la defensa no ha habido ningún avance. Tendremos que esperar al próximo noviembre tendrá lugar la reunión ministerial de defensa en la que veremos si se toma alguna decisión en este ámbito. Siguiendo esta línea, consideramos que estas son las enseñanzas más importantes que España debería interiorizar tras esta profunda crisis, que no solo es económica y social, sino también sanitaria y de seguridad.

  1. Aprovechar las ayudas europeas para realizar inversiones. Este es un momento para la transformación de la economía española, aumentar el PIB potencial y la productividad y crecer todos juntos en Europa.
  2. Diseñar proyectos ambiciosos respaldados por una gran unidad política y en la línea de lo que nos marca la Comisión para poder tener acceso a estos fondos.  
  3. Tomar como ejemplo la postura de Angela Merkel, la cual considera que la política europea es política interior alemana. España tiene que apropiarse de la política europea y ponerla a la par de la suya propia y adquirir un rol protagonista.
  4. Evitar la polarización política y fomentar la co-gobernanza. Para que todas las medidas mencionadas anteriormente puedan desarrollarse, es vital el consenso político a nivel nacional y una mejor coordinación entre comunidades autónomas, el gobierno central y la UE. 
  5. Promover la cooperación comunitaria en temas de seguridad sanitaria, a través de la creación de una política común de emergencias, y de proyectos que refuercen la sanidad militar en la que tengan un protagonismo los Ejércitos. 
  6. Producir a nivel comunitario equipos sanitarios y medicamentos para no depender de otros países como China e India. En este sentido, el nuevo programa UE4Health constituye un primer paso para conseguir un sistema sanitario fortalecido e independiente.

Todo esto solo podrá materializarse una vez que estos fondos estén disponibles, lo que se conoce como Front loading, para que los Estados puedan empezar a invertir lo antes posible. Ahora más que nunca prima la urgencia en alcanzar una unidad política firme. Aunque la toma de decisiones en el seno de la UE es un proceso lento debido a la diversidad de opiniones de los Estados miembros, es importante que se tome conciencia de la necesidad de agilizar el proceso para que los instrumentos estén disponibles al principio del año 2021. Si no, no conseguiremos evitar la destrucción de empresas, empleo y tejido productivo. Y, por último, de cara a futuro, debemos poner en marcha proyectos que coordinen mejor nuestras fuerzas militares y médicas para superar juntos las crisis sanitarias venideras. 

Carmen Reyes Martín y Rosario Poyato Fernández

Las opiniones de este análisis son de exclusiva responsabilidad del autor.

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